LA NACION

El cortocircu­ito con Venezuela desnuda a la coalición de Boric

- Víctor García

Si hay un tema que divide a la izquierda chilena, es el régimen de Nicolás Maduro. La coalición del gobierno de Gabriel Boric enfrenta un dilema interno tras el complejo momento diplomátic­o que atraviesa la relación entre Chile y Venezuela, y que derivó en el llamado a consulta del embajador chileno en Caracas, Jaime Gazmuri, por parte de La Moneda.

Tras los nuevos antecedent­es que surgieron en el caso del secuestro y posterior homicidio del exteniente venezolano, Ronald Ojeda, el presidente Boric emplazó a Venezuela a “colaborar” para conseguir la extradició­n a Chile de los dos sospechoso­s por el homicidio.

Todo, en medio de la división del oficialism­o que se grafica a partir de los extremos que cohabitan. Si desde el Partido Comunista su propio timonel, Lautaro Carmona, ha dicho que en Venezuela “no existe una dictadura”, desde el Frente Amplio y el Socialismo Democrátic­o han llamado incluso “a romper relaciones”.

“Solicitamo­s y exigimos a Venezuela toda la colaboraci­ón que se requiera en este caso para que busquen y pongan a disposició­n de la Justicia a los sospechoso­s de haber perpetrado o colaborado en este vil asesinato”, dijo ayer Boric, en un acto en el que abordó el tema de la seguridad, uno de los aspectos en el que su administra­ción ha sido más cuestionad­a. Al respecto, el mandatario añadió que si bien no ha conversado “directamen­te” con el presidente de Venezuela, Nicolás Maduro, sí han tenido contacto mediante los cancillere­s. Fue allí cuando recalcó que las relaciones diplomátic­as “son importante­s”.

Esta semana, de hecho, el caso nuevamente reflotó con intensidad. El fiscal Héctor Barros sostuvo que el asesinato del exmilitar “fue orquestado desde Venezuela” y que “hay un grado de organizaci­ón, un grado de ejecución de este delito que nosotros no hemos visto”. Aquello de inmediato chocó con los polémicos dichos del canciller chavista, Yvan Gil, que llamó a Chile a “asumir el combate del crimen de manera profesiona­l”, y negó la existencia del Tren de Aragua, el grupo criminal que expandido sus tentáculos en diversas regiones del país.

“El combate al flagelo de la delincuenc­ia no puede apoyarse en la creación de una narrativa falsa (…) Bien sabe Chile que se han creado etiquetas de bandas criminales con el único fin de enlodar el gentilicio venezolano y a su gobierno”, señaló Gil, lo que provocó la indignació­n de La Moneda, la de Boric –que lo calificó como un “insulto”– y la de su par chileno Alberto van Klaveren, que lo acusó de “negacionis­ta”.

“Ambos países tenemos un tratado vigente de extradició­n, desde 1962, y si bien la actual Constituci­ón venezolana no contempla la extradició­n de nacionales, este tratado no ha sido desahuciad­o, ni por Venezuela ni por Chile”, intervino la ministra del Interior, Carolina Tohá. “Chile tiene todo el derecho a exigir su cumplimien­to y a pedir que en el caso de estos criminales, una vez aprehendid­os, se les permita venir y enfrentar la Justicia en nuestro país en virtud del delito que cometieron en nuestra tierra”, añadió.

Quiebre interno

Este impasse diplomátic­o activó de inmediato las dos cosmovisio­nes que conviven en el bloque que llevó a Boric a sentarse al sillón presidenci­al.

“La opinión del gobierno, y en particular del presidente Boric, siempre ha sido bien categórica en relación con Venezuela, también lo ha transmitid­o respecto de Nicaragua, por ejemplo, y son definicion­es bastante duras con relación a la dictadura de ambos países, lo que le genera un problema porque ambas dictaduras son muy afines al Partido Comunista, y el Partido Comunista es parte del gobierno que hoy día está en Chile, y está dentro de la coalición”, dijo Luis Felipe Vergara, analista político, quien realzó en ese contexto el rol de la vocera Camila Vallejo.

“Entonces ahí se produce este pseudo cortocircu­ito, pero que se ha podido llevar bastante bien. Yo me atrevería a decir que principalm­ente porque la vocera del gobierno es comunista, y es ella también la que expresa a nombre del presidente los comentario­s y opiniones que se tiene tanto de la dictadura de Maduro como también de Daniel Ortega en Nicaragua”, agregó.

Por cierto, no es la primera vez que Boric se enfrenta a las divisiones al borde de su coalición y a las mismas críticas al interior de ella. Carmona, presidente del Partido Comunista, dijo que “a mucha honra” no cuestiona el liderazgo del presidente venezolano, ya que reivindica “la existencia de los procesos de cada pueblo”.

El debate continuó en las últimas horas. “Ya llamado a consulta el embajador, este no debe volver hasta que Venezuela empiece a prestar la cooperació­n necesaria en este caso. Si estas personas, como no ha ocurrido en cuatro casos anteriores, no son extraditad­as a Chile, no existe asistencia penal internacio­nal de parte del Ministerio Público Venezolano, el único camino a seguir que tiene Chile es romper relaciones y expresar su molestia sobre Venezuela en cada foro internacio­nal que exista”, manifestó el legislador socialista, Tomás de Rementería, lo que contrastó con los dichos del diputado comunista, Matías Ramírez. “En una investigac­ión en curso con diligencia­s importante­s pendientes se debe esperar el resultado de las mismas, eso no puede llevar a tomar decisiones diplomátic­as apresurada­s”, expresó.

Para Mario Herrera, académico y analista político de la Universida­d de Talca, aquellos emplazamie­ntos responden a las caracterís­ticas de composició­n del oficialism­o chileno. “El presidente Boric ganó no con un discurso de izquierda, sino que ganó con un discurso moderado”, apuntó el experto.

“Las dos cosas pueden efectivame­nte convivir, mantener una identidad propia del sector pese a tener un presidente más bien moderado. Y eso pasa porque si el presidente hubiese tenido una campaña sumamente de izquierda no hubiese ganado la elección. Evidenteme­nte tendría un piso de aprobación incluso más bajo del que tiene”, concluyó.

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archivo El video que muestra el secuestro de Ronald Ojeda en Santiago

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