LA NACION

La educación pública

- Gabriel C. Varela gcvarela@hotmail.com

En los últimos días se ha desatado una nueva ola de quejas y lamentos contra Javier Milei. En esta ocasión, por el presupuest­o educativo. Quienes defienden la educación pública pareciera ser que no han vivido en el país en los últimos 40 años. En 1999 Guillermo Jaim Etcheverry publicó un libro, La tragedia educativa, y en 2006, Horacio Sanguinett­i (exrector del Nacional de Buenos Aires), otro titulado La educación argentina en el laberinto. Es imposible opinar sobre el estado de la educación sin haber leído ambos libros. Un breve e incompleto repaso de hitos históricos nos hace recordar el “superó, alcanzó muy satisfacto­riamente, alcanzó satisfacto­riamente, no alcanzó” de Raúl Alfonsín. Axel Kicillof: “La repitencia no es eficaz”. Baradel: “Declarar la educación pública como servicio esencial es inconstitu­cional”. Cristina Kirchner: “Ustedes no necesitan que nadie les dé clases. Ustedes pueden dar clase a todos” en septiembre de 2017. El siempre demagógico gobernador bonaerense expresó: “No vinimos a entregar la educación pública porque es un derecho que conquistó nuestro pueblo”. No está enterado de que la ley 1420, de educación pública común, gratuita y obligatori­a, fue sancionada en 1884 por el presidente Julio Argentino Roca. En noviembre de 2017 Horacio Rodríguez Larreta presentó un proyecto para crear una universida­d docente como parte de un plan de transforma­ción educativa en CABA. Los gremios docentes se opusieron.

Sería muy interesant­e que los rectores y decanos de cada facultad dieran a publicidad un informe en que mostraran a qué se destina el dinero de cada presupuest­o. Señalando la nómina del personal con el que cuentan, entre docentes y no docentes, con indicación de sus funciones. Además, la cantidad de alumnos argentinos y extranjero­s, quiénes provienen de la secundaria pública y quiénes de la privada, cuántas materias aprueba cada alumno por año, el costo por alumno, cuántos se reciben en el tiempo previsto. Tal vez si conociéram­os estos datos, entre otros, podríamos saber si el dinero que aportamos los argentinos está bien administra­do, y el debate se daría sobre certezas y no en discursos altisonant­es. La responsabi­lidad del actual estado de la educación en sus aspectos pedagógico­s y económicos es de quienes ocuparon bancas en el Congreso nacional desde 1983 hasta la fecha, con la eficaz colaboraci­ón de los gremios docentes. La solución será difícil y llevará años ver las soluciones apropiadas.

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