Sin hablar en la misa, el Papa condenó el “vil” ataque en Moscú
Francisco no leyó la homilía que tenía preparada, sino que prefirió quedarse en silencio; pedido por los que sufren otras guerras
ROMA.– El papa Francisco condenó ayer el “vil atentado terrorista” que dejó el viernes pasado más de 130 muertos y 140 heridos en una sala de conciertos de la periferia de Moscú: se trata de “acciones inhumanas que ofenden a Dios”, clamó, al final de misa solemne de Ramos, liturgia que abrió la Semana Santa, en el Vaticano, durante la cual por primera vez no pronunció su sermón, sino que prefirió quedarse unos minutos en silencio, en oración.
“Aseguro mi oración por las víctimas del vil atentado terrorista cometido la otra noche en Moscú. Que el Señor los reciba en su paz y reconforte sus familias. Que Él convierta el corazón de quienes proyectan, organizan y ponen en acto estas acciones inhumanas, que ofenden a Dios”, pidió, al recordar que en uno de sus mandamientos ordenó “no matarás”. El atentado fue reivindicado por el grupo terrorista fundamentalista Estado Islámico.
El Papa habló así, sin mencionar o solidarizarse con las autoridades políticas rusas, a las que aludió, sin embargo, poco después, cuando hizo un llamado a rezar por todos los que sufren por las guerras y al pedir, como todos los domingos, por la “martirizada Ucrania”. Entonces, condenó los recientes ataques rusos a sus infraestructuras eléctricas.
“Recemos por todos los hermanos y hermanas que sufren debido a la guerra. En modo especial pienso en la martirizada Ucrania, donde muchísima gente se encuentra sin electricidad a causa de los intensos ataques contra las infraestructuras que, además de causar muerte y sufrimientos, comportan el riesgo de una catástrofe humanitaria de más amplias dimensiones”, denunció. “Por favor, no olvidemos a la martirizada Ucrania”, insistió. “Y pensemos en Gaza, que sufre mucho, y en muchos otros lugares de guerra”, pidió, asimismo.
El Papa, de 87 años, habló así poco antes del mediodía local, al final de la Misa del Domingo de Ramos, que presidió ante unas 60.000 personas en la Plaza San Pedro. En una jornada primaveral, soleada pero ventosa, la ceremonia fue concelebrada por 30 cardenales, 25 obispos y 350 sacerdotes ataviados con paramentos rojos. Y comenzó como siempre con una procesión de palmas y ramas de olivo que Francisco, debido a su problema en la rodilla derecha (por el que últimamente utiliza una silla de ruedas), bendijo desde el altar.
“Queridos hermanos y hermanas, Jesús entró a Jerusalén como rey humilde y pacífico: abrámosle nuestros corazones. Solo él puede liberarnos de la enemistad, del odio, de la violencia, porque Él es la misericordia y el perdón de los pecados”, destacó Francisco al final de la celebración, en la que, después de la lectura de la Pasión según el Evangelio de Marcos, por primera vez en sus once años de pontificado, sorprendió al preferir no leer la homilía que tenía preparada. Entonces, permaneció en silencio unos minutos, en oración, quizás debido a la fatiga por el resfrío que arrastra desde hace unas semanas, por el que suele pedirle a un colaborador que lea sus discursos en su lugar en algunas audiencias.
En las celebraciones de las misas, la homilía, es decir, la predicación del sacerdote, no es indispensable. Puede omitirse y ser reemplazada con un intervalo de silencio para la reflexión personal. El año pasado, pese a haber pasado tres días internado por una bronquitis infecciosa, Francisco había pronunciado su sermón; la Sala de Prensa de la Santa Sede no dio explicaciones por la omisión en esta ocasión.
Aunque causó cierta inquietud entre los vaticanistas que el papa Francisco no pronunciara la homilía, al final de la ceremonia despejó dudas en cuanto a su salud. De hecho, se subió al jeep blanco descubierto y, durante más de quince minutos, en evidente relativa buena forma y sonriente, recorrió la Plaza San Pedro.●