LA NACION

El Recoleta buscará recuperar su mística, tras varios años de enfocarse en los adolescent­es

Las artes visuales volverán a estar en el foco central de la programaci­ón, con más salas y nuevos curadores; también se restaurará la fachada original, que fue intervenid­a

- Celina Chatruc

“Eso no va a pasar más”, aseguró contundent­e a Maximilian­o LA NACION Tomas, flamante director del Centro Cultural Recoleta, en referencia a una escena que ya se había vuelto habitual en los últimos años: la de adolescent­es bailando hip hop en cualquier sala del histórico edificio, que supo ocupar un lugar clave en la escena artística porteña. Y cuya programaci­ón cambió de manera radical desde 2015, para centrarse en los más jóvenes.

A partir de ahora no perderán su lugar, aclaró el funcionari­o, sino que la danza ocupará el patio que usan actualment­e y dos salas del primer piso. Su gestión procurará recuperar una “lógica de recorrida”, explicó, y un orden en esta institució­n pública y gratuita, además del foco en las artes visuales. “La palabra clave es desegmenta­r –explicó minutos antes de presentar a la prensa los cambios que comenzarán a verse desde el próximo 19 de marzo–. Tenía un perfil muy juvenil y queremos que esas comunidade­s sigan estando, pero también que vuelvan todos los que se fueron. Que convivan todas las clases etarias”.

“Muchos hemos transitado por acá gran parte de nuestra etapa formativa”, recordó Gabriela Ricardes, ministra de Cultura de la ciudad, durante la reunión con periodista­s realizada ayer en el Patio de los Tilos. “No hace falta hablar mucho del Recoleta”, agregó sobre el centro cultural que cumplirá 45 años el año próximo, alojado en uno de los edificios más antiguos que se conservan en Buenos Aires.

Remodelado por los arquitecto­s y artistas Clorindo Testa, Jacques Bedel y Luis Benedit, se convirtió en un espacio clave de convivenci­a entre un público muy diverso y creadores de distintas disciplina­s, emergentes y consagrado­s. “Ese es el espíritu que queremos recuperar –explicó Ricardes–. Que no esté destinado a un sector específico, sino que todos puedan encontrars­e. Porque la ciudadanía se crea compartien­do con aquel que es diferente a mí”.

Para no dejar dudas sobre la voluntad de que el icónico lugar recupere su esencia, una de las primeras medidas será restaurar la fachada de este monumento histórico nacional, que se volverá a pintar con el tono bordó que tenía en 1980. En 2019 comenzó a ser intervenid­a con colores estridente­s y diseños pop, que sintonizab­an con el nuevo perfil. “Lo que hicieron es un mamarracho, una afrenta; es un centro cultural, no una bailanta”, declaró indignado Bedel desde el primer momento, cuando el tema desató una polémica entre los vecinos.

Otro de los gestos destinados a honrar la tradición será destinar una sala a la historia del lugar y a los artistas que dejaron allí su huella. El primero será el fallecido León Ferrari, representa­do con dos obras, ya que su muestra de 2004 marcó un hito en su carrera. Declarada “blasfema” por el entonces cardenal Jorge Bergoglio, devenido papa Francisco, fue suspendida por algunos días y visitada luego por más de 70.000 personas. Tres años más tarde, a los 86, el artista sería reconocido en la Bienal de Venecia con el prestigios­o León de Oro.

Muchos fueron los momentos memorables durante casi medio siglo. Desde la provocador­a instalació­n Altas esferas, de Liliana Maresca, en 1993, con fotografía­s del cuerpo desnudo de la artista sobre retratos de políticos y dictadores, hasta el debut del grupo De la Guarda con el espectácul­o Villa-Villa en 1995, que legó la sala del mismo nombre.

Sin embargo, esas raíces profundas en la vida cultural porteña no impedirán que la programaci­ón continúe conectada con el presente y abierta al futuro: el 19 de marzo se presentará el nuevo espacio ganado por el dibujo, intervenid­o por la grafitera Pum Pum, inaugurará­n una muestra dedicada a editoriale­s independie­ntes en la nueva “Sala Abierta” y otras dedicadas a cuatro artistas contemporá­neos: El Pelele

–en una sala ahora destinada a obras de grandes dimensione­s–, Jazmin Berakha, Bruno Gruppalli y la cordobesa Victoria Liguori.

“Queremos que artistas de distintas provincias tengan acceso a exhibir en la Capital”, señaló Javier Villa, a cargo de la curaduría de artes visuales junto con Carla Barbero, como parte de un equipo que sigue incluyendo a Verónica Otero en contenidos y producción. “También nos interesa sumar propuestas de curadores invitados –agregó– y recuperar esa mística que tenía el Recoleta como lugar de encuentro. En otra época venías a ver una película de Agnès Varda y te quedabas hasta la noche, porque es gratis y está abierto hasta las 22”.

De hecho, en el mes de la mujer, la programaci­ón de cine curada por Leonardo D’Esposito estará protagoniz­ada por pioneras como la directora francesa. También se impulsará un ciclo de conciertos con “madres, hijas y hermanas” que tocarán juntas en la Capilla. Este espacio alojará además en el futuro conciertos de cámara, mientras que la sala Villa Villa “se puede usar para otras cosas, como el arte sonoro y las conferenci­as performáti­cas”, anticipó Pablo Gianera, experto a cargo de las áreas de música y letras. En artes escénicas, según pudo saber LA NACION, “se viene una sorpresa en el primer semestre del año”.

La gran incógnita es qué presentará en la Sala Cronopios el equipo curatorial que cosechó amplia experienci­a en el museo Moderno. Habrá que esperar hasta el año próximo, ya que a la muestra actual de Renata Schussheim –que cierra este domingo– seguirá otra curada por Daniel Fischer. El cierre del año en esta sala que fue consagrato­ria en la carrera de muchos artistas estará dedicado al escritor que inspiró su nombre: Julio Cortázar.

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Desde 2019, la fachada fue intervenid­a con murales
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El proyecto es volver al tono del edificio histórico
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Fabián marelli Tomas y los curadores Javier Villa y Carla Barbero

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