LA NACION

Un pianista notable y apasionado de Chopin

- Mauro Apicella

“No habría nada más odioso que un Chopin o que un Beethoven interpreta­do, digamos, con el espíritu de la música contemporá­nea. Además, ¿para qué? Beethoven ya es bastante moderno por sí mismo”. El pianista Maurizio Pollini, que falleció en Milán -la misma ciudad en la que había nacido, 82 años atrás- era virtuoso con sus manos y filoso con su voz.

La despedida de sus restos, como no podría ser de otro modo, serán en la Scala de Milán, teatro que fue, en su carrera profesiona­l, una especie de segundo hogar, por la cantidad de veces que dio recitales de piano y conciertos allí. Así fue como la Scala se refirió a su fallecimie­nto: “El Teatro alla Scala lamenta la pérdida de Maurizio Pollini, uno de los grandes músicos de nuestro tiempo y referencia fundamenta­l en la vida artística del teatro desde hace más de 50 años. El director general Dominique Meyer, el director musical Riccardo Chailly, los músicos de la orquesta y los trabajador­es de La Scala se sienten cercanos a su esposa Marilisa, a su hijo Daniele y a toda la familia. Desde su debut, el 11 de octubre de 1958, hasta su último recital, el 13 de febrero de 2023, Pollini ha actuado en La Scala 168 veces”.

Su partida fue consecuenc­ia de problemas de salud que no resultaron repentinos. El músico tenía agendado para el 1° de abril una actuación para la Fundación Scherzo, de Madrid. A finales de febrero, la institució­n comunicó que, justamente por problemas de salud, su actuación debió ser cancelada y en su lugar programó un recital de Martha Argerich y Nelson Goerner, en la Sala Sinfónica del Auditorio Nacional de Madrid. También se debió cancelar una presentaci­ón en el Palau de la Música de Barcelona, dos días después. Pollini era de la generación de Argerich. Había nacido en Milán el 5 de enero de 1942. Para quienes gustan de cruzar datos, la fecha no es informació­n menor. También el 5 de enero, pero de diferentes años nacieron Alfred Brendel y Murray Perahia.

Con 18 años, Maurizio ganó el primer premio en el Concurso Internacio­nal de Piano Frédéric Chopin en Varsovia. Cuenta la leyenda que en el jurado de ese año se encontraba Arturo Rubinstein, y que su comentario fue: “Ese muchacho toca el piano mejor que cualquiera de nosotros”. Desde entonces, Pollini no hizo más que crecer como intérprete. Al poco tiempo de recibir el premio grabó para el sello EMI el Concierto para piano número 1 en Mi menor, de Chopin, con la Orquesta Philharmon­ia, dirigida por Paul Kletzk. Más de 50 años después, Pollini dijo que el comentario exacto de Rubinstein fue: “Toca técnicamen­te mejor” que cualquiera de los miembros del jurado. “Siempre pensé que lo dijo para burlarse de los colegas del jurado. Alguien adulteró esa frase quitando el ‘técnicamen­te’ y se convirtió en un cumplido exagerado”, aseguró Pollini, para restarle importanci­a a la anécdota. Sin embargo, nadie le quita todo lo tocado, durante más de seis décadas. La paleta estética de su repertorio era amplia y variada. Ha abordado tanto de Beethoven, Chopin, Schumann y Brahms, como de Schoenberg, Webern, Pierre Boulez, Luigi Nono, Karlheinz Stockhause­n, Giacomo Manzoni, Salvatore Sciarrino y Bruno Maderna.

Sus posturas políticas no siempre quedaron puertas adentro de su hogar. En varias ocasiones manifestó sus pensamient­os; durante una entrevista que el pianista ofreció al matutino inglés The Guardian hace más de una década, el cronista lo describió sagazmente de este modo: “La conducta de Pollini en el escenario y su apariencia eleganteme­nte conservado­ra fuera del escenario promueven una fuerte sensación de logro imparcial. Su distinguid­o cabello plateado, su perfil aguileño y sus elegantes trajes grises pueden haber incitado a la observació­n de que se parecía al típico ejecutivo de una fábrica Fiat, pero en realidad su historia política lo revela más cercano a un típico delegado sindical de una fábrica Fiat”.

En cuanto a su actividad, en aquella entrevista Pollini explicaba: “En cierto modo, el arte es un poco como los sueños de una sociedad. Parecen contribuir poco, pero dormir y soñar son de vital importanci­a en el sentido de que un ser humano no podría vivir sin ellos. De la misma manera, una sociedad no puede vivir sin arte. Por otra parte, creo que el gran arte tiene aspectos enterament­e progresist­as, elementos que de alguna manera están fuera del detalle del texto o incluso de las opiniones políticas de la persona que lo genera.”

Si bien era más común verlo en recitales de piano que en conciertos con orquestas, con el paso de los años generó buenas complicida­des artísticas con directores como Claudio Abbado y Pierre Boulez. Cuando se le preguntó si se necesitaba más un “amigo-cómplice” en el podio de la orquesta que un director, su respuesta fue con otra pregunta. “¿Qué diferencia hay entre uno y otro? Lo que puedo decir al respecto es que, en el momento de hacer música, surgen cuestiones totalmente inherentes al lenguaje musical mismo. La amistad como tal, desde ese punto de vista de relación, no cuenta para nada. Uno puede encontrars­e perfectame­nte de acuerdo con una persona a la que está viendo por primera vez, sencillame­nte porque percibes que estás compartien­do una sensibilid­ad musical común. Claro está que el trabajo hecho con alguien a quien conoces permite llegar a un mejor entendimie­nto, como es obvio”.

¿Puede haber, además, entendimie­nto entre colegas? Claro que sí. Porque del mismo modo que Rubinstein apoyó el talento de un muy joven Maurizio, en el comienzo de la década del 60, cuando el crédito argentino Horacio Lavandera todavía no tenía 20 años, Pollini fue uno de los que vio su talento e impulsó su carrera, como también lo había hecho Martha Argerich.

En las páginas de la nacion, a principios de este siglo, Jorge Aráoz Badí señalaba: “Pollini incluye a Chopin en buena parte de sus recitales, desde que ganó el Concurso de Varsovia, cuatro años antes que Martha Argerich. Es uno de los sacerdotes actuales del “literalism­o” de Lipatti, y esto se advierte en sus versiones de los románticos, desprovist­as de cualquier asomo de amaneramie­nto o exageració­n de la intensidad expresiva”.ß

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NYT Uno de los mejores de su generación

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