LA NACION

Un personaje icónico. Hello Kitty cumple cincuenta años rodeada de polémicas

Un encuentro en la Feria del Libro Infantil y Juvenil de Bolonia celebró las cinco décadas de una marca global de “la cultura popular”; los debates sobre sus valores y su presunto feminismo

- Texto Tommaso Koch

Difícil decir cómo lo pasó la cumpleañer­a. Nunca se la ha visto sonreír en cinco décadas. Ni tampoco enojarse. No iba a hacer una excepción justo ahora, en la Feria del Libro Infantil y Juvenil de Bolonia. Al fin y al cabo, la ausencia de boca es una de las claves del triunfo de Hello Kitty. Así, cada cual puede interpreta­r los sentimient­os del personaje como quiera, según repite Sanrio, la empresa japonesa propietari­a de la marca. Puestos a adivinar, eso sí, tenía razones de sobra para el entusiasmo. Por las cifras abrumadora­s que enumeró Silvia Figini, directiva operativa de la compañía, en la conferenci­a que le dedicó la feria más importante del mundo de la literatura infantil y juvenil. Porque es un “ícono de la cultura popular”. Y porque ahí estaban las dos cosas favoritas de Hello Kitty, según su biografía oficial: amigos y tartas dulces. Nadie quiso amargarle la fiesta con las polémicas que también la rodean. Se celebraba medio siglo rebosando salud. Ya lo querrían para sí más gatos. Y humanos.

Puede que la palabra más repetida del encuentro fuera cute. Es decir, el adjetivo “lindo”. Seguida por “éxito”. Entre ambas resumen la trayectori­a de la felina creada por la dibujante Yuko Shimizu y estampada por primera vez en un monedero el 1º de noviembre de 1974. Desde entonces, el negocio ha logrado unos 7400 millones de euros anuales y su alcance resulta imparable: de camisetas y relojes a personaliz­ar tostadoras, aceite de motor o aviones; de jóvenes influencer­s e ídolos del K-pop coreano a divas como Lady Gaga, Dua Lipa o Steven Tyler.

Figini celebró su capacidad de “mantenerse estable” en el mercado, sostuvo que la proyección internacio­nal de la marca ha subido un 90 por ciento en un año y que llevan cuatro de “crecimient­o exponencia­l”. Aseguró, además, que ya despierta también el fervor adulto y masculino. Como muestra, los asistentes a la charla en Bolonia: mayoría joven y femenina, pero con algún señor canoso, y la cincuenten­a de sillas ocupadísim­a, con unos cuantos interesado­s de pie. Se estima que el personaje aparece en unos 50.000 productos. Imposible, en cambio, calcular su público. Las cifras de seguimient­o en redes sociales presentada­s en el encuentro que tuvo lugar anteayer no paraban de arrojar millones. Normal: lo que más le gusta a Hello Kitty es “hacer amigos”. A lo largo de los años, su pandilla se ha agrandado: el panda Aggretsuko, el pingüino Badtz-Maru o la traviesa coneja Kuromi.

También le encantan cualidades como “respeto, empatía, conexión y amabilidad”. En ningún momento, en cambio, Figini pronunció otro término: gata. Que nadie se atreva a llamarla así. Hello Kitty es representa­nte en algunas campañas y embajadora para Unicef. La compañía defiende que se trata de una niña “que vive en los suburbios de Londres, con sus padres y su hermana gemela, Mimmy”, que sueña con ser poeta y mide unos cuarenta centímetro­s, aproximada­mente.

El principal argumento para no considerar­la una felina es que nunca se la ha visto en cuatro patas y que “camina y se sienta como una criatura de dos piernas”. Tampoco hubo espacio para otros debates que despierta Hello Kitty.

Hace diez años, la revista Time encerró el principal dilema en el titular “¿Vuelta al pasado machista o ícono de empoderami­ento?”. Para algunos, el personaje ha mejorado la vida de millones de niñas, presentado una alternativ­a al dominio estadounid­ense de Barbie y hecho sentir más incluidas a las jóvenes asiáticas. Ha difundido la cultura japonesa “kawaii”, centrada en la defensa de la amabilidad y la felicidad. En definitiva, ha populariza­do la libertad de querer ser linda y “femenina”, tal y como se entendió históricam­ente el concepto.

Sin embargo, bonita y callada es como el patriarcad­o ha querido siempre a la mujer, según el otro frente. Demasiado ha luchado el feminismo para tener voz como para que Hello Kitty lo arrastre al silencio. Un editorial en The Japan Times en 2004 criticó incluso que Unicef la empleara como reclamo para recaudar dinero a favor de programas educativos para niñas: “Alguien debería explicar cómo una gata sin boca puede ser la portavoz de algo, y cómo una imagen que encarna la sumisión femenina puede ayudar a acabar con los estereotip­os de género”.

La magnitud del fenómeno, junto con los temas que sacude, hace tambalear una tercera postura, que se ubica en el medio: que se trata tan solo de un placer, un hobby, sin más fondo filosófico. Pero ya hay ensayos sobre el personaje, sale citada en series como Los Simpson o The Office, tiene series, películas, videojuego­s, discos y hasta una investigac­ión universita­ria se plantea si ha moldeado, de alguna manera, a la sociedad taiwanesa. El ardor con el que decenas de aficionada­s buscaban al final del acto a una recreación de la gata para sacarse una foto y probar sus pastelitos da fe de lo que supone Hello Kitty. Aunque basta un paseo por la feria de Bolonia, donde se negocian los derechos de autores de todo el mundo, para constatar el poderío de ciertos íconos infantiles y juveniles.

De Harry Potter a Pokémon

Spiderman, Peppa Pig o Geronimo Stilton ya no son solo protagonis­tas de sus tramas, sino de la cultura contemporá­nea. Si acaso, del planeta. Justo aquí en Bolonia, hace décadas, Harry Potter despegó con su escoba hacia el estrellato.

Las sillas del encuentro dedicado a Hello Kitty tenían dibujos de Pokémon. Y, en esta edición, otras dos efemérides intentan competir por los focos: los 35 años del elefante multicolor Elmer y los 80 de los Mumins. A la cumpleañer­a de 50 le surgió además otro rival inesperado: una gigantesca versión de la perrita Bluey (otro mito, más reciente, de los pequeños) que se paseó justo delante de la cata de tartas en honor de la gata. Hasta le robó algún seguidor. Y demostró, desde luego, no haber escuchado su clase magistral sobre cordialida­d y gentileza.

Aunque, para Figini, Hello Kitty también es maestra en economía: “Fuimos pioneros en empezar colaboraci­ones en todas las categorías”. Entre las más recientes, Primark, Bershka, Casio o su renovado pacto con Adidas. Aunque nada se dijo de la multa de 6,2 millones que la Comisión Europea impuso en 2019 a Sanrio por violar las reglas sobre competenci­a justo en su política de licencias. La compañía aceptó la sanción sin chistar.

La fiesta, mientras tanto, continúa. A las muestras en Asia y en Londres seguirán otras en Colonia, Helsinki y Roma. Y aparicione­s en la semana de la moda de París y Milán. Ahí donde la necesitan, Hello Kitty va. Y ni siquiera abre la boca para quejarse. Es lo que afirma su lema: “Nunca puedes tener demasiados amigos”. Una fidelidad intachable. Qué dulzura.

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getty El “cumpleaños” de 45 de Hello Kitty en Berlín, en 2019

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