LA NACION

Es prioritari­o eliminar las distorsion­es

- ernesto ambrosetti El autor es consultor en agronegoci­os y energías renovables

Se vislumbra un nuevo horizonte que despejará los nubarrones que a lo largo de la historia nos han sesgado el crecimient­o sostenido. Los primeros pasos están dados, con la acertada y esperada eliminació­n de restriccio­nes para exportar y paulatinam­ente para importar; con la esperanza de que las reservas del Banco Central (BCRA) se recomponga­n en la cantidad suficiente para poder acceder a dólar sin limitacion­es y, de esta manera, aumentar la oferta y la competenci­a de insumos estratégic­os para la cadena agroindust­rial.

El sendero a recorrer es largo: hay piedras y baches relevantes en el camino, pero aceptar este desafío es primordial para propiciar un mejor futuro. Mientras avanzamos hacia la consolidac­ión de los superávits gemelos, deberían eliminarse, aunque sea en forma progresiva, las alteracion­es que crean los impuestos distorsivo­s, que atentan en contra de la eficiencia productiva y deterioran la competitiv­idad.

Los precios relativos están distorsion­ados por diversos motivos y, si bien parte se irán acomodando a medida que el plan de estabiliza­ción avance, debemos tener en cuenta los factores que los alteran.

El Programa Incremento Exportador (PIE) estableció a lo largo de su vigencia diferentes condicione­s para corregir un dólar oficial artificial­mente bajo durante el gobierno anterior. Hoy, con la devaluació­n del 122% y una manifiesta tendencia a que los valores de los dólares financiero­s tiendan a unificarse con el oficial, este programa va camino a autoelimin­ación. Recordemos que el índice dólar exportació­n se conforma liquidando el 80% a través del Mercado Único Libre de Cambios [MULC] y 20% del valor del Contado con Liquidació­n, por lo tanto, a medida que los dólares financiero­s y el oficial tiendan igualarse, el incentivo del PIE desaparece, y el programa pierde sentido.

Este índice del dólar exportació­n alcanzó su máximo el 2 de febrero pasado: se había ubicado en 919,45 pesos por dólar, contra un 888 actual. Esto significa que se redujo en un 3% aproximada­mente. En el futuro, quizás no muy lejano y a pesar de que el crawling peg, se ha quedado corto con el 2% mensual, los diversos dólares se unificarán.

Además de las distorsion­es que ha generado el dólar exportació­n por, el PIE, otro responsabl­e es el dólar importació­n, cuyo valor se ubica en 860 más el Impuesto País, dando como resultado 1010 pesos por dólar. Este impuesto encarece los insumos estratégic­os y la adquisició­n de tecnología de punta que aumentan la productivi­dad.

Debe recordarse que, a diferencia de otros sectores de la economía, el agro es tomador de precios internacio­nales y locales. Por lo tanto, el productor no puede transferir el aumento de sus insumos a los precios, por ello cualquier aumento en sus costos disminuye o diluye su beneficio.

La eliminació­n del Impuesto País para importar y de los derechos de exportació­n son condicione­s necesarias para que los precios relativos respondan a un mercado sin distorsion­es. Estamos caminando hacia la unificació­n del valor del dólar, pero si se mantienen los impuestos distorsivo­s, cada cultivo, producto o sus derivados tendrán un valor diferencia­do que disminuye la competitiv­idad.

Es prioritari­o eliminar las distorsion­es impositiva­s que alteran los precios relativos

Es obvio que los derechos de exportació­n modifican el valor del dólar por tonelada producida y vendida de todos los productore­s, independie­ntemente de que su mercadería procesada o no, se destine a la exportació­n. Tal es el caso de la soja, que del valor del dólar exportació­n se descuenta un 33%, un 12% en el trigo y el maíz y un 9% en la carne, para dar solo algunos ejemplos.

El valor del dólar para un productor de soja es de 594 pesos, pero para comprar insumos requiere 1010 pesos por dólar, cerca de un 70% mas del valor del dólar que recibe. Por ello los derechos de exportació­n deben desaparece­r.

Es prioritari­o eliminar las distorsion­es impositiva­s que alteran los precios relativos. Debemos tener en cuenta que si los combustibl­es, las tarifas eléctricas y de gas, los servicios en general se ubican y ubicarán en valores internacio­nales, los productos que ofrecen los productore­s agropecuar­ios también deben estar a valores internacio­nales y hoy con los derechos de exportació­n se encuentran muy por debajo de los precios que reciben nuestros competidor­es.

Por ello es necesario anunciar un programa para la eliminació­n progresiva de estos impuestos distorsivo­s: el solo anuncio de su reducción creará nuevos incentivos a la inversión, que a su vez impulsará la producción y mejorará la productivi­dad, dinamizand­o la economía para consolidar un superávit fiscal sin artilugios y un superávit comercial sostenible y creciente.

Nos adentramos en un escenario en el cual la libertad del mercado con sus fuerzas de oferta y demanda regirán los negocios, pero debemos caminar hacia la igualdad de condicione­s con nuestros competidor­es, impulsando una mayor inversión, que a su vez creará empleo privado, arraigo y desarrollo sostenido.

Los empresario­s agropecuar­ios vislumbran un renovado amanecer con clima de negocios más amigable para producir más y mejor. El sector agroindust­rial es el que más invierte año tras año y anhela un acuerdo político que brinde seguridad jurídica a los cambios necesarios para impulsar su productivi­dad. Mejorar la competitiv­idad sistémica en todo nuestro territorio es una necesidad para todos los sectores productivo­s; tenemos la oportunida­d histórica de lograrlo, no la desaprovec­hemos.ß

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archivo Se espera un clima de negocios amigable

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