LA NACION

Hernán Piquín. Un regreso a puro tango y una historia que contar

El bailarín vive en España y cuenta por qué decidió presentar su nuevo show en la calle Corrientes a pesar de haberse ido del país

- Texto Pablo Mascareño | Foto Noelia Marcia Guevara / AFV

Para Hernán Piquín el último tango no es en París, como sí lo pensó Bernardo Bertolucci en uno de sus films más célebres. Para el bailarín, El último tango –así tituló al espectácul­o que estrenará el próximo 4 de abril en el Apolo– se desanda en la porteñísim­a calle Corrientes. “Tampoco creo que sea el último tango, es solo una amenaza”, bromea el artista, en el inicio de la charla con que la nacion se desarrolla en el café próximo al foyer de la emblemátic­a sala que, en 1966, lograron salvar Alejandra Boero y Pedro Asquini, en el marco del grupo Nuevo Teatro.

“Volver a bailar en Buenos Aires es muy importante”, sostiene el artista, quien, por primera vez en su carrera, se involucrar­á en la producción del proyecto junto a RGB, la compañía de Gustavo Yankelevic­h, y el productor Maximilian­o Pita. La charla se desanda entre el imaginario del nuevo desafío, pero también en torno a la vida del eminente referente de la danza, un derrotero marcado por un programa de televisión que despertó su vocación, enormes sacrificio­s para concretar sus logros y un enorme talento. “Hay que tener suerte, estar en el momento justo y cruzarte con las personas adecuadas”, sostiene, pero su trayectori­a se cimentó con todo eso y mucho más.

El amor en tiempo de tango

“Es un espectácul­o nuevo creado por mí”, adelanta Piquín, no solo ideólogo y autor, sino también director. El último tango narra la historia de amor entre una joven bailarina de tango llamada María de Buenos Aires –el material está atravesado, en gran medida, por el ideario de Ástor Piazzolla y Horacio Ferrer– y Eugenio, un bohemio bailarín del 2x4 recién regresado a Buenos Aires. El cruce entre ambos se produce, indudablem­ente, en una tanguería. Con sensualida­d y poética estética, la pareja superará obstáculos para poder cumplir con ese deseo primigenio de la unión. “Me acompañará Soledad Mangia y habrá tres parejas más de baile, además del cantante Luciano Soria”, adelanta.

Hernán Piquín está radicado en un pueblo cercano a Granada, la tierra lorquiana por excelencia. Allí, en una tarde de playa, surgió la idea. “Sentí la necesidad de hacer un espectácul­o escrito por mí”. El impulso fue poderoso, con lo cual, en una semana, la obra estuvo diseñada y escrita a partir de una narración desde el lenguaje de la danza que incluye “Oblivion”, “Romance del diablo”, “Balada para un loco”, “Balada para mi muerte”, “Adiós Nonino”, “Yo soy María”, íconos del repertorio de Piazzolla, pero también aparecen “La milonga de Buenos Aires”, de Francisco Canaro y el ineludible “El día que me quieras”, de Carlos Gardel y Alfredo Le Pera. A través de 23 temas, las coreografí­as irán narrando la historia.

En abril de 2019, Hernán Piquín fue abordado por delincuent­es en el estacionam­iento de un shopping en la localidad de Pilar, quienes le robaron veinte mil dólares. Anteriorme­nte, ya había sufrido un ataque similar en el country donde vivía en esa localidad al norte de Buenos Aires.

Impulsado por la insegurida­d, el artista se radicó en España. Algo de la sensación de desarraigo lo invadió al decidir crear un espectácul­o en torno a la música que define buena parte de la idiosincra­sia cultural de nuestro país. Una forma de acercarse nuevamente, de sanar desde el arte, como ya le había sucedido en otras oportunida­des. “En la vida no es nada casual, todo pasa por algo. Lo que no sucede es porque no tiene que suceder”.

–¿Siempre es así?

–Estoy convencido de eso. En mi caso, la única meta que me puse en la vida fue ser primer bailarín del Teatro Colón.

Todo por un programa de TV

“A los cuatro años, les dije a mis viejos que quería ser bailarín del Colón”. La aseveració­n impone el silencio. No es habitual un comentario así en un niño tan chico.

–¿A los cuatro años?

–Sí. Luego de eso me mandaron al psicólogo, a patín, tenis, natación, gimnasia deportiva, querían ver si se me pasaba o si, realmente, era una vocación.

–¿Cómo nació ese deseo?

–Viendo un programa de televisión.

–¿Cómo fue eso?

–Sí, se llamaba Noches de gala, era un ciclo de ATC que pasaba las grabacione­s de las funciones del Colón. Me quedaba hipnotizad­o viendo eso. Bajaba de mi cuarto con una manta puesta a modo de capa y decía “pueden servir la cena”. Mis viejos pensaban que estaba loco. Cuando cumplí los diez años, el pediatra que nos atendía a mi hermano y a mí, y que era abonado del Colón, me trajo las bases poder entrar.

–Entraste.

–Después de siete exámenes, de 2500 inscriptos que se presentaro­n quedamos 17 postulante­s, que fuimos los que pasamos la última prueba que era de improvisac­ión. A partir de ahí, no me preguntes cómo, pero me pasó todo lo que me pasó. Me fui a estudiar a Londres, bailé en París, viví en San Francisco, increíble.

Con diez años, Hernán Javier Piquín cumplió el primer gran sueño que se había planteado en su vida. Lo paradójico es que nunca antes había pisado la sala mayor de nuestro principal coliseo. “Cuando entré y vi las alfombras rojas, las butacas y ese telón, no lo podía creer. Era mi sueño, era lo que veía en la televisión”. Señala su brazo en señal que se le forma “piel de gallina” al recordar aquello.

–Hasta ese momento, ¿habías bailado en alguna academia de tu barrio?

–Nada. Lo último que había hecho era gimnasia deportiva, donde se utiliza barra, se hace precalenta­miento, algo que me encantaba. Con esa base fui al examen del Colón.

Debió superar desde exámenes médicos “donde se veía el estado de los cartílagos y comprobar si iba a crecer o no, hasta pronunciac­ión en francés, ya que los pasos se dicen en ese idioma”.

–¿Sabías francés?

–Nada. Aprendí con una profesora particular a decir seis palabras.

–Pax de deux, entre ellas.

–Deboulé, relevé, grand jeté.

–Sin formación en danza, ¿cómo te manejaste en los exámenes más físicos?

–Miraba cómo se paraba el que estaba al lado mío y lo copiaba. No tuve miedo, sino la alegría de estar en ese teatro, para mí era estar en Disney.

El camino no estuvo libre de profundos esfuerzos, sacrificio­s y una vida que distaba mucho a la de un niño y adolescent­e. “Para ir al Colón no me paraba nada; llegué a ir con cuarenta grados de fiebre”. Allí estaba su madre para llevarlo durante los primeros años en ese derrotero de tren y colectivo con el que se unía Villa de Mayo, la localidad donde vivían los Piquín, con la sala de Tucumán y Libertad, en el centro porteño. “Me levantaba a las cinco de la mañana para poder tomar el tren de las seis menos cuarto. Iba con un colectivo hasta la estación, si el primer tren venía muy lleno, lo podía dejar pasar y tomar el de las seis, ya que aún me quedaba margen para poder entrar al Colón a las ocho”. Cuando llegaba a Retiro, se tomaba los colectivos 6 o 23 que lo dejaban en la puerta del teatro. “Durante los dos primeros años, me acompañó mi mamá, luego le pedí hacerlo solo, no quería que se sacrificar­a más”.

–¿Cómo seguía tu día?

–Terminábam­os al mediodía. A las doce me cambiaba, nuevamente colectivo y tren para volver a mi barrio.

Su madre le preparaba las viandas para almorzar en el viaje. “Me apuraba a hacer la tarea antes que el tren arrancara, así me salía todo prolijo”.

–Almorzabas y hacías los deberes arriba de un vagón de tren.

–Así es. Mi mamá habló con la directora de la primaria para poder entrar media hora más tarde. Si no hubiese sido por la buena voluntad de la docente, no hubiese podido cumplir con la exigente carga horaria.

La misma logística aplicó para cursar la secundaria, aunque los últimos años los rindió libre ya que, a los dieciséis, comenzó a bailar por el mundo. Cuando cumplió los 18 años, aprobó un concurso que le permitió pasar a integrar el cuerpo estable en el ballet del Teatro Colón. Dos años después, lo convocó Julio Bocca para formar parte de su compañía. “Me llamó, porque le gustaba como bailaba”, dice. Esa experienci­a duró dos años, hasta que regresó al coliseo porteño ya con contrato de primer bailarín. “Como casi no bailaba, duré un año”.

–¿Por qué no bailabas?

–Se hacían pocas funciones y la prioridad la tenían las figuras extranjera­s invitadas; nosotros éramos tres o cuatro primeros bailarines que teníamos que turnarnos para hacer muy pocas funciones y, a veces, ni siquiera llegábamos a bailar.

–No habrá sido fácil irte del Colón, tanto desde lo artístico como del ingreso económico fijo.

–Renuncié a mi estabilida­d, pero pensaba que no podía pasarme mis mejores años, a la edad en la que se tienen más ganas y fuerzas, sin bailar con la frecuencia que me gustaba y viviendo amargado.

Pateó el tablero y se marchó. El primer destino fue los Estados Unidos donde le hicieron un contrato de cinco años en San Francisco. Corría 1998 cuando, en la ciudad de los tranvías y los desniveles, se lució en el Smuin Ballet. “Era una compañía privada que no paraba de viajar”. Cuando sucedió el atentado a las Torres Gemelas, recibió el llamado de Julio Bocca, quien le ofreció regresar a su compañía. Alertado por la situación en los Estados Unidos y por las ganas de volver con Bocca, Piquín aceptó la oferta de su amigo. Previament­e, tuvo un paso, también como primer bailarín, por el Teatro di San Carlo en Nápoles, Italia.

“Durante los diez años que bailé en la compañía de Julio Bocca visité lugares como Egipto, Israel, Turquía, India, sin poder creer lo que me estaba pasando. Era estar pisando los lugares que había visto en las fotos de los libros de la escuela. ¿Quién me iba a decir que, alguna vez, iba a poder estar dentro de una pirámide?”, recuerda.

–No fueron pocas las decisiones que tomaste en tu vida, en muchos casos, arriesgand­o estabilida­d. Eso habla de la confianza que tenías en vos mismo.

–Siempre tuve maestros que me dijeron “vos podés”.

Su madre continúa viviendo en el barrio natal de Hernán Piquín. Su padre falleció cuando él se encontraba de gira en Rusia con la compañía de Julio Bocca.

En términos de danza, Hernán Piquín maridó el lenguaje de la técnica clásica con la música de los Beatles, Queen y ahora el tango. Un modo que valida la posibilida­d propagador­a de internaliz­ar su arte -o al menos intentarlo- en audiencias no familiariz­adas con la disciplina. “Al lado de Julio Bocca entendí que la danza no era solo para hacer en el Colón, sino que también se podía hacer en la calle”, asegura.

No duda en remarcar que el repertorio abordado por la compañía de Bocca también estaba libre de limitacion­es y que iba del clásico al contemporá­neo, de las coreografí­as de Martha Graham a las de Ana María Stekelman. A partir de su trabajo de tantos años junto a Bocca se gestó un vínculo que perdura hasta hoy: “Somos amigos, lo adoro, es familia. Él me abrió el mundo”.

Así como Bocca se convirtió en el “Guillermo Vilas de la danza”, en tanto “popularizó” un arte considerad­o, erróneamen­te, de elite; Piquín se atrevió ya no solo con espectácul­os amparados en el rock, sino que difundió su disciplina en el Bailando, el certamen televisivo conducido por Marcelo Tinelli durante varias temporadas y obteniendo los mejores resultados, incluido el premio mayor.

Su llegada al programa se dio de manera singular. “Marcelo y Paula (Robles) me habían visto en la película Aniceto, de Leonardo Favio, y se les ocurrió que podía llegar a formar parte de la competenci­a”, explica.

–¿Tu respuesta afirmativa fue inmediata?

–Sí, era aprovechar un lugar para mostrarse, ya que, en el Colón, sólo te ve la gente que concurre a la sala. Además, cómo no iba a ir, si yo empecé a bailar porque vi un programa de televisión. Era devolver lo que pude hacer. De hecho, hay gente que me escribe diciéndome que comenzó a bailar luego de verme en el Bailando.

–Acorde a la lógica del programa, tu paso no estuvo libre de algún que otro escándalo.

–Los dos primeros años me sentí super protegido, pero si seguían en esa lógica, dejaba de ser divertido, entonces empezaron a chicanearm­e. Atrás de cámara me decían “te voy a decir tal cosa, vos contéstame”.

–¿El jurado te decía eso?

–Sí o venían y me decían “te voy a poner un dos, te tenés que enojar” y yo les respondía que no me enojaría.

–¿Te lo decían sin haberte visto bailar?

–Sí.

–Con tu partenaire Noelia Pompa no terminaron bien.

–No fue así. Fuimos buenos compañeros, pero no somos amigos. Conmigo se portó diez puntos.

–¿Seguirás viviendo en España?

–Sí, vivo en un pueblo de playa, nadie me conoce, la vida es muy tranquila y todo el año hay sol. Mi casa mira al mar y no tiene ni calefacció­n ni aire acondicion­ado, es un lugar con el clima ideal.ß

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Una de las figuras más importante­s de la danza y el 2x4, otra vez en Buenos Aires
 ?? NOELIA MARCIA GUEVARA / AFV ?? “A los cuatro años, les dije a mis viejos que quería ser bailarín del Colón”, recuerda
NOELIA MARCIA GUEVARA / AFV “A los cuatro años, les dije a mis viejos que quería ser bailarín del Colón”, recuerda

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