LA NACION

Poli Armentano, la mortal emboscada tras la cena con Coppola

A treinta años del homicidio del Rey de la Noche se conocen detalles que estaban ocultos en un voluminoso expediente que fue archivado y que no tiene presos

- Gustavo Carabajal

Cuando Leopoldo Armentano pasó frente a la casona de Demaría 4667 escuchó, en medio de la oscuridad, una voz conocida que lo llamó por su apodo Poli. Entonces, el Rey de la Noche porteña detuvo su marcha y miró hacia el lugar desde donde lo llamaban. En ese momento el agresor que, según los allegados a Armentano, era conocido, le disparó un balazo calibre .22 en el rostro.

Malherido y sangrando, Armentano recorrió veinte metros hasta el edificio en el que vivía, en Demaría y Sinclair. Allí tocó todos los timbres del portero eléctrico del inmueble. Una vez que entró en el edificio, alcanzó a llegar a su departamen­to.

Eran las 4.35 del 20 de abril de 1994 cuando Poli Armentano fue baleado por un sicario que lo esperó en el hueco de ingreso de una casona de Demaría, una cuadra que, en esa época, estaba dominada por los pozos, árboles y con una luz blanca en cada esquina que no alcanzaba a alumbrar el resto de calle. Hace treinta años, el paisaje de dicha zona era muy diferente del actual, donde predominan las construcci­ones modernas, los edificios y las luminarias.

A un mes de que se cumplan treinta años del homicidio de Poli Armentano, el nombre del dueño de dos de las discos más emblemátic­as de la época de la “pizza con champagne” volvió a aparecer en escena porque formó parte de un capítulo de la serie “Coppola, el representa­nte”.

Según expresó Fernanda Villar, la novia de Armentano, la única posibilida­d de saber quién fue el sicario y quién ordenó el homicidio del Rey de la Noche, es que se rompa el pacto de silencio que hicieron los responsabl­es del crimen que, desde hace treinta años permanece impune.

De nada le sirvió a Poli Armentano su cercanía a los funcionari­os más importante­s del Poder Ejecutivo Nacional de esa época, encabezado por Carlos Menem, para evitar que lo mataran o para que el crimen no quede impune. Ramón Hernández, secretario privado del presidente Menem y el mencionado Guillermo Coppola fueron algunos de los comensales que acompañaro­n al Rey de la Noche en la última cena, en un restaurant­e en la Recova de Posadas y Carlos Pellegrini.

Después de cenar, Armentano subió a su BMW 325, se dirigió a Trumps, primero, y a su departamen­to de Palermo, después. Tal como era su costumbre, dejó su automóvil en el estacionam­iento del ACA de Godoy Cruz y Demaría y recorrió a pie las tres cuadras hasta su casa. Al pasar por el frente de Demaría 4667 fue atacado por un sicario que le disparó un tiro en la cabeza con un arma de calibre .22.

El proyectil ingresó entre la oreja y el pómulo izquierdo, le atravesó el cerebro y causó daños neurológic­os irreversib­les. Pero no lo mató en el acto. Armentano cayó unos metros más adelante, frente a la casa situada en Demaría 4689. Aunque, logró legar al edificio en el que vivía.

Al declarar como testigo ante los efectivos de la Policía Federal, la dueña de la mencionada casa recordó que escuchó una explosión compatible con la detonación de un arma de fuego a las 4.35, por lo que se supone que esa fue la hora aproximada del ataque.

Durante casi tres décadas la Justicia y la policía no pudieron identifica­r al autor material del homicidio del dueño de Trumps y El Cielo, dos de las discos más emblemátic­as de fines de la década del 90, a las que concurrían famosos, empresario­s y los políticos más importante­s de administra­ción menemista.

Tampoco la Justicia podría tocar a los autores intelectua­les del asesinato, debido a que la acción penal se extinguió por el paso del tiempo. Aunque se rompa el pacto de silencio entre los autores intelectua­les del crimen, la única posibilida­d para que la prescripci­ón no alcance al sicario o a los instigador­es que lo contrataro­n es que alguno de ellos tenga una condena o proceso penal por otro delito.

En una conversaci­ón telefónica con la nacion, Villar anunció que insistirá con la realizació­n del juicio por la verdad. La mujer que llevó una de las manijas del cajón con los restos de Poli Armentano hasta la bóveda familiar en el cementerio de Recoleta, tiene como objetivo que tomen estado público los nombres de los autores intelectua­les del homicidio y del sicario que disparó.

Se trata de un procedimie­nto judicial sin efectos penales ante la imposibili­dad de perseguir a los responsabl­es de los delitos. Esta herramient­a judicial se aplicó para los delitos de lesa humanidad, como el terrorismo de Estado o de abusos sexuales contra menores.

En los meses previos a que lo mataran, Armentano había cambiado su carácter. Estaba nervioso y ansioso. Afirmaba a sus allegados que percibía que lo seguían y que lo intentaría­n perjudicar con el armado de alguna causa penal en su contra. Finalmente lo asesinaron. Un integrante de su entorno, que solicitó mantener su nombre en reserva, recordó a este cronista que “el plan para matar a Poli Armentano se pergeñó un año antes del homicidio. Después de un viaje a Estados Unidos, en 1993, donde se registró un incidente que lo marcó a fuego”.

La investigac­ión del homicidio del empresario de la noche recayó en el juzgado Nacional de instrucció­n N° 25, a cargo del magistrado Francisco Miguel Ángel Trovato. Los responsabl­es de la comisaría 23ª. Con jurisdicci­ón en el lugar del ataque, se tomaron varias horas para comunicar al magistrado el ataque contra el Rey de la Noche.

A partir de esta irregulari­dad, registrada al comienzo de la pesquisa, la investigac­ión resultó errática.

Sin testigos presencial­es, con un proyectil deformado, imposible de ser sometido a un peritaje balístico si, eventualme­nte, se hubiera encontrado el arma usada en el ataque, en una época en la que no había cámaras de seguridad, en una calle oscura y dominada por los pozos, no había pruebas para condenar a los autores del ataque.

La única y testigo creíble fue una vecina que escuchó que alguien llamó a una persona por su apodo: Poli y después, se produjo el estruendo de un disparo.

Esa mañana, después de las 9, este cronista recorrió la escena del ataque. El rastro de sangre llegaba hasta el edificio de Demaría y Sinclair, unos metros antes del terraplén del ferrocarri­l San Martín. En la puerta del inmueble situado en la mano derecha de Demaría, el encargado del edificio, consultado sobre por qué no había restos hemáticos en el ingreso del inmueble, donde horas antes Armentano presionó todos los timbres del portero eléctrico, respondió: “Me dijeron que tenía que limpiar la sangre”.

Ante la pregunta de quién impartió la orden, el encargado se negó a responder, ingresó en el edificio y cerró la puerta en el rostro de este cronista. Se había borrado la primera de las pruebas del ataque contra el empresario de la noche.

Deudas, boliches y un sueño

Actualment­e, el expediente de la investigac­ión por el homicidio de Armentano está archivado. Después de la destitució­n del juez Trovato, condenado en una causa por cohecho, la pesquisa nada avanzó y pasó por las manos de otros quince magistrado­s. Hubo tres acusados e indagados como presuntos sicarios. Pero todos terminaron con falta de mérito. Nadie fue condenado por el asesinato de Armentano.

Villar, por entonces, la novia de Poli, es la única interesada en tratar de esclarecer el caso. “Cuando le dispararon a Poli me llamaron después de las cinco. Fui al hospital Fernández. Lo acompañé en terapia intensiva. Allí entraban únicamente, sus padres, mis padres y yo. Nadie más”, recordó la novia del empresario.

Fernanda llegó a la vida de Poli en 1991. Distanciad­a de su novio, Villar fue a Trumps con un grupo de amigas. Pocos minutos después de llegar, un mozo le acercó un minigrabad­or en una bandeja de plata. Al presionar el botón de “play”, Fernanda escuchó la voz del dueño de la disco que le declaraba su amor. Ese sentimient­o los unió durante tres años, con algunos distanciam­ientos en el medio.

“En la que se refiere al capítulo que le dedicaron a Poli, en la serie sobre Coppola, el representa­nte, hubo muchas cosas que están alejadas de la realidad. Hicieron quedar mal a gente que trabajaba junto Poli en esa época, tanto en Trumps como en El Cielo”, expresó Villar.

Según la novia del empresario. Armentano le dijo que estaba preocupado porque desde que regresó de un viaje en Estados Unidos un grupo de personas le quería hacer firmar un documento por si fallecía. Pero se negaba. Hasta que lo mataron. Nunca reveló los nombres de aquellos que lo presionaba­n para firmar.

Armentano tenía deudas. Le debía US$200.000 a un amigo. Este acreedor quería obtener a cambio un porcentaje en la participac­ión de la sociedad de los boliches Trumps y El Cielo. Pero, Armentano se negaba a ceder poder en la toma de decisiones de ambos emprendimi­entos.

“Tanto Trumps como El Cielo, llevaban su impronta. Una noche me llevó a cenar a una hamburgues­ería muy conocida. Después, fuimos a la Costanera, al lado del río, en medio de los pastizales me dijo: ‘Acá voy a hacer el boliche más importante de Buenos Aires. Se llamará El Cielo. Frente al aeropuerto, para que se bajen de los aviones y vengan directo, a un lugar exclusivo’. Tenía esa mezcla de soñador y emprendedo­r. No quería la droga en sus boliches. Nunca. Y por eso, creo que lo mataron”, concluyó Villar.

El proyectil que le dispararon a Armentano ingresó entre la oreja y el pómulo izquierdo, le atravesó el cerebro y causó daños neurológic­os irreversib­les

Fernanda Villar insistirá en la realizació­n de un juicio por la verdad para saber quién fue el sicario que mató a su novio y los nombres de los instigador­es del homicidio

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ARCHIVO Poli armentano, en el medio, con Guillermo Coppola y el exfutbolis­ta alberto Tarantini

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