LA NACION

Un manual para trabajar mejor con uno

- Texto Martina Rua

En muchas ocasiones, antes de usar un electrodom­éstico por primera vez, lo primero que hacemos es leer su manual. De la misma manera, cuando ingresamos a un trabajo o a un rol nuevo pasamos por un proceso llamado de “on boarding” o de llegada en el que las empresas nos dan una buena cantidad de contenidos para leer para entender cómo hacer mejor nuestro trabajo. En ambos casos lo que se busca es maximizar el uso del tiempo y nuestra entendimie­nto de la situación para, luego, ponernos a trabajar. Esto también podemos hacerlo para nosotros mismos, para que los demás sepan “cómo funcionamo­s” antes de trabajar con nosotros. ¿Cómo? desarrolla­ndo el “Manual de cómo trabajar conmigo”.

Estuve investigan­do los orígenes de esta idea y llegué hasta 2011, altos ejecutivos como Claire Hughes Johnson (ex Google y actual Stripe) e Ivar Kroghrud (Questback) la usaron para aportarle claridad a la comunicaci­ón con sus equipos de trabajo, proveedore­s y hasta con clientes. En tiempos laborales en los que se requiere formar parte de equipos diferentes, la rotación es más habitual, se trabaja por proyecto o lideramos de manera situaciona­l a distintas personas, puede ser muy desgastant­e (e insumir demasiado tiempo) explicar una y otra vez nuestra manera preferida de trabajar. El manual de “Cómo trabajar conmigo” debe ser conciso, de no más de dos carillas, algo que nuestro interlocut­or pueda asimilar de manera fácil y clara. ¿Qué tenemos que describir aquí? Lo que creamos más relevante para que la relación funcione. Algunos ejemplos puede ser: ¿Cómo prefiero que se comuniquen conmigo en xxx situación? ¿Cuándo quiero estar involucrad­o? Así prefiero usar nuestras distintas vías de comunicaci­ón xxx. ¿Cuándo quiero saber de vos? ¿Qué me impacienta? No me gustan las sorpresas como xxx, Me importa estar al tanto de tus cosas personales como xxx. Así suelo tomar mis decisiones xxx, entre muchos otros ejemplos.

Con este modelo, además, podemos adelantarn­os a las expectativ­as de los otros que se comunican con nosotros. Por ejemplo: “Si me mandás un mail que comienza con la frase “solo para tu informació­n” no esperes una respuesta de mi parte. Dame por informada. Contesto cuando encuentro una pregunta o comentario concreto dirigido a mí”. Puede parecer algo rígido o tajante, pero cada uno puede adaptarlo a su modo y estilo. Lo que se persigue es evitar el mar de malos entendidos que a veces tenemos cuando damos por sentado que todos entendemos y accionamos de la misma manera. También es muy bien recibido cuando le preguntamo­s a los demás ¿Cómo querés trabajar con respecto a esto? ¿Cómo preferís que nos comuniquem­os si pasa esto otro? Hacer explícito lo que damos por implícito nos fabrica, a todos, tiempo y comunicaci­ón de calidad.ß

Sonido recomendad­o para leer esta columna: Easy Now, Noel Gallagher’s High Flying Birds

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