LA NACION

“Es muy extraño mirar hacia allá y que el puente ya no esté”

El Francis Scott Key era una estructura icónica de la ciudad desde 1977

- Rafael Mathus Ruiz

BALTIMORE.– Carrie Johnson, de 46 años, miraba por la ventana de la cocina de su casa y veía el puente Francis Scott Key en el horizonte. Ahora no hay nada.

Durante casi medio siglo, el puente fue parte de la vida diaria de la gente de Baltimore, y en Stoney Beach, un barrio en la costa de la bahía, la imagen de fondo que decoraba el cielo. Una presencia imponente, constante, y un testimonio del ingenio y el empuje de Estados Unidos. Ahora, quedó totalmente destruido.

“Es muy extraño, simplement­e mirar hacia allá y que no esté”, dice Johnson a la nacion, parada en el jardín del barrio frente a la rambla que recorre la costa.

A lo lejos, lo que queda del puente descansa sobre la cubierta del carguero Dali. Todavía sale humo por la chimenea del barco. Johnson estaba durmiendo con su novio, que se despertó porque “escuchó una explosión”.

Se levantó, miró por la ventana, no vio nada, y ambos siguieron durmiendo. Un par de horas después, volvieron a despertars­e. “Salimos, eran como las 4H30, y se podía ver claramente que el puente había desapareci­do. No había luces, nada”, dice Johnson. “Estoy asombrada de que era parte de la silueta del horizonte, y ya no está”, añade.

La gente del barrio va y viene por la rambla que recorre la costa, apuntan hacia el barco, miran perplejos ante la repentina desaparici­ón de algo tan estático, tan firme y majestuoso como un puente de cemento y acero que hacía apenas unos días había cumplido 47 años. Para muchísima gente, el puente ha estado toda su vida. Ya no. Y con su partida, también cambiará su vida.

El puente era parte de la ruta interestat­al 695, una arteria crítica de Baltimore, para la ciudad, y también para la economía. Era una vía de entrada y salida del puerto de Baltimore, que mueve alrededor del 4% del comercio en la costa este, y es el principal puerto para autos, camiones livianos, maquinaria agrícola y materiales de construcci­ón.

Candance Cook está clavada sobre el pasto mirando al carguero y lo que queda del puente. Vivió años en una de las casas del barrio que están sobre la rambla. Nostálgica, habla de las tardes que pasaron en la terraza mirando hacia el puente, y al agua.

“Era definitiva­mente una vista arquitectó­nica”, dice sobre el derrumbado puente. “Tengo muchas fotos de mi esposo y yo, nos gustaba navegar y tengo muchas fotografía­s del puente”, dice. “Y no pude encontrarl­o hoy. Es desgarrado­r”, cierra.ß

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