LA NACION

El desafío de abrir “la mejor taquería de Buenos Aires”

- Lucas Parera

El “mal del Jamaicón” empezó al poco tiempo de mudarse a Buenos Aires. Francisco Gómez Díaz llegó desde su México natal a la Argentina, de la mano de su ahora mujer, Sole. La había conocido acá, durante un año en el que Francisco hizo un intercambi­o en la universida­d. Él estudiaba diseño industrial y le había parecido una buena idea conocer la ciudad. Le gustaba el país, la gente, la cultura. Pero cuando se instaló definitiva­mente, hace unos seis años, empezó a extrañar los sabores de su tierra. “Acá se come muy bien, pero yo necesitaba maíz, necesitaba picantes”, le dice a la nacion. El también llamado “síndrome del Jamaicón” es justamente eso: nostalgia por las costumbres y sobre todo por la comida mexicana -el nombre viene de José “Jamaicón” Villegas, un futbolista mexicano que tuvo un pico de nostalgia en el Mundial de Suecia 58-. Francisco extrañaba los tacos, y acá no los conseguía exactament­e como quería. Así que se propuso hacerlos él mismo.

“Taquería Díaz” nació primero como un pop-up -una modalidad de restaurant­e temporal- y después como un puesto dentro del Patio de los Lecheros, en Caballito. “Yo no había hecho ni un suadero -carne de vaca de una zona similar a la de la falda-, pero le fui perdiendo el miedo a la cocina, a cocinar desde cuatro kilitos a de repente 20, y a entender la receta y el sabor. Tenía que lograr un sabor constante, y lo hice a base de prueba y error”, dice Francisco. Así, “Taquería Díaz” se consolidó y creció a través del boca a boca, pero con la pandemia vino un golpe fuerte para el proyecto.

“En el Patio de los Lecheros la persona que nos alquilaba el lugar nos jugó chueco. Se vino la pandemia y nos dejó afuera, se quedó con cosas de la cocina, con todo. Puso candados de un día para el otro y nunca nos dejaron entrar. Nosotros alquilábam­os un espacio con cocina. Hicimos demandas y todo, pero no pasó nada. Por suerte no perdí el nombre, porque lo tenia registrado, pero tuvimos que empezar de cero”, cuenta Francisco.

Durante la pandemia, Francisco siguió con la marca, haciendo y repartiend­o pedidos él mismo. Hacía siete u ocho por día, no era mucho, pero lo mantenía activo. Y hacia el final de 2020 le llegó la oportunida­d de alquilar un local en Coghlan. Invirtió US$20.000 para la puesta a punto e importó maquinaria desde México para armar la cocina, y elementos decorativo­s típicos de las taquerías del DF. “Mi intención es ser la mejor taquería de Buenos Aires, y lograr un sabor que pueda competir con el de una taquería en México”.

“Tuvimos momentos donde el lugar estaba repleto, y otros como hace unos meses, donde no estaba tan lleno. El vaivén económico impacta. En enero vinieron 1900 personas más o menos y fue un mes bajo. En septiembre pasado servimos a 2400. Pero es curioso, el taco que más sale es el pastor, que lo hacemos con bondiola y es el más caro. Como balance diría que siento que no llegamos todavía a nuestro techo. Y me gustaría abrir una segunda taquería”.

Gómez Diaz, igualmente, reconoce que el mercado local no es para cualquiera. “Está cabrón. Es una chinga [una chinga es algo que cuesta mucho trabajo]. Lo que pasa es que no entiendo nada de la economía. En México no entendía nada y ahora menos. Sentís que te va bien, porque estas vendiendo mucho, pero... El año pasado no actualizab­a los precios y me comió la inflación. vendía cada vez más tacos, pero terminé pidiendo un préstamo para cubrirme. Lo intento ver como divertido, me desafío a ver qué hay que hacer para que el local esté lleno. La he pasado muy mal, lo he querido vender al local, lo he querido quemar, pero somos un buen equipo y bueno, va a haber problemas siempre, pero la idea es crecer. Tenemos trabajo a pesar de la situación. Y si todo se normaliza puede haber una buena perspectiv­a”.

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Francisco Gómez Díaz en su Taquería Díaz

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