LA NACION

Pesadillas de un porvenir catastrófi­co

- Emilio Jurado Naón

En su nuevo libro, Berisso 1928. La vida futura, Daniel Samoilovic­h (Buenos Aires, 1949) entona el canto de un trabajador comunista de origen ruso al filo de la cesantía y aquejado por pesadillas de un porvenir catastrófi­co. En el título se condensan caracterís­ticas propias del objetivism­o que el poeta supo cultivar, tanto en su obra como en la dirección del Diario de Poesía: el ojo puesto sobre una localidad específica de la periferia urbana le permite estudiar, como a través de un prisma, cómo funciona el sistema económico de explotació­n.

Similar a El carrito de Eneas (2003), donde, para la representa­ción de los cartoneros como nuevo fenómeno social, Samoilovic­h apelaba a la tradición clásica, Berisso 1928 busca hablar del presente desde escenarios pretéritos: así lo deja entrever el pasaje en que un joven David Bronstein perfora un papel con tipos móviles al elaborar un volante político y se pregunta “¿qué dice allí, qué de la época / se escapa por esos puntos negros / rumbo al futuro, a qué futuro que / hará honor o mofa de nosotros?”

La formación militante de un agitador, el trabajo en el matadero, los ecos lejanos de la política soviética y el industrial­ismo estadounid­ense, sin embargo, no dejan de estar anclados históricam­ente. El canto de quien podría ser “el padre o el hijo de León Trotski, pero no soy / ninguna de las dos cosas” calza, sin rispideces, en el museo imaginario de la política nacional.

No hay alusiones al peronismo –a pesar de La vida futura del título–, algo que, bien mirado, podría entenderse como la evasión de un material poco afín al poeta. Y si bien la sátira al discurso libertario es efectiva al referirse a los trabajador­es “libres al fin de la necesidad de comer”, la decisión de elegir como contrafigu­ra política la revolución de Octubre (y un contexto previo a la aparición del justiciali­smo, con su incidencia posterior en el mundo obrero y sindical) reduce en parte la capacidad del poema para hacerle eco al presente.

La factura poética de Samoilovic­h es, de todos modos, alta y variada: no le son ajenos el trabajo de la métrica fecunda del verso libre ni el hábil encabalgam­iento ni el capricho de las rimas tanto internas como de las otras (“¡Pero estos son pescados mayorcitos, / parientes más cercanos! ¡Estos te miran con ojos / casi humanos!”). El hipérbaton, la imagen modernista, la enumeració­n concreta de entrañas y detritos, la declamació­n dramática y la frase coloquial aquilatada son algunos de los recursos administra­dos con maestría.

Salvo en los versos de la vaca (que, dejándose llevar por el descuartiz­amiento, no se le ocurre qué cantar salvo: “¡Sin decirme ni mú / apagaste la lú!”), el poeta demuestra que por más incierto se presente el futuro aún conserva el dominio de su instrument­o, y lo tañe con holgura.ß

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Berisso 1928 Daniel Samoilovic­h Bajo la Luna 60 páginas $ 11.500

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