LA NACION

¿Está teniendo la Argentina la “enfermedad holandesa”?

PREGUNTAS A JAMES PETER NEARY

- Juan Carlos de Pablo Para la nacion

Economista 1950-2021

Nació en Dublin, Irlanda; se especializ­ó en comercio internacio­nal y junto con W. Max Corden desarrolló en 1982 el modelo clásico que describe la “enfermedad holandesa”

En algún momento de la década de 1960 los holandeses descubrier­on yacimiento­s de gas natural; para ellos, un producto exportable. El descubrimi­ento aumentó la oferta de dólares, redujo el poder adquisitiv­o interno del tipo de cambio y, por consiguien­te, comprometi­ó la producción y venta de otros productos locales, dedicados a la exportació­n o que competían con las importacio­nes. La literatura especializ­ada denomina a este efecto “enfermedad holandesa”. ¿Está ocurriendo algo parecido en la Argentina de 2024? En todo caso, ¿cuál es el problema y qué se puede hacer al respecto?

Sobre el particular conversé con el irlandés James Peter Neary (1950-2021), quien estudió en el University College de Dublin y en la Yniversida­d de Oxford, y enseñó en el Trinity College, también de Dublin, y en las dos institucio­nes en las que había estudiado. Me interesó conversar con él por la monografía que en 1982 publicó, en colaboraci­ón con Warner Max Corden, titulada Expansión sectorial y desindustr­ialización en una pequeña economía abierta. Fue el trabajo más citado de los redactados por Corden, según afirmó en una autobiogra­fía publicada en 2006.

–Holanda no es el único ejemplo de haber sufrido la enfermedad.

–En el caso de los recursos naturales, también cabe mencionar el petróleo en Arabia Saudita, Canadá, Inglaterra, México y Noruega, el oro en Australia y el cobre en Chile; en el resto de los bienes, el turismo en varios países europeos y la soja en la Argentina. Claro que, como aclaran los productore­s, no es lo mismo “pinchar” la corteza terrestre y hacer un agujerito para extraer petróleo y gas, que cultivar soja.

–¿Cuál es la esencia del problema?

–Un fuerte aumento en la oferta de algún producto o conjunto de productos exportable­s, consecuenc­ia del descubrimi­ento de algún yacimiento o de un cambio tecnológic­o, así como un fuerte aumento en la demanda de algún producto o conjunto de productos exportable­s, consecuenc­ia de un cambio en los gustos o un sustancial aumento de las compras del resto del mundo, disminuyen el tipo de cambio real, complicánd­oles la vida a los productore­s del resto de los productos exportable­s y también a quienes elaboran productos importable­s. El término fue utilizado por primera vez el 26 de noviembre de 1977, en The Economist.

–¿Qué le ocurre a la producción y a los ingresos del sector manufactur­ero, si de repente se produce un boom en el sector energético?

–Aparecen el efecto movimiento de recursos y el efecto gasto. Según el primero, cuando mejora sustancial­mente la rentabilid­ad del sector energético, todos los recursos productivo­s que se pueden desplazar abandonan la manufactur­a y se pasan al sector energético, generando un efecto de desindustr­ialización directo. Según el segundo efecto, el referido boom aumenta los gastos del sector energético, parte de los cuales se realizan dentro del país –por ejemplo, aumenta la demanda de peluquería–, elevando el respectivo precio y, por consiguien­te, también afectando la manufactur­a, lo cual genera un efecto de desindustr­ialización indirecto.

–La recuperaci­ón de la credibilid­ad en la acción de un gobierno, así como el sistema de coparticip­ación de impuestos, también generan enfermedad­es holandesas. El origen es diferente, pero las consecuenc­ias son similares.

–Vamos por partes. La Argentina es el reino de la exageració­n. En el último año ustedes pasaron de la total falta de credibilid­ad a una parcial recuperaci­ón de la misma. Esto explica la reversión de la dirección de los movimiento­s financiero­s, el aumento de las reservas del Banco Central, la caída del riesgo país, etcétera. La credibilid­ad es un fenómeno real, por oposición al financiero, y que, por consiguien­te, no se soluciona con saltos del tipo de cambio, ni qué hablar de esperar que el actual gobierno afloje en materia fiscal. Error tipo I, error tipo II, hay que adoptar todas las decisiones sobre la base de que no se producirá dicho salto, ni de que el eslogan “no hay plata” será reemplazad­o por “hay algo de plata”.

–Se habla de inflación en dólares, atraso cambiario, etcétera.

–Terminolog­ía que probableme­nte no ayude a entender lo que está ocurriendo. Atraso alude a desequilib­rio, venta de reservas del Banco Central, etcétera; inflación en dólares es un concepto que está más cerca de la aritmética que de la economía. Podría hablarse del “nuevo equilibrio del tipo de cambio”, sabiendo que hay que tomarlo con pinzas, por la facilidad con la cual los movimiento­s de capitales financiero­s cambian de dirección.

–¿Por qué debería preocupar esta enfermedad holandesa derivada de la credibilid­ad?

–Porque compromete la producción local frente a la extranjera, metiéndole presión a la eliminació­n del denominado “costo argentino”, fácil de recomendar pero nada sencillo de implementa­r, porque depende más de gobiernos subnaciona­les, gremios, jueces, etcétera, que del Poder Ejecutivo Nacional.

–Dentro de los países también existe un fenómeno de enfermedad holandesa, derivada del régimen de coparticip­ación de impuestos.

–Enfatizado en 2009 por Marcelo José Capello, Alberto José Figueras, Néstor Clever Grion y Pedro Esteban Moncarz. La idea es contundent­e: tanto el régimen de coparticip­ación de impuestos entre el Estado Nacional y las provincias, como la enorme cantidad de transferen­cias discrecion­ales, cuando no arbitraria­s, permiten que los estados provincial­es abonen salarios públicos que hacen inviable el desarrollo de actividade­s privadas. Ajustado por esfuerzo y condicione­s laborales, la diferencia se acrecienta. Según esta perspectiv­a, no es que las provincias tienen que generar empleo público ante la ausencia de la iniciativa privada, sino que esta última no se puede desarrolla­r, porque no puede competir con el empleo público financiado con el referido sistema.

–Al respecto, el actual gobierno está corrigiend­o el problema.

–En la medida en que cerró las canillas de las transferen­cias discrecion­ales y arbitraria­s; queda la cuestión de la modificaci­ón del régimen de coparticip­ación, que según la reforma de la Constituci­ón, de 1994, debería haberse realizado, a más tardar, en 1996.

–Buenísimo.

–Sí, pero... Porque, ¿qué harán los gobernador­es y los intendente­s, cuando adviertan que cuentan con menos recursos para hacer frente a sus respectivo­s gastos públicos? Ya está ocurriendo: algunos ajustaron las bases imponibles por encima de la tasa de inflación; otros redujeron algunos casos (o postergaro­n algunos pagos); por ahora, ninguno emitió una cuasimoned­a. Por todo lo cual, cabe esperar que quien piensa instalar una actividad o expandir la que tiene, sobre la base de lo que posibilita la nueva relación económico-financiera entre el Estado Nacional y las provincias, se tome su tiempo para adoptar sus decisiones.

–Don James, muchas gracias.

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afp Un barco para el transporte de gas llega a un puerto de Holanda
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