Investigan el llamativo silencio de la familia del peluquero prófugo
Sospechan que el homicida habría recibido ayuda de sus hermanos para fugarse
Los investigadores del homicidio de Germán Gabriel Medina, de 33 años, el estilista asesinado en una peluquería de Recoleta, abonaron la hipótesis de que el prófugo estaría protegido por alguno de sus cinco hermanos.
Esta presunción se fundó en un detalle: sospechosamente, después del homicidio ocurrido en la noche del miércoles pasado a las 20.10, los integrantes del grupo familiar del prófugo Luis Abel Guzmán, de 43 años, dejaron de usar sus teléfonos celulares.
El llamativo silencio de los miembros de la familia del homicida no pasó inadvertido para los investigadores de la fiscalía y del Juzgado Nacional en lo Criminal y Correccional N° 44 que, en las últimas horas, ordenaron los allanamientos realizados para tratar de encontrar al imputado, en la casa de Agrelo al 1500 en Merlo y en la portería de un edificio situado en la avenida Pueyrredón, cerca de la esquina de Beruti y Austria, donde Guzmán fue visto por última vez, después de matar de un balazo en la cabeza su compañero, Medina.
Según fuentes de la investigación judicial, el prófugo tiene cinco hermanos. Entre los responsables de la pesquisa no descartan la posibilidad de que el imputado se hubiera refugiado en la casa de alguno de ellos. Además, tiene familiares en Santiago del Estero. Por este motivo, se dispuso sumar a la División Búsqueda de Fugitivos de la Policía Federal a la persecución del acusado del homicidio en la peluquería de Recoleta.
Curiosamente, después del asesinato, los integrantes del grupo familiar del imputado dejaron de utilizar sus teléfonos. El abrupto cambio de costumbres del entorno del prófugo es investigado por los detectives porteños.
Hasta el momento se sabe que la División Homicidios de la Policía de la Ciudad quedó a cargo de la investigación del asesinato. Detectives de esa dependencia allanaron con resultado negativo el domicilio del imputado, en Merlo, y el departamento de la portería de uno de los hermanos.
Al mismo tiempo, otro grupo de policías se dedicó a revisar las cámaras de seguridad del gobierno porteño y de propiedades privadas que funcionan en la zona adyacente a la peluquería para tratar de reconstruir el recorrido que hizo el acusado después de huir por una ventana del local.
La revisión incluyó paradas de colectivos, estaciones de subte, del ferrocarril Sarmiento, en la zona de Once y estacionamientos. También se realizaron averiguaciones con las aplicaciones de viajes con vehículos.
En su testimonial, el dueño de la peluquería, Facundo Verdini, sostuvo que desconocía la existencia de un conflicto previo entre Medina y Guzmán, aunque aseveró que el día del homicidio, el acusado manifestó un notable cambio de conducta con respecto al comportamiento habitual, circunstancia que quedó expuesta por cambio en la fisonomía y en una actitud de intolerancia.
El inesperado y mortal ataque dentro de la peluquería, mientras varios de los estilistas que allí trabajan mantenían una reunión de trabajo tras el cierre del local, había tenido una especie de advertencia pocas horas antes. “Hoy mato a alguien”, había expresado Guzmán a la cajera de un local cercano. Nadie podía anticipar que detrás de lo que se pensó como una mala broma se escondía un deseo criminal originado, posiblemente, en celos profesionales.
Cuando periodistas le preguntaron a la pareja de la víctima, Julio Mendoza, por los problemas que existían entre su novio y el asesino, comentó: “Él (por Medina) iba a hacer su trabajo y se dedicaba a eso. Sí, habían tenido discusiones y demás, pero eran discusiones que todos los compañeros tenían, no solo él. Era una pelea de peluquería, como en todos lados, lo naturalizaba”.