LA NACION

El controller de Milei y la nueva política de recursos humanos

En el Gobierno son desconfiad­os para contratar y rápidos para echar funcionari­os; el papel de Posse y sus asesores; la nueva función de Karina Milei

- Maia Jastreblan­sky

“Todos los funcionari­os están a prueba”. A cien días de gestión, Javier Milei logró disciplina­r a su organigram­a con una política de recursos humanos rígida. El Gobierno es muy desconfiad­o para contratar, estricto para gestionar y rápido para echar, según reconocen laderos del jefe del Estado. “Somos un partido nuevo, conocemos poca gente, es muy difícil”, dice un hombre del Presidente. En tiempos de Milei, ante la primera sospecha o disgusto, llega el despido. En palabras del líder libertario: “¡Afuera!”.

Los pocos funcionari­os que se apartaron por decisión propia lo hicieron porque no pudieron conectar con el corazón de la propuesta libertaria, que ahora se revela en su totalidad. Además de la motosierra, el plan de Milei tiene dos ingredient­es: el cambio en las reglas del juego para pasar a una era ultraliber­al y una agenda de la provocació­n, lo que algunos llaman “la batalla cultural”.

“Nosotros no venimos a hacer programas de gobierno. Venimos a modificar el statu quo”, resume un hombre fuerte de la gestión de Milei. Los libertario­s están convencido­s de que ser políticame­nte incorrecto­s y brutalment­e honestos les paga bien en la opinión pública. Pese a la licuadora que pasó por los bolsillos, en la Casa Rosada aseguran que los focus groups y las encuestas que encargan arrojan que “nadie que votó a Milei en noviembre hoy se arrepintió”. Y que la imagen del jefe del Estado creció en los últimos diez días, rozando los 60 puntos. Lo deslizó el ministro de Economía, Luis “Toto” Caputo: “Su popularida­d subió, si hubiera elecciones ahora ganaría cómodo en primera vuelta”.

En ese contexto, la administra­ción del personal es un componente fundamenta­l en un gobierno que aspira a resetear la macroecono­mía a través del achicamien­to del Estado. Para nadie es un secreto que el jefe de Gabinete, Nicolás Posse, audita minuciosam­ente el perfil de cada incorporac­ión. Milei es un presidente al que le interesan la macroecono­mía y, bastante más abajo, la cuestión de la seguridad. Al resto de los temas les dedica poco tiempo. Y tiene poco afecto por las reunioEso le deja al ministro coordinado­r un rol de controller sobre todas las áreas.

La nueva dinámica está generando sensibles retrasos para llenar casilleros en la administra­ción nacional. El principal déficit está en las delegacion­es de los organismos con presencia en todo el país, como la Anses, el PAMI y el Renaper. “Tenemos el enemigo adentro”, reconocen en Balcarce 50. En esas oficinas con atención al público –se calcula que son más de 4000 cargos–, todavía trabajan muchos funcionari­os kirchneris­tas.

Varios de los funcionari­os desplazado­s se sorprendie­ron por la falta de calidez en el momento de la desvincula­ción. omar Yasín se enteró por Whatsapp de que no seguiría al frente de la Secretaría de Trabajo, sin poder intercambi­ar mensajes con la ministra del área, Sandra Pettovello. Y el coronel Alejandro Guglielmi supo que no seguiría al frente de la Casa Militar porque apareció en Balcarce 50 un coronel mayor para avisarle que a partir de ese momento se hacía cargo de la Casa Rosada. No hubo mayores explicacio­nes ni agradecimi­ento por sus servicios, un modo poco habitual en la milicia.

Antes que ellos, Guillermo Ferraro, desplazado del ex Ministerio de infraestru­ctura, contó que alguien “con mala intención” hizo trascender a la prensa que él había filtrado una conversaci­ón de una reunión de gabinete. “Al día siguiente Posse vino a mi casa a pedirme disculpas, pero ya el daño estaba ocasionado”, contó en Radio con Vos. A Enrique Rodríguez Chiantore también lo echaron por el Boletín oficial. “Es espantoso lo que hicieron, estoy indignado”, dijo después.

En la Casa Rosada circuló que al secretario de Transforma­ción del Estado y Función Pública, Armando Guibert –hombre clave del diseño del gabinete de ocho ministerio­s–, también lo desplazaro­n vía mensaje de celular durante el último fin de semana. En la Jefatura de Gabinete dicen que eso no fue así porque el ministro coordinado­r conversó personalme­nte de su salida con Guibert, que fue uno de los responsabl­es del aumento salarial del 48% que recibieron Milei y los ministros en febrero.

Entre los empleados rasos, la inestabili­dad laboral y el ajuste en las horas extras enrarecen el clima. Esta semana, UPCN (el gremio mayoritari­o de los estatales) le hizo llegar una carta a la principal colaborado­ra de Karina Milei en la Secretaría General de la Presidenci­a, Gladys Humenuk, en la que cuestionó “las decisiones que afectan económica y anímicamen­te al personal”. “Sabemos lo duro que es conducir equipos amedrentad­os y desmotivad­os que encima tienen la presión de asistir al Presidente”, rezó el escrito.

A días de que finalice la etapa de “revisión” de la planta de contratado­s, nadie sabe cuántos serán los trabajador­es que verán caer sus convenios a fin de mes. Algunos dines. cen que solo se irán los que no asisten a diario a trabajar. otros, que los afectados serán decenas de miles.

Asesores

En la sede de gobierno naturaliza­n los cambios de gabinete continuos. “Es sano y profesiona­l, nadie está atado a un cargo”, dicen. En otra época, cada caso era un gran suceso. La modalidad, no obstante, disuade a la incorporac­ión de nuevas figuras. Un consultor que observa de cerca al fenómeno libertario lo describió así: “El Gobierno es un conjunto de desconfiad­os”.

Posse tiene un conjunto de asesores –con o sin cargo– que colaboran en el seguimient­o de las áreas. Cerca del funcionari­o dicen que son, sencillame­nte, especialis­tas que lo ayudan en distintos temas. Pero en el Gobierno hay quienes ven allí un shadow cabinet de fiscalizac­ión interna. En ese grupo estaba, por caso, el abogado del Grupo Techint Julio Cordero. Para la CGT siempre fue el verdadero responsabl­e de la política en materia laboral de Milei. Tras la salida de Yasín, días atrás fue oficializa­do como secretario de Trabajo.

otro caso es el presidente de la Fundación Güemes, Mario Lugones, que conoce a Posse desde hace una década. En el ambiente sanitario señalan que es quien mueve los hilos en el área de Salud frente al bajísimo perfil del ministro del área, Mario Russo. Chiantore dijo públicamen­te que, luego de echarlo, quien se comunicó con él fue Lugones, no Russo. El médico es el padre de Rodrigo Lugones, un consultor político muy cercano a Santiago Caputo, el asesor que integra un “triángulo” con los hermanos Milei.

El brigadier retirado Jorge Antelo, secretario de Estrategia Nacional, es el delegado de Posse para el Ministerio de Defensa, que encabeza Luis Petri. “Es el comisario político en el ministerio, el que articula todo”, asegura alguien que conoce el sector.

Algunos unen los puntos y señalan que es natural que Posse tenga buen vínculo con la Fuerza Aérea por su pasado en la Corporació­n América, que administra los aeropuerto­s. Al frente de la Agencia Federal de inteligenc­ia (AFI), Posse colocó a Silvestre Sívori y lo rodeó de cinco militares retirados en distintos cargos del organismo.

Concentrad­o en los asuntos domésticos del gabinete, la semana pasada Posse recibió un sacudón cuando se encontró por primera vez con Emilio Monzó, el rey de la rosca. “Vos tenés que aparecer más, tenemos que verte la cara. Si no, no nos pueden venir a pedir leyes”, le dijo al jefe de Gabinete el diputado de Hacemos Coalición Federal.

Los consejos de viejo lobo de Monzó pueden caer en saco roto con Posse, pero pueden ser de interés para Karina Milei, que esta semana oficializó su rol de armadora con una foto en Córdoba. Haya o no una coalición electoral con Pro el año que viene, los libertario­s necesitan tener una estructura propia mucho más musculosa que la de 2023. Por eso quieren que La Libertad Avanza tenga una presencia seria en buena parte de los distritos del país.

La visita de Mauricio Macri a olivos a principios de marzo no logró disipar las desconfian­zas en la hermana del Presidente. A la hora de sumar expertise en el armado, los laderos de Milei prefieren asesorarse con el ala de Patricia Bullrich. “Creen que Mauricio quiere ser el patrón de estancia y ven en Patricia la comisaria política dentro de Pro”, sintetizó un dirigente que conoce muy bien los entretelon­es.

La obsesión por 2025 es cada vez mayor en la Casa Rosada. Se entiende: para consolidar el cambio de régimen, Milei no solo necesita tener el control del Poder Ejecutivo, sino también sumar poder en el Congreso.ß

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archivo nicolás Posse, jefe de Gabinete

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