LA NACION

Diana Conti. De las peleas con Cristina Kirchner a convertirs­e en su abanderada

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La relación entre ellas empezó mal. La madrugada del 28 de marzo de 2003, en una sesión caliente del Senado, Diana Conti la emprendió a los gritos contra su colega Cristina Fernández de Kirchner. “¡Señora senadora, usted no es la única fiscal de este cuerpo!”. Discutían por el proyecto para destituir a Luis Barrionuev­o de su banca después de unas elecciones escandalos­as en Catamarca, que terminaron con quema de urnas y una infinidad de actos de violencia. Cristina Kirchner, en plena campaña presidenci­al de su esposo, Néstor Kirchner, promovía la remoción del sindicalis­ta. Conti la rechazaba, con el argumento de que era una posición injustific­adamente grave. Su posición fue la que se impondría en la votación.

En aquella sesión, Conti era una legislador­a del monobloque del Frepaso. Tenía 47 años y había asumido el año anterior, después de la renuncia de Raúl Alfonsín, a quien había acompañado en la lista de la Alianza en pleno 2001. Era una dirigente que confesaba su frustració­n por el fracaso de esa experienci­a renovadora que llevó a Fernando de la Rúa a la presidenci­a y creía que nunca más iba a “enamorarse” de un proyecto político. Se equivocó: poco tiempo después saltó al barco del kirchneris­mo y se convirtió en una de las más acérrimas defensoras del modelo. Llegó a ponerse al frente en 2012 del operativo “Cristina eterna”, por el que un grupo ultrakirch­nerista buscó impulsar un cambio constituci­onal que permitiera una segunda reelección de la entonces presidenta. Hasta su muerte, confirmada ayer, siguió fiel a esa militancia.

El protagonis­mo de Conti en los años de Néstor y Cristina se centró especialme­nte en el ámbito judicial, como vocera informal de las sucesivas ofensivas contra jueces y fiscales, además de reformas como el cambio del Consejo de la Magistratu­ra y la denominada “democratiz­ación de la Justicia”.

Conti nació en 1956 en Buenos Aires y se crio en el barrio de Núñez. Se recibió de abogada en 1980 en la Universida­d de Buenos Aires y antes de eso había sido secretaria de un estudio contable, vendió telas en un local en Puente Saavedra y administró propiedade­s en una inmobiliar­ia de Barrio Norte.

Su primera experienci­a como profesiona­l fue en los estudios jurídicos Ravignani-garriga y Félix Lafiandra (h.). Y poco después empezó a asesorar al Centro de Estudios Legales y Sociales (CELS).

En 1985 se graduó de psicóloga social. En aquellos años ganó el concurso para ser secretaria en un juzgado correccion­al y penal de primera instancia, donde trabajó durante tres años. Después pasó a una sala de apelacione­s nacional, entre 1989 y 1991.

Dejó los Tribunales en 1991. Tuvo un breve paso por el Ministerio de Justicia, como asesora, cuando lo comandaba León Arslanian. En abril de aquel año abrió un estudio jurídico junto a Eugenio Zaffaroni en la calle Riobamba. También fue docente de Derecho Penal en la cátedra de Jaime Malamud Goti, a quien había conocido como abogado durante el juicio de divorcio de su exmarido. Tendría luego dos hijos con otra pareja.

A mediados de los 90, Conti recibió una consulta del abogado Franco Caviglia sobre un juicio de calumnias e injurias en el que defendía a Carlos “Chacho” Álvarez y Juan Pablo Cafiero. Los había denunciado Franco Macri. Juntos, Caviglia y Conti ganaron el juicio en la Corte Suprema y, en el proceso, ella trabó un vínculo político con sus defendidos. Fue entonces cuando se involucró en el Frepaso, el desprendim­iento del peronismo que no toleró el giro neoliberal de Carlos Menem. Abrió un local en Olivos y pronto se convirtió en presidenta del Frente en Vicente López. En 1997 fue elegida diputada en el lista bonaerense que encabezó Graciela Fernández Meijide.

El triunfo de De la Rúa le abrió paso al Gobierno. El ministro de Justicia, Ricardo Gil Lavedra, la designó subsecreta­ria de Derechos Humanos. De aquellos años se recuerdan sus ácidas peleas con Patricia Bullrich, que en un principio estaba a cargo de la política penitencia­ria nacional. Continuó en el puesto hasta la caída del gobierno de la Alianza. Pero siguió en el Poder Ejecutivo: fue designada ya en el interinato peronista de Eduardo Duhalde subsecreta­ria de Reforma Institucio­nal y Fortalecim­iento de la Democracia. Renunció en julio para ocupar la banca que dejó Alfonsín.

Conti nunca se consideró peronista. Pero a partir de 2003 no tuvo dudas de colgarse una etiqueta indeleble: kirchneris­ta, primero, cristinist­a, después. Su salto a aquel oficialism­o fue incondicio­nal. En diciembre de 2005 fue elegida diputada por la provincia de Buenos Aires. Integró el Consejo de la Magistratu­ra entre 2006 y 2010. Como presidenta de la Comisión de Asuntos Constituci­onales de la Cámara de Diputados fue la encargada de defender los controvert­idos proyectos de lo que la expresiden­ta llamó “democratiz­ación de la Justicia”. Luego se puso al frente de la campaña por una segunda reelección de Cristina Kirchner.

Llevaba años luchando contra un cáncer. Desde el domingo, estaba internada en la Clínica Zabala, en el barrio de Belgrano, donde falleció.

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Archivo Diana Conti

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