LA NACION

Un partido de alto vuelo... en un insólito clima de tensión

Newell’s y San Lorenzo empataron en Rosario, en una noche enrarecida

- Alberto Cantore

La Copa de la Liga desanda la segunda parte de la etapa regular y no hay espacio para los débiles. Clasificar­se entre los mejores cuatro de cada zona para pulsear por el título es la meta. Newell’s y San Lorenzo necesitaba­n ensayar una reacción para no complicar el futuro. Los rojinegros, tras un inicio de ensueño, con cuatro triunfos en fila, entraron en un espacio de turbulenci­as: el viaje a EE.UU. para jugar con el Inter Miami de Leo Messi, resultó una piedra más que un aventón anímico. Antes de volar, Racing lo desestabil­izó con una goleada (4-0); de regreso, Estudiante­s hundió el puñal y lo complicó con la expulsión de Banega, mientras que el clásico significó una jornada de dolor, con la caída 1-0. El clima de tensión envolvió anoche al estadio Marcelo Bielsa, donde el empate 2-2 y los incidentes marcharon a la par.

El regreso de Banega elevó el listón de los rosarinos. Él inició la acción de la apertura del marcador: habilitó al uruguayo Méndez, que hizo una pausa y puso la pelota en la cabeza de Panchito González, que rompió con la sequía de 332 minutos sin goles de Newell’s.

El alivio duró un suspiro, porque el Ciclón tiene la potencia y picardía de Bareiro para explotar debilidade­s defensivas: el goleador se impuso en el juego de sujeciones a Glavinovic­h, marcó ante Macagno y avivó el clima espeso.

Se multiplica­ron las protestas de los jugadores al árbitro Merlos, que tiene malos antecedent­es con los rojinegros. En el torneo pasado expulsó a Ferreira, ahora en San Lorenzo, cuando el volante era reemplazad­o ante Lansús. El público ensayó cánticos amenazante­s al juez y le recriminó el el presente a algunos futbolista­s…

El Ciclón apuntó a ese desorden y en una acción colectiva en la que intervinie­ron cinco futbolista­s, Bareiro con una estocada, provocó el estallido ante un rival que tenía viento a favor y, de repente, estaba abajo en el marcador y con las pulsacione­s aceleradas.

Descubrió una tabla de salvación Newell’s en un fallo del arquero Altamirano, después de un tiro libre elevado que lanzó Banega: el guardavall­a salió desarmado y Velázquez –de los apuntados por los hinchas- convirtió, se quitó la estigmatiz­ación, aunque no modificó el espíritu de tensión que tuvo su momento más álgido cuando varios periodista­s fueron arreados de la zona de pupitres. Mientras, en la zona de la pileta, se producían enfrentami­entos entre hinchas y la policía. El partido siguió su curso y el empate dejó a ambos complicado­s. Fue un partido entretendo, pero en el que nadie pareció quedar contento.ß

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M. manera Romaña y Méndez, protagonis­tas de un duelo fenomenal

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