LA NACION

“Tenía que hacerlo confesar”. La periodista que desenmasca­ró al nazi Erich Priebke

Hace 30 años, Dalila Herbst viajó a Bariloche para buscar a un exagente de la inteligenc­ia nazi; casi por azar encontró en un libro la pista para dar con el excapitán de la Gestapo responsabl­e de una masacre de civiles en Italia

- Texto Germán Wille

Estar cara a cara con el mal, ¿es posible? 30 años atrás, a finales de marzo de 1994, Dalila Herbst, periodista argentina que trabajaba para la señal estadounid­ense ABC, se reunió a tomar un café en el Hotel Panamerica­no de Bariloche con el empresario local de origen alemán Erico Priebke. Lo que la mujer camufló como una reunión de negocios en realidad era una treta para develar el oscuro pasado de su interlocut­or. Ella sospechaba que, bajo la apariencia de abuelo dulce y amable, Erico era el criminal de guerra nazi Erich Priebke, fugado a la Argentina tras la Segunda Guerra Mundial, uno de los responsabl­es de la llamada masacre de las Fosas Ardeatinas, en marzo de 1944, cuando las fuerzas alemanas asesinaron a sangre fría a 335 civiles en Italia.

La valiente mujer que se animó entonces a contactar a Erico o Erich Priebke habla hoy vía telefónica con la nacion desde Beerseba, la ciudad del sur de Israel en la que vive desde hace unos 13 años.

En 1994, trabajaba como productora en la señal ABC News. La estrella de esa emisora era Sam Donaldson, leyenda del periodismo estadounid­ense. “Mi sueño era trabajar con

Donaldson, porque yo veía su programa Primetime Live y me moría”, cuenta Herbst, y agrega: “Y un día me llama Harry Phillips y me dice: ‘Soy productor de Primetime Live’”.

Con ese llamado, la periodista porteña fue convocada para una investigac­ión que haría el programa en Bariloche. La finalidad era dar con un agente nazi de inteligenc­ia llamado Reinhard Kopps, que estaría viviendo en aquella ciudad patagónica. Para iniciar su trabajo periodísti­co, le pidieron a Herbst que viajase al sur para rastrear informació­n.

“Fui. Empecé a averiguar. Había que tener un poco de cuidado porque Bariloche siempre fue un antro de nazis gracias a Perón”, dice la periodista, que a sus casi 82 años conserva un tono de voz vital y una memoria impecable, expresada en la forma en que describe los pormenores de su pequeña gesta personal que determinó, a la postre, la detención de Priebke.

–Dalila, ¿cómo cambiaron el objetivo de su búsqueda, a Kopps por Priebke?

–En realidad, yo tropecé con Priebke. Cuando llegué y pregunté por Kopps, él había cruzado a Chile para operarse. Era dueño de una hostería en Bariloche, adonde llamé para ver si podía dar con él, pero me dijeron que la había tercerizad­o. No había manera. Encima me tocaron unos días de lluvia y estaba encerrada en el hotel... Estaba tan harta que una noche le dije al conserje: “¿Me hace una lista de libros para conocer bien Bariloche?”. Con la lista me voy a una librería grande, atendida por un matrimonio alemán mayor. Me llamó la atención uno de los libros que escribió el conserje: El pintor de la Suiza argentina, de Esteban Buch. Cuando lo pido, me dicen: “Desapareci­ó”. Te imaginás para alguien de Buenos Aires la potencia que tiene la palabra “desapareci­ó”. Les pregunto: “¿Cómo desapareci­ó el libro?”. Y me responden: “Sí, el día que nos lo trajeron vino un señor alto, morocho, de bigotes y se llevó todo”. Recorrí dos o tres librerías más esa noche. “No está”, “no está”... Me interesó el título, pero me llamó la atención que en las librerías importante­s no estuviera. Había algo raro ahí.

–¿Finalmente encontrast­e el libro?

–A la mañana siguiente camino para el lado del lago Nahuel Huapi y encuentro una cabañita de Eudeba. En la vidriera lo veo: El pintor de la Suiza argentina. Estaba cerrado. Esperé hasta que llegó un jovencito y abrió la puerta. Le compré todos los ejemplares que tenía. Eran 10.

–¿Qué secreto escondía el libro?

–Me metí en un café, me puse a leer y ahí encontré la historia de Kopps. Y yo no sé si tres páginas más atrás o más adelante me encuentro la historia de Priebke...

La masacre de las Fosas Ardeatinas

Nacido en 1913 en Hennigsdor­f, Alemania, Erich Priebke había llegado a ser capitán de las SS y pertenecía a las filas de la Gestapo, la temible policía secreta alemana. Se convirtió en la mano derecha de Herbert Kappler, el jefe de esa fuerza en Roma durante la Segunda Guerra Mundial. Kappler fue el principal organizado­r de la masacre de las Fosas Ardeatinas, en marzo de 1944. Luego de que un grupo de la resistenci­a italiana asesinara en un atentado a 33 soldados alemanes, Adolf Hitler ordenó que por cada uno de sus compatriot­as muertos deberían morir 10 italianos.

Kappler y Priebke se encargaron de cumplir con rigurosida­d la orden del tirano nazi. Así, reunieron unas 335 personas y las llevaron hasta unas minas ubicadas al sur de Roma. Los civiles fueron ingresando a las fosas y allí eran ultimados de un tiro en la nuca. Finalmente, los soldados alemanes dinamitaro­n los ingresos a las minas.

Tras el fin de la guerra y la derrota alemana, miles de criminales nazis huyeron de Europa. Muchos llegaron a la Argentina. Como Priebke, que desembarcó en Buenos Aires en 1947. Años después se instaló en Bariloche, donde se convirtió en un vecino destacado. En el momento de su detención, el criminal nazi era dirigente de la Asociación Cultural Germanoarg­entina de esa ciudad patagónica.

–¿Qué pasó cuando te encontrast­e con la historia de Priebke?

–Lo primero que hice, en esa época no había celulares, fue ir a buscar una guía telefónica. Me encuentro ahí con Erico Priebke, su dirección y su teléfono. No lo podía creer. Llamo por teléfono y me atiende una señora alemana. Le pido por él y me dice: “Uno momento”. Me agarró una taquicardi­a que no te puedo contar... Cuando el tipo me dijo “hola”, colgué el teléfono. Me corrió frío. Volví a llamar y le pedí perdón, le dije que se cortó.

–¿Cómo surgió la idea de encontrars­e?

–Le inventé una historia de una persona que tenía a los hijos en el Primo Capraro, que es el colegio alemán más importante de Bariloche, que me había dado el nombre de él como hombre de negocios muy canchero, porque yo me quería establecer en Bariloche y quería que me aconsejara. No sé de dónde lo inventé. Me dijo que con mucho gusto se reunía, pero que en ese momento estaba por llegar su hijo de Estados Unidos y tenía que ocuparse de eso.

“Le vi las manos manchadas de sangre”

Si bien el objetivo primario de ABC News había sido Kopps, ahora la mira estaba puesta en un criminal nazi de mucho mayor peso: tenían que encontrar y exponer a Priebke. Cuando todo estuvo listo para el encuentro con el exagente de la Gestapo, la producción del programa desplegó todo su arsenal. “Había que ir hasta Priebke, hacerlo confesar y registrar todo con cámaras. Porque si no, no valía nada”, dice Herbst, que añade su asombro por cómo trabajó el grupo de ABC: “Fue una organizaci­ón tipo FBI. Nunca había vivido una cosa igual”.

–¿Cómo se dio el encuentro con Priebke?

–Lo llamé para encontrarm­e y me dijo que sí. Yo estaba en el Hotel Panamerica­no y le pregunté si quería venir a tomar un café. La excusa era buscar asesoramie­nto financiero.

–¿Cómo fue el momento en que se vieron?

–Yo te digo que la taquicardi­a que tenía ese día mejor ni te cuento... Me senté en el hall con toda la gente y lo veo parado en la puerta. Impecable. El tipo hizo un zoom con los ojos. Se ve que yo hice un gesto, porque vino directo a mí. Me paré, le di la mano. Subimos. La cafetería estaba en el primer piso del hotel.

–¿Llevaron cámaras para registrar el momento?

–Había dos cámaras. Yo tenía indicado dónde me tenía que sentar. Una cámara estaba escondida atrás del telón de un escenario que había en la cafetería. La otra la tenía en la gorra el sonidista, que tomaba café en una mesa al lado nuestro. A él le dije que por favor no me mirara porque tenía miedo de distraerme y que se pudriera todo.

–¿Cómo fue el diálogo?

–Empezamos a hablar de negocios, no sé las pavadas que habré dicho. Yo tenía que chequear que él era él. Esa era la orden que tenía. Entonces arranqué por la Guerra de Malvinas, que me quedó marcada en el alma porque trabajé tres meses para ABC y ATM. Hablé de la guerra y la guerra... y de repente, así, a lo bruto, le digo: “¿Usted tuvo que matar a alguien en la guerra?”. ¿Viste cuando decís: “Me tiro a la pileta porque no puedo más?”. Entonces me mira y me dice: “No, porque yo era el delegado en la embajada alemana en Roma”. “Chau –me dije–-. Es él”.

–Por la mención de Roma te diste cuenta de que “él era él”. ¿Qué pasó entonces?

–Había que seguir hablando... Le dije: “¿Usted sabe que mi abuelo es de Berlín también?”. Mi abuelo era de Moldavia, nada que ver, pero había que empatizar con el tipo. “¡De Berlín!”, me dijo el viejo. Le brillaban los ojos. “Pero él me dijo que una vez que uno mata a una persona no vuelve a vivir eso”, le digo. Y me dice: “Yo no tuve que vivir eso”. Y yo me dije: “Viejo maldito, bien que mataste”.

–¿Cómo cerraste la charla?

–Llegó un momento dado en que me quería ir. Me faltaba el aire. Le digo: “Bueno, no le quiero robar más tiempo, le agradezco”. Y me dice: “Espere que le traje un regalo”. Había traído un anuario del colegio. Le dije que bajaba con él. Necesitaba aire. Quería salir.

–¿Qué te pasó por el cuerpo cuando te diste cuenta de que era un criminal nazi?

–Te voy a decir lo que me pasó. De repente, le miro las manos y se las vi todas con sangre. Lo consulté con mi terapeuta cuando volví. Le dije: “¿Usted sabe que le vi las manos manchadas de sangre?”. Y me dice: “Porque las tenía manchadas”.

–¿Qué pasó después del encuentro?

–Me sentí mal. Mirá, soy diabética... Cuando logré subir a mi habitación, el sonidista, que era paramédico, me midió la glucemia y me tuvo que volver a poner insulina porque tenía el azúcar por las nubes. Fue un shock emocional terrible, no lo puedo explicar. Era una cosa que no podías creer que tenías ese monstruo delante tuyo. ¡Y tan pancho él! Y todo el mundo lo saludaba: “¿Cómo le va, don Erico?”. Y vos decís: “Por Dios, ¿cómo puede ser eso?”.

“Esas fueron las órdenes”

El difícil momento que atravesó Dalila Herbst en su cita en el Hotel Panamerica­no ocurrió el 28 de marzo de 1994. Una semana después, el 5 de abril, ya con Sam Donaldson en Bariloche, llegaría otra prueba del pasado de Priebke. Fue cuando el periodista encaró al exagente nazi Reinhard Kopps y el alemán, en cámara, delató a su viejo camarada de armas. “Hay muchos nazis por acá que vos no viste”, le dijo a Donaldson, y de inmediato acusó: “Su nombre es Erich Priebke”.

Tal como se ve en el documental de ABC Nazi Hunters, ese mismo mediodía el equipo periodísti­co del programa, incluida Dalila Herbst, interceptó a Priebke a la salida del Instituto Primo Capraro. “Yo sabía que él salía a las 12 en punto del instituto. Fuimos un rato antes. Reconocí su auto, cada uno se puso en su lugar, y cuando lo vimos salir del colegio, Donaldson gritó: ‘Now (ahora)’. Saltamos todos, y es lo que se ve en la entrevista”, cuenta la periodista.

“Lo que se ve en la entrevista” es cómo la estrella de ABC enfrenta al criminal nazi. Lejos de sentirse intimidado por su presencia, Priebke admitió que había estado en Roma en 1944, que había formado parte de la Gestapo y que había participad­o de la masacre de las Fosas Ardeatinas. “¿Por qué disparó a esa gente si no había hecho nada?”, fue la pregunta de Donaldson. “Esas fueron las órdenes”, respondió Priebke sin inmutarse.

Herbst cuenta que en ese momento se sintió orgullosa porque pensó: “Al menos uno. Tenemos al menos a uno de ellos”.

–Dalila, ¿qué pasó después de ese momento en que intercepta­ron a Priebke?

–Donaldson tenía que salir inmediatam­ente de Bariloche para llegar a Washington para su programa. El resto se quedó trabajando. Yo quería quedarme, pero él me dijo: “Venís conmigo. De ninguna manera te quedás en Bariloche porque al tipo este vos le mentiste, te tomaste un café con él y te acaba de ver con nosotros. Y es peligroso”. Me subieron al avión y nos volvimos todos a Buenos Aires.

–¿Tuviste miedo? “Murió en el olvido”

–Por un tiempo tuve miedo por mis hijas. Yo vivía sola, estaba divorciada. No las mandé al colegio como cuatro días, no atendía el teléfono... Con esta gente nunca sabés hasta dónde llega el brazo. Lo único que yo quería era que nadie supiera nada. Priebke era un bicho pesado, me inspiraba un poco de miedo. Para muchos era el abuelito bueno de Bariloche, pero cuando vos sabías quién era...

El 6 de mayo de 1994 se emitió el documental de ABC News en el que aparecía Priebke y se revelaba su pasado como criminal nazi. De inmediato, el Ministerio de Justicia de Italia ordenó su extradició­n. La Argentina aceptó este pedido. En 1998, un tribunal italiano condenó al ex-gestapo a cadena perpetua, una pena que cumplió con arresto domiciliar­io hasta el día de su muerte, a los 100 años, el 11 de octubre de 2013.

–¿Cuál fue tu sensación cuando te enteraste de que se había muerto Priebke?

–No sentí nada. Lo que me puso feliz es haber averiguado después que él está ahora en una tumba sin nombre en una capilla no identifica­da en Italia. Murió en el olvido. También tengo que contar que me llamó uno de los nietos de Priebke para decirme que se presentarí­a en la Justicia para pedir el cambio de nombre, porque cuando la historia se hizo pública y se enteró, le daba vergüenza llevar ese apellido.ß

 ?? ?? Recreación que hizo ABC de su encuentro con Priebke
Recreación que hizo ABC de su encuentro con Priebke
 ?? ?? Donaldson intercepta a Priebke en la calle
Donaldson intercepta a Priebke en la calle
 ?? ?? En noviembre de 1995 fue extraditad­o a Italia
En noviembre de 1995 fue extraditad­o a Italia
 ?? ?? Erich Priebke, con uniforme alemán
Erich Priebke, con uniforme alemán
 ?? ?? Dalila Herbst, hoy
Dalila Herbst, hoy
 ?? ?? Dalila Herbst en Bariloche, junto al equipo de Primetime Live. Detrás suyo, a la derecha, el presentado­r Sam Donaldson
Dalila Herbst en Bariloche, junto al equipo de Primetime Live. Detrás suyo, a la derecha, el presentado­r Sam Donaldson

Newspapers in Spanish

Newspapers from Argentina