chapadmalal. el destino de la costa con lotes desde US$10.000 y nuevos desarrollos La oferta de barrios cerrados
La cercanía al mar y el valor de las propiedades que lo rodean son determinantes en el precio de una casa en el balneario preferido por los surfistas y las familias jóvenes argentinas
“El año pasado había 70 complejos de cabañas en construcción en Chapadmalal, hoy deben ser más de 90”, dice a LA NACION Tony Curuchet, Presidente de la Cámara de Turismo de “Chapa”. Pese a la crisis, el balneario al sur de Mar del Plata atravesó una temporada de verano exitosa y a medida que se afianza como polo nacional del surf, aumentan la actividad gastronómica, la vida nocturna y las oportunidades de inversión inmobiliaria: todavía hay lotes por US$10.000.
La cercanía al mar y el valor de las propiedades que la rodean, son determinantes en el precio de un inmueble en Chapadmalal. “Una casa de tres habitaciones, dos baños, comedor, quincho y un parque de 1000 metros cuadradoss en el barrio Playa Chapadmalal, que es abierto y está a tres cuadras de la ruta, cuesta US$160.000“, indica Curuchet. “En Playa Chapadmalal los lotes valen entre US$50.000 y US$100.000. En otras zonas el precio oscila entre US$10.000 y US$50.000”, agrega Curuchet, quien estima que hay entre 600 y 800 lotes en venta entre particulares e inmobiliarias.
En Chapadmalal hay siete barrios. El primero que se encuentra yendo por la Ruta 11 desde Mar del Plata es La Paloma, sede del campeonato nacional de surf de Quiksilver; luego, Playa Los Lobos, seguido por Playa Chapadmalal donde están los balnearios más conocidos: Luna Roja y Cruz del Sur. Cerca del balneario Luna Roja se encuentra La Estafeta, la microzona en expansión, donde se concentra la mayor actividad comercial. Ahí están las cervecerías, algunos hostels y una feria de artesanos. Siguiendo por la ruta se encuentran los barrios Santa Isabel, San Eduardo, El Marquesado y por último, San Eduardo del Mar.
“Chapadmalal se empezó a revalorizar hace 10 años, pero se potenció en pandemia, gracias al surf y a la llegada de marcas como Reef, Ala Moana y la cervecería Antares”, dice Curuchet. El crecimiento también se ve reflejado en el incremento de la población: Curuchet indica que en 2010 el censo contó 10.200 habitantes; hoy calculan que hay 18.000, casi el doble.
Gaspar Zaputovich, martillero de Zaputovich Propiedades, sostiene en el mismo sentido: “En pandemia la gente empezó a privilegiar el contacto con la naturaleza y justamente Chapadmalal ofrece todo: el mar y el campo. Por eso muchos lo comparan con José Ignacio, en Uruguay. Además, el surf fue cobrando cada vez más relevancia”.
Respecto de las ventas, Zaputovich agrega: “La pospandemia fue el gran momento. Hoy se vienen manteniendo los valores que se incrementaron, pero sin tanto movimiento comercial, aunque se sigue vendiendo porque el sueño de la casa con vista al mar persiste. Hay muchos proyectos personales, más que grandes desarrollos. Se compra un lotecito y se construye. Estamos viendo muchas casas modulares, que se realizan en una fábrica y se trasladan al lugar”.
El cambio cultural impulsó además un recambio en el perfil de los turistas. Zaputovich compara: ”Históricamente, eran familias de zona norte que tenían casa y veraneaban en Chapadmalal, pero en el último tiempo se fue mutando hacia un turismo más joven, atraído por el surf y las fiestas electrónicas. Algunos balnearios se consolidaron como sedes del afterbeach: en particular Luna Roja y El Calamar Loco, donde se hacen fiestas”. En El Calamar una mesa vip en una fiesta electrónica sale $300.000 .
Los antiguos habitués de Chapadmalal celebran el consumo y la actividad que genera el turismo, pero observan con recelo cómo la vida nocturna irrumpe en la tranquilidad que solía ser el principal atractivo del lugar. Para limitar la expansión del fenómeno, impulsaron un reglamento que obliga a terminar las fiestas a las 12 de la noche. Y si durante la madrugada hay fiestas clandestinas se tratan de desarticular.
A pesar de su espíritu joven y descontracturado, vivir en Chapadmalal es más caro que en Mar del Plata y Miramar. “Salvo por la luz y la conexión a internet, no hay ningún otro servicio: el agua es por pozo y el gas, envasado”, explica Curuchet. “En invierno es más caro por la compra de garrafas para calefaccionar los espacios. Además el precio de los productos en el supermercado es superior a otros lugares de la costa”.
Nada de esto desalienta a los turistas que en el verano ocuparon el 90% de las propiedades. “De todas formas fue una temporada marcada por la imprevisibilidad”, reflexiona Zaputovich.
“En 2022, ya en noviembre teníamos 60% de las propiedades reservadas; en 2023 se alquilaron a último momento. Llamaban y preguntaban si había lugar para estadías más cortas. Eso nos hace trabajar más pero sigue siendo rentable porque las casas se mantienen ocupadas. En la pospandemia teníamos todo reservado desde octubre. Eso fue bajando conforme nos fuimos alejando del 2020. Este año también incidió el cambio de gobierno y la incertidumbre por el efecto de las nuevas medidas económicas. No fue una temporada excelente pero podemos decir que fue una temporada digna”.
El alquiler de una casa para una familia de dos hijos cerca de la playa ,con personal de limpieza dos veces por semana, cuesta alrededor de US$120 por día, un poco más de lo que vale en Mar del Plata, dice Zaputovich.
En los barrios cerrados de Chapadmalal, Barrancas de San Benito y Marayuí, el alquiler parte de US$200 por día. Otro síntoma del crecimiento de la zona es el desarrollo de un nuevo country: Olas. Cerca de los acantilados, rodeado de un bosque lleno de especies de árboles de más de 70 años de vida. El emprendimiento se desarrolla sobre un terreno de 100 hectáreas vírgenes, ubicado a 15 minutos de Playa Grande y a 100 metros del mar. El barrio contará con una laguna, un arroyo, una huerta orgánica, biosenderos separando los lotes y árboles por todas partes.
El proyecto se inicia con una primera etapa de 152 lotes y tendrá aproximadamente 350 cuando se complete su desarrollo. Las medidas de los terrenos van desde los 1300 m² hasta los 2100 m². El precio del metro cuadrado se encuentra, en promedio, en los US$100. Las obras comienzan en breve y la comercialización de lotes ya empezó.
“Hay familias que han tenido casas grandes para veranear y ahora que los hijos han crecido, no vienen. Costa Esmeralda y Punta del Este absorbieron un poco de ese mercado. Y esas casas quedaron sin uso y se venden. Hay muchísimo potencial”, finaliza el broker inmobiliario.ß
el destino ofrece mar y campo, y por su estilo descontracturado y hippie chic ya se lo compara con José Ignacio en Uruguay