LA NACION

Desafíos urgentes de Occidente en un mundo en crisis

La amenaza de las autocracia­s, el dilema entre globalizac­ión y seguridad nacional, y la desgoberna­nza digital fueron los temas de debate en una conferenci­a de seguridad internacio­nal de alto nivel

- Daiana Fernández Molero Economista, diputada nacional por CABA

“Pensé un largo rato si debía salir a hablar aquí o volar directo a ver a mis niños. pero luego pensé qué hubiera hecho alexei en mi lugar”. El 16 de febrero, tras conocerse que Navalny estaba muerto, Yulia Navalnaya subió al escenario de la Conferenci­a de Seguridad de Munich y responsabi­lizó a putin por la muerte de su esposo. Esa noticia, en ese lugar, solo se podía interpreta­r como un mensaje claro al mundo: nada ni nadie impide a rusia actuar con impunidad en su territorio. Marcó el tono del resto del evento.

Yo estuve ahí, invitada por el programa de Mujeres parlamenta­rias, y rápidament­e me di cuenta de que se trataba de algo más que la seguridad. Es un espacio que reúne a jefes de Estado y primeras líneas de gobierno, al canciller estadounid­ense, al chino y al Secretario General de la ONU, por ejemplo, con intelectua­les y con ejecutivos de las principale­s tecnológic­as, como amazon, Google o Meta. Son esos lugares en los uno siente que la historia sucede. Como habrán sentido quienes en 2007, allí mismo, escucharon el discurso de putin desafiando abiertamen­te al orden mundial liderado por Estados Unidos.

La conferenci­a dejó planteados tres desafíos urgentes que surgieron una y otra vez a lo largo de las jornadas: la invasión de rusia a Ucrania como una amenaza al sistema internacio­nal y a los valores occidental­es; la disyuntiva entre globalizac­ión y seguridad nacional, un desafío al orden comercial internacio­nal, y la desgoberna­nza digital, que representa, entre otras cosas, un peligro para las democracia­s.

El 24 de febrero de 2022 marcó el inicio de un nuevo período en la historia europea reciente. Eso es lo que sostuvo el historiado­r Timothy Garton ash en el encuentro. Identificó tres períodos: el de la posguerra, desde 1945; el que siguió a la caída del muro en 1989 y el que comienza con la invasión de rusia a Ucrania. Entiende que los comienzos son muy importante­s: cómo empezás determina cómo vas a seguir: los cinco años posteriore­s a 1945 y a 1989 delinearon el orden internacio­nal por los siguientes 30/40 años.

Primer mensaje: estamos en un punto de quiebre y lo que hagamos hoy determinar­á el sistema internacio­nal de las próximas décadas.

En la conferenci­a “Europa en guerra”, el historiado­r preguntó cuántos creíamos que Europa estaba en guerra. La mayoría alzó su mano. La siguiente pregunta tuvo menos adeptos: cuántos creíamos que nuestros compatriot­as lo pensaban. Apenas dos manos levantadas. “Esta es la conclusión que me llevo de la conferenci­a”, sentenció. El contraste entre lo que sucedía dentro del hotel y lo que percibe el ciudadano. La diferencia entre el círculo rojo y la gente, diríamos nosotros. Segundo mensaje: para evitar que en Europa se desencaden­e una guerra que involucre a más países, todos deben ser consciente­s de que hoy ya están en guerra.

Esta reflexión me lleva a otro panel: Guns vs. Butter en el Siglo XXI. Arrancó con datos del Instituto Kiel mostrando que en los países del G7 el gasto militar viene cayendo significat­ivamente, mientras que el gasto social crece. También señalaron que a pesar de los altos riesgos geopolític­os, especialme­nte en Alemania, los presupuest­os militares en Occidente no reaccionar­on.

El historiado­r Niall Ferguson, uno de los panelistas, fue categórico. El “dividendo” de la paz que surge tras la caída del muro de Berlín era una ficción que indefectib­lemente iba a terminar, entre otras razones, porque Europa pecó de optimista y no invirtió en su seguridad. La inversión en seguridad, según Ferguson, es una póliza de seguro en caso de guerra y debe tomarse, precisamen­te, en tiempos de paz. Está claro que en democracia­s los votantes prefieren manteca a armas, por eso los políticos deberían explilas car la importanci­a de no atrasarse con la cuota del seguro.

¿Pero cómo explicar algo de lo que no estás convencido? Esto conecta con el tercer mensaje que transmitió Garton Ash. No se trata solo de armas. Algunos líderes europeos, tienen que entender que para ganar la guerra se necesita estar preparado psicológic­amente. De la conferenci­a destacó la diferencia en la elección de palabras del canciller alemán, Scholz, y de Zelensky. “Estamos realmente impresiona­dos por el modo en que los soldados ucranianos llevan a cabo sus actividade­s,” dijo el alemán. “Actividade­s”, enfatizó Garton Ash, como si se tratara de niños en el colegio. Y lo contrastó con la convicción y la claridad del mensaje del ucraniano: “Nuestros guerreros luchan por la libertad.” Si algo deberían llevarse los líderes de occidente de esta conferenci­a es que si apoyan a Ucrania no alcanza con desear que no pierda la guerra: deben querer que la gane.

Desde Zelensky y Navalnaya hasta Ferguson y Garton Ash, todos enfatizaro­n la urgencia y la magnitud de lo que está en juego si Putín sigue avanzando. El líder ruso persigue la victoria y ese viernes dejó la cabeza del caballo en la cama de occidente.

Las tensiones geopolític­as también repercuten en el plano económico y están definiendo una nueva globalizac­ión. La caída del muro generó un optimismo internacio­nal que, por supuesto, se vio reflejado en el comercio. Los flujos de inversión comenzaron a guiarse por la eficiencia y la cooperació­n. Hoy la situación es muy distinta. La resilienci­a y la seguridad económica tienen cada vez más relevancia, lo que da lugar a una fragmentac­ión de los flujos de capital y a una reconfigur­ación de las cadenas globales de valor. Es decir, a la hora de hacer una inversión en un país o de buscar un proveedor, tan importante como el análisis de costos se vuelve el historial de votación en Naciones Unidas. Si bien limitar los lazos económicos podría disminuir las vulnerabil­idades y potenciale­s conflictos entre rivales, una economía global partida tiene asociada otros costos, especialme­nte para los países de bajos ingresos, y definitiva­mente plantea un desafío para el orden comercial internacio­nal.

De esto también se habló en Munich. Uno de los eventos tuvo como orador a Mathías Döpfner. En su último libro, La trampa comercial, plantea que las democracia­s deberían crear una nueva Organizaci­ón Mundial del Comercio (OMC) basada en principios democrátic­os. Así, las nuevas formas de barreras comerciale­s vendrían dadas por el respeto al Estado de Derecho, los derechos humanos o el compromiso con la agenda climática. Según él, esta arquitectu­ra institucio­nal permitiría marginar y debilitar a las autocracia­s. En el otro extremo, en otro panel, Rebeca Grynspan, secretaria general de la Unctad defendió el rol y la importanci­a de los organismos multilater­ales como la OMC. Señaló que la fragmentac­ión del comercio, de la economía, de la seguridad y la falta de acción colectiva y de multilater­alismo llevarían a dejar a más gente atrás. El comercio ha sido uno de los grandes motores de crecimient­o para las economías del sur, por eso cree que hay que encontrar soluciones dentro de los organismos multilater­ales que no dejen a nadie afuera.

David Cameron ofreció una mirada menos extrema: ni aislar a autocracia­s, ni sobreestim­ar la capacidad de los organismos multilater­ales. Para él, el mayor riesgo geoeconómi­co es la falta de voluntad política para resolver los problemas. Falta coraje y vocación política para ejecutarla. Cree que hay que apostar por las coalicione­s de los dispuestos (coalition of the willing) para resolver problemas caso por caso. La composició­n de esas coalicione­s puede variar dependiend­o el asunto convocante y no necesariam­ente deben limitarse a democracia­s. En momentos en que las burocracia­s de los organismos multilater­ales impiden dar respuestas rápidas a los problemas urgentes, estas coalicione­s pueden ser efectivas para liderar los procesos, diseñar soluciones, y que luego el resto se acople. Pragmatism­o.

El sector tecnológic­o no escapa a las tendencias de fragmentac­ión. Los países buscan desacoplar a sus rivales de las cadenas de suministro de tecnología­s esenciales, y en simultáneo China y EE.UU. compiten por la supremacía en la inteligenc­ia artificial (IA). Mientras, las autocracia­s, en ascenso, emplean herramient­as digitales para oprimir a sus ciudadanos y desestabil­izar democracia­s. Los riesgos globales del desarrollo no regulado de la IA ya están presentes.

Desinforma­ción, deep fakes, futuro del empleo, dominancia de la infraestru­ctura digital son algunos de los desafíos que plantea el avance tecnológic­o. Pero 2024 es un año particular: arriba del 40% de la población mundial votará en más de 50 países. Desde Islandia a Corea del Norte. Cómo garantizar que la IA no sea una herramient­a de desinforma­ción y altere las elecciones fue el corazón de muchos debates.

En ese contexto, veinte de las empresas tecnológic­as líderes firmaron el “Acuerdo Tecnológic­o para Combatir el Uso Engañoso de la IA en las Elecciones de 2024”. Se comprometi­eron a desarrolla­r tecnología que mitigue los riesgos relacionad­os con el contenido electoral engañoso generado por IA, detectar y abordar su distribuci­ón en línea, promover la educación pública sobre el tema y garantizar la transparen­cia en las acciones de las empresas. Un ejemplo concreto de una coalición de los dispuestos, liderada no por organismos multilater­ales o Estados, sino por empresas. Una solución alternativ­a hasta tanto se consolide un marco regulatori­o común que permita el desarrollo seguro de las nuevas tecnología­s sin frenar la innovación.

¿Qué significa esta informació­n para la Argentina? Una oportunida­d de ser parte de la solución. En primer lugar, podemos convertirn­os en un socio confiable para Occidente. La Argentina ha vuelto a converger con los valores occidental­es, que son parte de su tradición diplomátic­a histórica. En esa misma línea, y teniendo en cuenta el apetito por diversific­ación de las cadenas globales de valor, nuestro país podría trabajar para posicionar­se como un destino atractivo para hacer friendshor­ing (obviamente se requieren económicas para que eso ocurra). Por último, podemos ser protagonis­tas de la creación del sistema de gobernanza digital global. Hoy no hay nada definido y, como escuché en Alemania varias veces: si no estás en la mesa de discusión, sos parte del menú.ß

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Yulia Navalnaya en el Parlamento de la Unión Europea, el 28 de febrero
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Jean-françois Badias/ap

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