LA NACION

“No se puede apagar a tanta gente”: la identidad negra brilla en el Malba

La temporada anual se estrenó con muestras de la brasileña Rosana Paulino y de otros artistas que, como ella, participar­on de la reciente edición de la Bienal de San Pablo

- Celina Chatruc

“Que no se vean no significa que no existan”, aclara Rosana Paulino al referirse a la comunidad negra en la Argentina. Mucho menor que la de Brasil, país donde nació hace 57 años, donde los afrodescen­dientes superan el 50% de la población, es decir, la mayor fuera de África. “Lo han intentado, pero no se puede apagar a tanta gente: es un número mayor que el de todos los habitantes de otros países”, agrega en diálogo con

la artista que protagoniz­ará la nacion su primera muestra en Buenos Aires y la principal del comienzo de la temporada anual en el Malba.

Amefricana se titula la exposición antológica curada por Andrea Giunta e Igor Simões, que reúne obras realizadas durante las últimas tres décadas. Desde la primera que exhibió, en 1994, en el Centro Cultural San Pablo, un enorme panel de amuletos con los rostros de once integrante­s de su familia titulado Pared de memoria, hasta la más reciente, un conjunto de pinturas que representa­n un arquetipo femenino muy distinto de la Venus de Botticelli: las mujeres que crea Paulino distan de ser esa pálida figura de largo cabello rubio que posa sobre una concha marina; ellas brotan de bromelias, con raíces y flores unidas a sus cuerpos.

Estas imágenes tienen un vínculo estrecho con el título de la muestra, tomado de la filósofa y socióloga brasileña Lélia Gonzalez: “amefricana­s”, explican los curadores, “son las identidade­s individual­es de quienes comparten lazos culturales contrarios al dominio colonial”. Un abuso de poder que se muestra de forma muy explícita desde el inicio del recorrido, en una pieza textil que apela a crudas imágenes de archivo. Por ejemplo, la que representa el orden en que los cuerpos de los esclavos eran ubicados en los barcos para traerlos a América.

“Esta gente fue secuestrad­a”, dice Paulino, sin rodeos. Su voz dulce se eleva en la sala sobre el ruido de fondo: la recreación del murmullo marino que acompañaba a aquellos cautivos en su tortuoso viaje a lo desconocid­o. “El trauma que sufrieron se refleja en estas costuras”, agrega, mientras señala sus telas con cuerpos grabados y unidas por suturas, parecidas a las que deja una cirugía.

¿Historia natural?

Fueron marcas similares de hilos que atravesaba­n rostros las que impactaron a Giunta cuando vio la obra Bastidores, en 2007. En 2018, una gran muestra de Paulino tomó en la Pinacoteca de San Pablo la posta de Mujeres radicales, curada por ella y Cecilia Fajardo Hill. Entonces se decidió a estudiar su trabajo con mayor profundida­d. Se sintió atrapada no solo por su abordaje de la historia de la población negra en Brasil, sino también por las preguntas que dejaba abiertas. Por ejemplo: “¿Cuál es el canon del arte brasileño? ¿Qué se nos ha permitido ver y qué no?”.

En ese proceso de “apagar la memoria” y de “emblanquec­imiento”, como los llama Paulino, la ciencia parece haber jugado su rol. Varias de sus creaciones, como el libro titulado ¿Historia natural?, indagan en “su rol en la justificac­ión de la esclavitud mediante la jerarquiza­ción de las razas”. En páginas realizadas con grabados sobre papel y sobre tela, la artista reúne referencia­s a los sistemas de clasificac­ión elaborados para diferencia­r la flora, la fauna… y las personas.

“Me interesan los procesos de resistenci­a, esperanza y transforma­ción”, dice Paulino frente a Tejedoras (2003), la impactante instalació­n con la cual finaliza el recorrido, compuesta por cientos de cuerpos de mujeres que emergen de capullos.

“Esta muestra no solo sirve para reflexiona­r sobre lo que ocurrió en el pasado, y en la ceguera de las elites blancas que han tratado de concebirse como europeas, sino también para pensar la vida contemporá­nea. Las memorias de Rosana son un punto de partida para abordar la colectivid­ad en toda la región”, señala Simões. Segurament­e mucho tendrán que decir al respecto los integrante­s de la comunidad negra local, que participar­án de varias actividade­s organizada­s por el museo.

Otro complement­o importante son las muestras que se exhiben en el subsuelo del Malba y en el Palacio Pereda: en colaboraci­ón con la Fundación Bienal de San Pablo y la embajada de Brasil, se presenta por primera vez en Buenos Aires un recorte de la 35ª Bienal de San Pablo, titulada Coreografí­as de lo imposible, en la cual también participó Paulino.

En el museo se exhiben piezas realizadas por varios artistas durante su confinamie­nto en institucio­nes psiquiátri­cas: los textiles de Arthur Bispo do Rosario –protagonis­ta de una individual en la sede neoyorquin­a Americas Society, en 2023–, junto con las de Aurora Cursino dos Santos y Ubirajara Ferreira. Y la embajada aloja otras de Aline Motta, Elda Cerrato, Gabriel Gentil Tukano y Manuel Chavajay.

Según los curadores a cargo de la selección –Diane Lima, Grada Kilomba, Hélio Menezes y Manuel Borja-Villel–, se trata de “un conjunto de prácticas artísticas y movimiento­s culturales y sociales que desafían lo imposible de formas diversas e incalculab­les. Se refieren a modos de expresión que lidian con la violencia total, la imposibili­dad de la vida en completa libertad y los límites de la idea de justicia”.

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Alejandro guyot Paulino, con una obra que representa a mujeres en proceso de transforma­ción

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