El viejo truco de mezclar mentira y verdad
¿Qué es lo que más se encuentra en internet, después de fotos de gatos y de comida? Frases mal atribuidas. Un consejo: si ven una cita de lo más inspiradora firmada por un autor célebre, verifiquen su autenticidad. Un buen lugar para hacerlo es Wikiquote.org, que, al revés que las cuentas menos rigurosas, anota exactamente en qué obra, discurso o reportaje el autor manifestó esa frase.
El fenómeno no es nuevo. Vengo viendo a Aristóteles o Kafka decir cosas cool (que jamás dijeron) desde que nació internet. Pero es también un fenómeno que anticipó lo que ocurre hoy con las redes sociales. Al revés de lo que se dice (otro fake), no todo lo de las redes es una operación, una calumnia o un embuste. El dilema con el que nos encontramos, y que tiene ramificaciones imprevisibles, es que se mezclan verdades con mentiras. En la línea de tiempo de Twitter, en el feed de Instagram o en Facebook encontramos una frase atribuida a Sun Tzu –que no figura en ninguna parte del Arte de la Guerra– al lado una cita correctamente extraída de
La Peste de Camus. Las recetas para hacer queso, pan o yogur se exponen de mil maneras diferentes en Youtube, y si bien la cocina es un arte, la chapucería es la norma y el dato profesional, la excepción. ¿Y las dietas? Hay videos que son francamente preocupantes. Pero se listan junto a otros que tienen a un doctor que dice la posta sin efectos visuales y sin escenografía; sin glamour. Dice la verdad, pero tiene pocas vistas, porque el video es aburrido.
Lo primero que uno piensa –y lo que regurgitará el gurú de turno– es que la verdad ha dejado de importar. Que las personas prefieren leer o escuchar aquello que coincide con sus creencias. Sí, ya sabemos esto. Pasó siempre y es uno de los sesgos más arraigados de la mente humana; Internet a lo sumo nos permite ver más de aquello con lo que estamos de acuerdo. Darle like. Llegado el caso, amplificarlo hasta imponerlo como cierto. Es lo que Elon Musk, sin darse cuenta, confesó que quiso hacer cuando compró Twitter. Dijo que quería salvar a Estados Unidos (tal vez al mundo) de la ideología woke. Woke hoy se usa como un término peyorativo, pero su origen tuvo que ver con la defensa de los derechos de las minorías. Signifique lo que signifique, Elon dice haberse comprado Twitter para que no prevaleciera la mirada woke del mundo. Es decir, para que prevaleciera otra mirada; la suya propia.
En suma, la verdad es tan importante hoy como lo fue siempre. ¿Por qué? Por muchos motivos. Entre otros, porque la verdad funciona como los cimientos. Si empezás a construir sobre mentiras (como lo han hecho siempre los regímenes populistas y los totalitarismos), tarde o temprano la realidad te va a dar un gancho al mentón.
Pero hay asuntos más importantes que la política, digan lo que digan los políticos. Vuelvo a las dietas. El video con ese programa delirante para bajar de peso puede arrancar aconsejando que vayas a un nutricionista, pero es un hecho que la persona que lo ve hará lo contrario; seguirá a rajatabla la dieta porque coincide con su ideología, sus hábitos o parece de sentido común. Nota: no hay sentido común que valga con las dietas. El metabolismo humano es de una complejidad tan exorbitante que confiar en el sentido común puede causar más daño que bien.
Y ahora la vuelta de tuerca insólita, abrumadora, casi paralizante. Internet está repleta de información valiosa, verificada, confiable. Pero volvemos a cometer el mismo error, ahora a una escala global: confundimos gritar más fuerte con tener razón, y confundimos tener razón con haber alcanzado la verdad. Además, nos olvidamos de que la buena información no sirve para nada, si nadie está dispuesto a leerla. O todavía peor, si los niveles educativos caen tan bajo que, si es más complicado que un clip de Tiktok, entonces nadie lo mira. ●