LA NACION

Sabiduría es también elegir las peleas

- Alberto Asseff Diputado nacional (M. C.). Secretario general del partido UNIR

Se sabe que la vara para nosotros es muy alta. La expresiden­ta por dos mandatos podía expresar cualquier demasía por cadena nacional con la indulgenci­a, me atrevería a decir, de propios y extraños. Los no peronistas carecemos de esas licencias. Está bien que se exija al máximo a los reformador­es. Por algo más que por el vocablo están y son el cambio. Es por esto que no hay contemplac­iones para errores de nuestra parte. La disrupción de un ciclo penosament­e declinante no autoriza el descenso a polémicas despreciab­les.

Se han ensayado decenas de definicion­es de política. Me quedo con tres sin darles prelación: arte de asignar prioridade­s, aptitud para enhebrar acuerdos y capacidad para elegir qué peleas librar.

Es notorio que en nuestro país nos esperan múltiples batallas, es gigantesca la tarea por hacer. Prácticame­nte no hay recoveco de la Argentina estatal que no amerite tener un buen bisturí a mano. Más aún, la misma Argentina privada requiere reformas, sobre todo una que es suprema: la puja –para eludir el lenguaje bélico– contracult­ural. Igualdad, derechos, ayuda, asistencia, Estado, productivi­dad, eficacia, organizaci­ón, jerarquía, disciplina y mucho más debe trocar en su actual concepción si aspiramos a forjar una gran nación.

Ejemplo de esa corriente contracult­ural que debemos impulsar es la igualdad. Una cosa es que nos nivelen contra natura y otra que todos tengamos las mismas oportunida­des garantizad­as por una prolija gestión estatal. La nivelación impuesta conduce a la pobreza general y es por lo tanto contraria a la Constituci­ón. La otra nos lleva a la prosperida­d general, una manda explícita de la ley mayor. Asimismo, necesitamo­s comprender definitiva­mente que a un derecho siempre correspond­e una obligación y que ningún don estatal es gratuito. También, que la remuneraci­ón no mejora en poder adquisitiv­o ni por paritarias ni por decreto, sino por productivi­dad y por valor agregado al trabajo. En esa línea, añadir valor es aportar conocimien­to. Esto nos porta hacia otra inconmensu­rable verdad: o le damos prioridad a la educación, buscando y encontrand­o la excelencia, o nuestro destino será imPara placable con la Argentina. En el planoen que estamos reflexiona­ndo, la concepción contracult­ural exalta el mérito, el esfuerzo y el trabajo, desechando por literalmen­te execrable la igualación hacia abajo. Esta no es siquiera mediocre. Es nefasta.

Vayamos a la sabiduría para selecciona­r peleas. Cuando hay muchas y complejas por afrontar, resalta la relevancia de acertar en su elección. Hoy la principal meta es combatir la inflación, que es consecuenc­ia de desequilib­rios monetarios y de la incertidum­bre, adunada a un historial de emisión sin respaldo y de jolgorios populistas. La ilusión del bienestar efímero. Esa es la definición más adecuada para el populismo, con la particular­idad argentina de que la fugacidad de la fiesta entre nosotros se prolongó por décadas. Caso único en el planeta, y por eso nos ubica en el podio de la decadencia. Somos el país con peor comportami­ento económico en el último medio siglo.

esta meta de prosperida­d y de recuperaci­ón de nuestro espíritu la pelea debe orientarse hacia la corrupción, la impunidad, la molicie, el derroche, la invasión que sufre el Estado por parte de sectas políticas, el asalto a los recursos, incluidos los de la asistencia social, a tal punto que se calcula que más de la mitad de ellos terminan siendo apropiados por los intermedia­rios. Agentes estatales o sociales.

Denostar el acuerdo con los populistas y la casta es plausible. El cambio es incompatib­le con una confluenci­a con esos protagonis­tas patógenos. Pero existen muchos argentinos de a pie que quieren alistarse con la libertad y el cambio. Con ellos, el acuerdo es bendito. Quizá no tengan aún organizaci­ón y dirigentes. Es un desafío colaborar para que vaya cobrando forma orgánica esa mayoría inmensa de la sociedad. Y que se produzca una gran confluenci­a sociopolít­ica. No se debe eludir que la gran pelea reclama que se sepa usar la zaranda. Separar arribistas de adherentes genuinos es una clave para el éxito de la labor histórica que el pueblo argentino dispuso en noviembre por amplia mayoría. Crucial es la hora. Ojalá estemos a la altura de esta cita con nuestro destino.ß

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