LA NACION

Tiene 88 años y sus platos son furor en una ruta solitaria

Donatella Petriella cautiva con sus ravioles de borraja en el restaurant­e que administra

- Leandro Vesco

PARAJE STARACE.– La ruta provincial 36 está olvidada y en su traza se ven algunos carteles que auspician destinos “atlánticos”. Hasta fines de los años 90, era la única vía de acceso a los balnearios de la costa, pero con la inauguraci­ón de la autovía 2 el camino quedó a la espera del regreso de los turistas.

Hoy es transitada por productore­s frutihortí­colas y viajeros nostálgico­s. Pueblos y parajes a un costado de ese camino permanecen detenidos en el tiempo. Y en el kilómetro 106, una cocinera de 88 años nacida en Nápoles hace que los autos se detengan.

“¿Por qué la gente se enloquece con mis pastas? Porque la comida sana hace bien”, se pregunta y se responde Donatella Petriella, a cargo de las ollas de su restaurant­e El Rincón de Donatella, atendido por ella y sus hijos. Su especialid­ad son los ravioles de borraja, que se han convertido en culto para los amantes de la comida italiana y rutera.

A un costado de la ruta 36, el restaurant­e está ubicado en el Paraje Starace, en el partido de Magdalena. Allí solo se ven una vieja escuela rural, un radar que controla la velocidad y el reducto gastronómi­co, que está protegido por una arboleda centenaria.

Rodeada de recuerdos e historias de su lejana infancia en Italia, cuando Petriella se para frente a las ollas se produce una conexión directa con aquellos años. “No hay secreto: recuerdo cómo cocinaba mi madre”, afirma. Amasa pastas y las rellena con borraja. Es emocionant­e: lo que llega al plato está hecho con plantas que se pueden ver a un costado.

Sin embargo, no tiene un menú fijo. A veces son ravioles, o sorrentino­s, o tallarines con estofado. La carne se deshace en el paladar. Todo lo elabora ella. “La pasta y la salsa son comidas muy sencillas, pero también muy importante­s y se tienen que hacer con tiempo”, revela. Sus hijos la ayudan y tratan de entender la devoción que provoca en los peregrinos que se acercan al pequeño Paraje Starace. “Algunos solo llegan para saludarla, he visto gente llorar cuando ella le acerca la pasta”, describe su hijo José. “Algo tiene Donatella, es la mamá de todos”, agrega.

Las variantes son originales: ravioles de borraja, cardo, malva y ortiga. “Todo sirve para cocinar, tenemos que mirar lo que tenemos alrededor”, señala Petriella.

Recuerda los años en Nápoles mientras sostiene una rama de borraja: “No entiendo cómo acá se tira el pan viejo, no saben lo que es pasar hambre”. Su madre juntaba todo el pan de la semana, lo cortaba en cubos y los hervía en una olla con las verduras que hubiera en ese momento. “Quedaba una sopa cremosa muy rica, así pasamos nuestra infancia”, relata.

Añoranza

Petriella nació en el pequeño pueblo de Circello, en la provincia de Benevento, en la región de la Campania, en tierras napolitana­s. Llegó a la Argentina cuando tenía 15 años, junto a sus seis hermanos y su madre.

Su padre, como solía hacerse, había llegado un tiempo antes para preparar la vida familiar en suelo argentino. Aquí ella conoció a José Boffa, se casaron y formaron una familia en Quilmes.

Su hijo José se mudó a Vieytes, partido de Magdalena, para hacerse cargo del restaurant­e en el Paraje Starace. Pronto la familia lo acompañó y aquí Petriella desarrolló su arte.

El restaurant­e era una antigua posta que data de 1884. El menú es completo, aunque se pidan pastas, los pasos son los que sostiene Donatella. La mesa se abre con platos de vegetales y fiambres, en porciones generosas. No puede ser de otra manera. Las pastas van saliendo según la intuición y las ganas de Petriella.

El postre también es creación de esta gran cocinera de la ruta: ensalada de fruta, flan casero o tiramisú.

“Todos quieren que les cuente los secretos de las pastas que hago”, agrega, sonriente. “El secreto está en volver a los platos de nuestra infancia. No hay otra cosa que eso”, explica.

Y su hijo concluye: “La cocina de mamá sostiene este tramo de la ruta”.ß

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Santiago hafford A los 15 años, Petriella llegó al país desde Nápoles

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