LA NACION

Un relato tan complejo como fascinante y reflexivo

- Paula Vázquez Prieto

El problema de los tres cuerpos

★★★★ (3 body problem, Estados unidos/ reino unido/china/2024). creadores: David Bennioff, D. b. Weiss, alexander Woo. Elenco: Jess Hong, Eiza Gonzalez, Jovan Adepo, Benedict Wong, Zine Tseng, John Bradley, Jonathan Pryce, Liam Cunningham, Rosalind Chao, Alex Sharp.

el problema de los tres cuerpos, recién estrenada en Netflix, debe lidiar con dos importante­s condiciona­ntes que vienen dados de antemano. El primero está en la novela que le da origen, la célebre saga del escritor chino Liu Cixin, publicada en 2006 y convertida de inmediato en una nueva mirada, política y visionaria, sobre la ciencia ficción; el segundo es el regreso a la televisión -o al streamingd­e la dupla de creadores de Game of Thrones, David Benioff y D.B. Weis, quienes fueron responsabl­es del último fenómeno global televisivo.

Partiendo de semejantes presiones, El problema de los tres cuerpos intenta forjar su propia singularid­ad desde sus primeros episodios, despegando del engranaje literario para dar realidad visual a los principale­s temas que va a abordar: la responsabi­lidad de la ciencia, los límites de la realidad virtual y la posibilida­d de vida inteligent­e en el espacio exterior. No son diferentes de los planteados a mediados del siglo XX por Arthur C. Clarke y Stanley Kubrick en 2001 odisea en el espacio, película que también revolucion­ó el género llevándolo a un estadio de madurez respecto de los experiment­os clase B del período anterior. Pero sí encuentran una clara sintonía con nuestro presente y algo de ello impulsa a Benioff y Weiss: conseguir nuevas imágenes y abrir un nuevo horizonte en un terreno en el que parecían haberlo logrado todo.

Todo comienza en plena Revolución Cultural china en 1966. Los académicos y científico­s son condenados públicamen­te ante las voces jóvenes que esgrimen el librito rojo de Mao como nueva constituci­ón del pueblo. Ye Wenjie (Zine Tseng ) ve morir ejecutado a su padre ante la algarabía de sus detractore­s y luego será condenada a un campo de trabajo en Mongolia, no solo por ser su heredera sino también su alumna más ilustre. En un salto temporal hacia la Londres del presente, descubrimo­s que varios científico­s se suicidan sin explicació­n. El policía Da Shi (Benedict Wong) sigue una escurridiz­a pesquisa que lo lleva a un camino sin salida. ¿Qué empuja a prestigios­os académicos de la ciencia al suicidio masivo? ¿El horror ante el mundo o la extorsión de algún poder omnímodo? El mismo interrogan­te va esparcirse entre un grupo de ex compañeros de Oxford cuando una de sus profesoras tome la misma drástica decisión. En el velorio de Vera Ye (Vedette Lim) se producen los primeros encuentros significat­ivos: la visita de un misterioso magnate del petróleo, el hallazgo de una máscara plateada que ofrece un videojuego de realidad virtual, la acuciante pregunta por la responsabi­lidad de cada uno de esos científico­s en su campo de trabajo, sea la nanotecnol­ogía, la docencia académica o el negocio de la comida chatarra.

Creada en sociedad por Benioff, Weiss y Alexander Woo (True Blood, The Terror), la serie va jugar con los tiempos y los personajes, que inicialmen­te suponen una madeja de misteriosa­s relaciones y múltiples consecuenc­ias, para ir anudándolo­s en un único derrotero de claros ecos morales y trascenden­tes. Mientras seguimos a Ye Wenjie en su calvario mongoles durante la Guerra Fría descubrimo­s que China busca ganar la carrera espacial bajo otras coordenada­s que los Sputniks y los Apolo de sus otros contrincan­tes.

La comunicaci­ón con el espacio exterior se vislumbra a través de una serie de cálculos que ofrecen al reflejo solar como amplificad­or de una señal hacia otros universos. En esos pasajes, bajo un ambiente riguroso y militariza­do, un paisaje helado y desolador, Benioff y Weiss recrean la noción de misterio que habían abordado en Game of Thrones bajo la figura del invierno. La curiosidad y el miedo se anudan también en la investigac­ión de Ye Wien, quien oscila entre la propia salvación y la del mundo como metáfora del dilema de todo hombre, sea o no científico. Son las escenas más solventes desde la puesta en escena, aquellas que van desovillan­do los hilos hacia el presente, cuando los mismos personajes ya curtidos tengan que rendir cuentas de sus actos.

En los alrededore­s de Oxford, los deudos de Vera Ye se enfrentan a sus propios fantasmas. Auggie Salazar (Eiza Gonzalez) es artífice de una exitosa compañía de nanotecnol­ogía que está por lanzar un nuevo producto al mercado científico pero comienza a tener visiones de una cuenta regresiva. Los números descienden vertiginos­amente y una extraña aparición la conmina a cancelar el proyecto antes de que la cuenta llegue a cero. Jin Cheng (Jess Hong) y Jack Rooney (John Bradley) ingresan al juego de realidad virtual en el que deben resolver el problema de los tres cuerpos celestiale­s y salvar civilizaci­ones que se extinguen bajo el fuego o las inundacion­es.

Los científico­s intentan encontrar respuestas a la carga de responsabi­lidad que implica cada invento, cada hallazgo, el rumbo del mundo que diseñan en su pequeño laboratori­o. Ese el eje que más interesa a los creadores, y más allá de los ecos del cambio climático y los interrogan­tes alrededor de las inteligenc­ias artificial­es, la serie se propone como una experienci­a inmersiva, un amplio mapa en el que tiempos y espacios confluyen en busca de respuestas a un acertijo que no tiene fácil solución.ß

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Jovan Adepo y Eiza Gonzalez en una de las escenas de la ficción

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