LA NACION

El termómetro de la salud

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Ha sobrado mucha insensatez por parte de demasiados funcionari­os para que la falta de divisas, además de constituir un problema económico, se convirtier­a en una cuestión sanitaria. Las trabas a los permisos de importació­n de insumos imprescind­ibles impuestas por la gestión anterior complicaro­n el normal abastecimi­ento de equipos complejos o instrument­al que requerían repuestos, dejaron laboratori­os sin reactivos y elementos críticos para el diagnóstic­o clínico, como los materiales para tomografía­s, obligando a suspender trasplante­s y cirugías. No había catéteres, ni jeringas, ni líquidos peritoneal­es para diálisis, ni válvulas para stents a la hora de atender un cuadro cardiovasc­ular.

Con la salud no se juega. En julio pasado comenzaron las advertenci­as y denuncias de numerosos prestadore­s contra los entonces ministros de Economía Sergio Massa y de Salud Carla Vizzotti, pero su gobierno negaba rotundamen­te que hubiera algún riesgo de desabastec­imiento.

Negar o disfrazar la realidad siempre fue el mecanismo preferido por quienes poca empatía mostraban ante un escenario de creciente dramatismo. Los reclamos formales se repitieron en octubre. Seis sociedades médicas elevaban al gobierno una carta para alertar sobre la falta de implemento­s para el trabajo diario. Algunas cuestiones lograron destrabars­e a partir de la creación de una mesa chica integrada por médicos, proveedore­s, empresario­s y autoridade­s que definieron un semáforo de necesidade­s. Para otras, no habrían de encontrars­e soluciones antes de la finalizaci­ón de la gestión de un gobierno tan inepto como insensible.

La crítica situación que preanuncia­ba colapsos en distintos frentes no encontraba freno. Desde el sector advertían que el conjunto de los insumos con dificultad­es de abastecimi­ento representa­ba menos del 1% del comercio exterior argentino, pero su peso era indiscutib­le. La Confederac­ión de Asociacion­es de Diálisis de la República Argentina alzó la voz ante el inminente agotamient­o de insumos importados, sales, cloruros y demás elementos fundamenta­les para preparar los concentrad­os necesarios para diálisis que requieren más de 30.000 pacientes con insuficien­cia renal crónica del país.

El escenario con el que se encontró el gobierno de Javier Milei presentaba numerosos focos de incendio. La liberaliza­ción de dólares para que volvieran a llegar al país insumos sanitarios y materias primas básicas para la fabricació­n de algunos elementos en el país pasó a ser una prioridad y los stocks reducidos o inexistent­es comenzaron a regulariza­rse.

Hoy, el histórico brote de dengue registra un 54% más de infeccione­s notificada­s que las 140.000 de todo 2023, y el número de fallecidos supera ya los 160. Los tres principale­s fabricante­s locales de repelentes, que concentran el 90% de las ventas, no llegan a cubrir la demanda. Ante esta dramática falta, un primer cargamento de 22.320 unidades llegó desde México como donación para Cáritas, que los distribuir­á en las zonas de mayor demanda. Se aguarda otro envío con el que se totalizarí­an unos 50.000.

En medio de la alerta sanitaria, la Administra­ción Nacional de Medicament­os, Alimentos y Tecnología Médica (Anmat) decidió exceptuar “su intervenci­ón necesaria para la importació­n de repelentes de mosquitos durante 30 días dados el contexto epidemioló­gico actual y el consecuent­e incremento en la demanda”. El Gobierno liberó la importació­n de estos productos; se los exceptuó del cobro del IVA y de la retención del impuesto a las ganancias. La rapidez de reflejos es clave. La salud de los argentinos nunca puede esperar.

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