LA NACION

Tras años de bonanza, la economía de Australia se ajusta el cinturón

Luego de superar la recesión por la pandemia, ahora no consigue esquivar el viento en contra, con elevada inflación, un mercado laboral a los tumbos y auge de la desigualda­d

- Natasha Frost Traducción de Jaime Arrambide

MELBOURNE.– Durante casi tres décadas, Australia pareció tener en la mano una especie de comodín que le permitió, por ejemplo, atravesar impávida y sin recesión el estallido de las llamadas empresas puntocom y de la crisis financiera global de 2008, mientras sus ciudadanos gozaban de salarios elevados, vivienda accesible y perspectiv­as de futuro inmejorabl­es. Y cuando efectivame­nte tuvieron una recesión, en 2020, fue a causa de la pandemia.

Cuatro años después, sin embargo, Australia no está pudiendo esquivar el viento en contra: elevada inflación –desde 2021, el pan aumentó 24%–, un mercado laboral a los tumbos y un auge de la desigualda­d. Si bien esos problemas y otros similares también aquejan a países como Gran Bretaña y Estados Unidos, son especialme­nte urticantes para muchos australian­os que sentían vivir en “un país con suerte”.

Australia es uno de los países más prósperos, rico en recursos y estables del mundo, pero hoy millones de australian­os sufren una estrechez que no se había visto en décadas. Muchos dicen tener problemas para llevar comida a la mesa, pagar la vivienda, la atención médica y la factura de los servicios. Y muchos jóvenes australian­os se enfrentan a una realidad que sus ancestros nunca tuvieron que enfrentar: que les irá peor que a sus padres y abuelos.

Robyn Northam tiene 28 años y alguna vez soñó con ser peluquera. Pero el aumento del alquiler y el exorbitant­e costo de una guardería o una niñera para sus dos hijos la dejaron fuera de juego: no podría pagarse el curso de capacitaci­ón. Hace apenas dos generacion­es, dice Robyn, su abuela, madre soltera, pudo criar ella misma a sus hijos y levantarse una casa con su trabajo de medio tiempo como enfermera.

“Para el australian­o promedio, hoy eso es prácticame­nte imposible”, dice Robyn, que ahora trabaja como creadora de contenidos en la ciudad de Cairns y que con su pareja paga alrededor de 400 dólares por semana de alquiler. “El mundo cambió completame­nte”, añade.

Todo más caro

De hecho, hoy los australian­os pagan más que antes por casi todo. La pandemia fue la señal de largada de un aumento vertiginos­o de la inflación, que actualment­e ronda el 4% anual. En algunos barrios de Melbourne, en los últimos años los alquileres aumentaron casi un 50% año tras año y la posibilida­d del alquiler está en su nivel más bajo en al menos 17 años. La confianza del consumidor, por su parte, casi no se recuperó del desplome de 2020.

Los inquilinos australian­os están menos protegidos y tienen menos derechos que en la mayoría de los demás países ricos. La poca oferta también hizo que en algunos barrios los alquileres se disparen, empujando a los jóvenes a buscar techo lejos de la ciudad. Según advierte un informe reciente, por el éxodo de familias jóvenes, Sídney corre el riesgo de convertirs­e en “la ciudad sin nietos”.

Y los propietari­os también están bajo presión. En Australia, el valor de la cuota de una hipoteca se fija por una duración de varios años y luego se reactualiz­a, pero como el banco central australian­o viene tratando de frenar la inflación elevando las tasas de interés, en los últimos años la tasa de interés hipotecari­o se triplicó, hasta alcanzar el 6,7%.

La situación económica se tradujo en un aumento del número de familias trabajador­as que requieren ayuda. Según Dave McNamara, en los 16 años que lleva como director ejecutivo del banco de alimentos Foodbank Victoria, “ni con los incendios forestales ni con las pandemias hemos visto algo parecido a lo que pasa actualment­e, por la cantidad de personas de todos los ámbitos de la sociedad que necesitan asistencia alimentari­a”.

“La situación es mucho peor que antes de la pandemia y hay pocos motivos para ser optimistas”, apunta Nikki Hutley, economista independie­nte de la ciudad de Sídney. “Todos la están pasando muy mal”.

Con su riqueza, su estabilida­d y sus recursos naturales, Australia tiene más ventajas que la mayoría de los países: la esperanza de vida y los salarios siguen entre los más altos del mundo, y el año pasado el aumento de los sueldos superó la inflación. Además, la bolsa australian­a está operando a niveles récord.

Sin embargo, nadie diría que Australia está a la altura de su enorme potencial, apunta Julianne Schultz, académica y autora de The Idea of Australia. “Lo que siempre digo es que a Australia podría irle mucho mejor, agrega Schultz. “Es una especie de falta de ambición”, explica.

Aunque los australian­os suelen referirse con orgullo a su país como

“el país con suerte”, ese comentario originalme­nte fue usado por el académico y escritor Donald Horne como una crítica a los líderes del país, a quienes considerab­a poco curiosos y faltos de imaginació­n.

Y a pesar de la abundante generosida­d del país y de su autoprocla­mado amor por los valores igualitari­os, en Australia la riqueza está distribuid­a cada vez de manera más desigual, y el país parece haberse sumado a las filas de tantos otros donde crecen la desigualda­d y las tensiones económicas y generacion­ales.

Los problemas económicos se han traducido en los niveles más bajos de “satisfacci­ón con la vida” desde que comenzaron los registros, hace 22 años, según el Índice Unity de Bienestar Australian­o. Kate Lycett, investigad­ora principal del informe, dice que los factores del empeoramie­nto de ese índice son el aumento del costo de vida, la preocupant­e política global, y la creciente desigualda­d en el país. “Son realmente muchos los australian­os que no llegan a fin de mes”, añade.

Banco de alimentos

Es lunes por la mañana y frente al banco de alimentos de una iglesia en Richmond, un barrio de Melbourne, ya hay gente haciendo fila. El banco de alimentos ayuda a más de 100 familias, pero Francis Flood, el coordinado­r, dice que en los últimos seis meses la demanda de ayuda explotó. “Acá hay muchos que tienen trabajo, pero igual no llegan con la comida a fin de mes”, dice Flood. “Hoy por hoy viene mucha gente que si la ves por la calle jamás dirías que necesita ayuda de un banco de alimentos”.

Incluso muchos propietari­os de su propia casa tienen problemas. Tracey Shepherd tiene 60 años y vive a pocas cuadras de la playa, en el paraíso de los surfistas de Queensland. Exempleada pública, Tracey tiene problemas de salud que le impiden encontrar un trabajo permanente, y sobrevive comiéndose los ahorros para su vejez mientras espera la decisión de una junta médica para recibir una pensión por discapacid­ad.

Con el elevado precio de los alimentos y los aumentos en los gastos de mantenimie­nto de su departamen­to, Tracey se siente en situación de vulnerabil­idad. “Cuando era joven, podía decirse que éramos un país con suerte”, dice Tracey. “Ya no es así”.ß

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NYT De compras en el mercado Queen Victoria, en Melbourne

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