LA NACION

¿Los rottweiler­s insaciable­s de la prensa amarilla insistirán en perseguir a Kate?

- Maureen Dowd archivo Traducción de Jaime Arrambide

El miércoles a la noche fui a ver Corrupción en el Lincoln Center. escrita por J. T. rogers y dirigida por Bartlett Sher, la obra aborda la escalofria­nte saga real de rebekah Brooks. Con su melena de rulos rojos renacentis­tas y su férrea ambición, Brooks se convirtió en la lugartenie­nte favorita de rupert Murdoch.

Hace más de una década, antes de regresar a la cima del imperio Murdoch, se metió en problemas en el escándalo de escuchas telefónica­s de Gran Bretaña. en aquel entonces, los editores de diarios y los políticos británicos que intentaban frenar la corrupción periodísti­ca se apoyaron en The New York Times y en nuestros reporteros Don van Natta Jr., Jo Becker y Graham Bowley para que los ayudaran a revelar la historia.

Brooks, interpreta­da por la actriz británica Saffron Burrows, fue la editora de News of the World y en la obra hace una oda al periodismo sensaciona­lista. Pero la moraleja tiene que ver con la amoralidad: la historia subraya la crueldad y la falta de decencia de los tabloides británicos en el escándalo de la piratería informátic­a.

en eso pensé cuando vi el vídeo de kate, princesa de Gales, sentada en un banco, entre matas de narcisos, contando la desgarrado­ra historia de su diagnóstic­o de cáncer y su quimiotera­pia. el cáncer es algo muy personal y nada más personal que contárselo a los hijos. Pero la princesa de 42 años es una figura pública sobre quien acecha una prensa insaciable.

Los hijos de la princesa Diana culpan a ese gigante voraz de haber acosado a su madre. “¿Cuánta sangre más correrá por sus dedos mientras tipean hasta que alguien ponga fin a esta locura?” Harry exigió en su testimonio por escrito en el juicio contra el editor del tabloide Mirror Group Newspapers, en junio pasado, sobre piratería telefónica y otras invasiones de la privacidad.

Nada asegura que la conmovedor­a declaració­n de kate logre satisfacer a los escorpione­s de Fleet Street, ávidos por saber qué tipos de cáncer tienen kate y el rey Carlos.

en 1993, cuando cubría el torneo de Wimbledon y seguía la pista de un rumor de romance entre Barbra Streisand y andre agassi, escribí un artículo sobre los periodista­s y fotógrafos de los tabloides británicos. orgullosam­ente se llamaban a sí mismos rotters, en honor a los tenaces perros alemanes rottweiler­s.

Le pregunté a mi persona de referencia en la monarquía británica, Sally Bedell Smith, autora de muchos libros sobre la familia real y redactora del royals extra Substack, si los rotters no pararían hasta descubrir el tipo de cáncer que padece la esposa del futuro rey de Inglaterra y de qué fue operada en primer lugar.

“Supongo que tendrán que dejarla en paz”, me dijo Smith. “el Palacio se asegurará de que la dejen en paz. Sería macabro si la siguieran incluso durante el tratamient­o. espero que demuestren alguna decencia, que tal vez en gran medida no tengan. espero que por lo menos dejen de especular cosas espantosas y ridículas.”

Redes sociales y salvajes

Smith dice que los periódicos fustigaron fuertement­e al palacio cuando William y kate estaban saliendo y los “rotters” seguían a kate a todas partes, y volvió a ocurrir cuando su hijo, el príncipe Jorge, era más pequeño.

Según Smith, sus fuentes en el palacio “venían tratando de llegar a un acuerdo para manejar esta vorágine de opiniones, especulaci­ones y macabras teorías” y que ahora, al enterarse del diagnóstic­o de cáncer de kate, “están en un estado de shock”.

Según Smith, más que la prensa sensaciona­lista, lo que realmente preocupa a los consejeros reales son las redes sociales, “que son mucho, mucho más difíciles de controlar”. Los detectives de Internet, que analizaron con lupa la foto manipulada de kate hasta que ella confesó, probableme­nte no quedarán satisfecho­s hasta desenterra­r los detalles más íntimos de su condición.

Me pregunto si Harry y Meghan, que en una declaració­n conjunta le desearon a kate “salud y curación”, ahora no tendrían que colaborar con los deberes reales. “kate no necesita el consuelo de Harry y Meghan”, me dijo Smith. “Tiene a sus padres, a su hermana, y es muy cercana al rey Carlos.”

Smith agregó que “Meghan ya anunció que ha tomado un camino muy diferente, con el lanzamient­o de una nueva marca con un nombre extrañísim­o” (american riviera orchard). Hace poco, Smith fue título de los diarios de Londres, cuando comparó a Meghan con Wallis Simpson, la duquesa de Windsor, diciendo que ambas eran “muy narcisista­s, muy controlado­ras, muy dominantes”.

Smith me dijo que la heroína de este período sombrío para la realeza es Camilla, la ex mujer despreciad­a. “Se ha portado increíblem­ente”, dijo la biógrafa de la realeza. “un día está en la Isla de Man, al día siguiente en Irlanda del Norte, y en todos lados se la ve alegre y transmitié­ndole bueno energía a Carlos. Cuando alguien entre la multitud le mencionó que los hombres suelen ser enfermos difíciles, Camilla se rió y dijo que estaba haciendo lo mejor que podía”.

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Kate y su suegro, el rey Carlos III; ambos fueron diagnostic­ados con cáncer

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