El envión anímico que esperaba todo el equipo
La recuperación de Cavani abre nuevos horizontes en el ciclo Martínez
Esa postal de Diego Martínez, arrodillado y al borde del colapso cuando el VAR confirmó que esa joyita de Edinson Cavani (punteando la pelota por encima del arquero Losada) era válida y se convertía en el 2 a 1 de Boca sobre Belgrano, resume la tensión que se vivió en la Bombonera.
Porque Boca sufrió demasiado y de manera innecesaria. Irse al descanso en desventaja era un castigo demasiado duro para un equipo que, si bien dio ventajas en defensa, también generó situaciones a favor.
Pero el alivio llegó de los pies de Cavani y por triplicado. Entonces, todo fue perfecto. Porque pesaba demasiado la mochila del uruguayo, en donde se amontonaban los meses, cinco, y los partidos, ocho, sin marcar.
Tan intenso y parejo es el fútbol argentino que los tres puntos logrados anoche de local liberaron a Boca del escenario más preocupante: poner en peligro su clasificación a los cuartos de final de la Copa de la Liga.
Ahora, reacomodado en la tabla con 13 puntos, Martínez puede planificar lo que viene con algo más de serenidad, si es que hay algo de eso en lo que rodea al que ocupa el cargo de entrenador de Boca. Porque aun cuando el resultado acompaña, son más los momentos de padecimiento que de disfrute. El fútbol es así y en Boca, todo se potencia.
El inicio del torneo fue discreto: flojísimas actuaciones ante Platense y Sarmiento para sumar solo dos puntos sobre seis posibles. La victoria ante Tigre ilusionó puertas adentro y también a su gente. Pero después del 0 a 0 con Defensa y Justicia y la lógica victoria sobre Central Córdoba de Santiago del Estero, la inesperada derrota frente a Lanús otra vez acercó nubarrones a Brandsen 805.
Es cierto: el planteo y la voluntad de jugar para adelante en el Superclásico frente a River le dio un voto de confianza a Martínez. Que sumó más crédito por la reacción de su equipo en el Monumental al poder llegar al empate con actitud y estar cerca de llevarse los tres puntos.
Obligado a poner a Campuzano por la inoportuna lesión de Equi Fernández, haber sostenido a Saralegui en el mediocampo fue una decisión saludable del DT para el encuentro de anoche. Quedó claro que su mediocampo es el que jugó frente a River.
En el horizonte aparecen Unión (el miércoles, en Santa Fe) y Racing (el domingo, en la Bombonera), precisamente los rivales que se ubican un punto por debajo (los Tatengues) y un punto por encima (la Academia) del xeneize. Serán dos pruebas más que interesantes para Boca.
Si la gente y el equipo celebraron el triunfo, más que nadie lo gozó Cavani. El uruguayo fue criticado por demás. Se burlaron de él las redes sociales y se lo cuestionó en programas de TV y en portales de noticias. Se lo acusó de ser un exjugador...
Anoche tuvo un reacción que, además, fue demostración de plena vigencia. Más allá de que su sequía goleadora fue extensa (cinco meses y ocho partidos sin anotar), lo cierto es que, a las actuaciones del uruguayo, lo único que le faltaba era el gol.
Con esa mochila a cuestas se hizo cargo del penal. Asumió el riesgo. Con un remate fuerte y cruzado se sacó la mufa.
Entonces, lo que se husmeaba que podía suceder, ocurrió: a Cavani una noche de marzo se le abrió el arco y marcó por triplicado, para alegría suya, de sus seres queridos. Antes del partido, la hinchada lo recibió con una premonición: “¡Aplaudan, aplaudan, no dejen de aplaudir, los goles de Cavani, que ya van a venir!”.
Boca destrabó a su goleador y tuvo una noche de fiesta de esas que se debía desde hace rato. También dio algunas buenas señales en lo futbolístico. Aunque le falta, por supuesto. Ahora tiene que desbloquear al equipo para volver a sentirse ganador... y sin sufrimiento. ß