LA NACION

Espartanos. El nuevo plan que busca contribuir a la reinserció­n social de presos

Eduardo “Coco” Oderigo quiere que los convictos que participan del programa de la ONG actúen de agentes virales y extiendan el método al resto de las cárceles argentinas

- Nicolás Cassese

En la página de Espartanos, la ONG que revolucion­ó las cárceles utilizando al rugby como herramient­a de educación e inserción social para los presos, hay un video corto muy revelador de la personalid­ad de su creador, Eduardo “Coco” Oderigo, y del desafío en el que se encuentran.

Grabado en la cancha de la Unidad 48 de San Martín, el corazón de la tarea de la fundación, donde mañana inauguran un auditorio, narra el primer día en el que Oderigo entró con pantalones cortos, una pelota de rugby y un fornido compañero de club, que le hacía de virtual guardaespa­ldas, para proponerle­s a los presos más violentos practicar un deporte cuyo movimiento básico consiste en voltear al rival.

“¿Qué pensaste en ese primer momento?”, le pregunta Oderigo al Diente, como llama a Sebastián Laterza, un convicto jugador de los Espartanos, que le saca una cabeza y media.

“Que íbamos a jugar a la pelota, pero la pelota era ovalada”, se ríe Laterza con gesto de gigante bonachón.

“Si el Diente no hubiera dicho que sí –sigue Oderigo–, ninguno de los que están acá estaría cambiando su vida. Ahora, la tarea de cada uno de ustedes es decirle que sí al que viene”.

Como los apóstoles a los que Jesús manda a predicar la buena nueva, Oderigo quiere que los presos y presas –también hay mujeres– que participan del programa de Espartanos actúen de agentes virales y extiendan el método al resto de las cárceles argentinas. Para hacerlo, necesita convencer a las autoridade­s nacionales y de la provincia de Buenos Aires. Por el momento, no logra que ni Patricia Bullrich, la ministra de Seguridad nacional, ni Juan Martín Mena, el ministro de Justicia bonaerense, le den un espacio en su agenda. Lo que les quiere pedir es simple: que lo dejen exportar los presos que ya son espartanos por el resto de los pabellones carcelario­s. Con esto, dice, contribuir­á a mejorar el servicio penitencia­rio.

El plan de Oderigo surgió de un problema. Un empresario de los tantos que colaboran con los espartanos brindando oportunida­des laborales a los expresos le dijo que tenía 1500 puestos disponible­s. En la bolsa de trabajo que maneja la fundación, sin embargo, no tenían esa cantidad de candidatos. Ahí se factotum:

dio cuenta de que tenía que escalar la producción de Espartanos.

Otro problema que apareció por la misma época lo ayudó a encontrar una posible solución. Un juez decidió que la Unidad 48 de San Martín tenía demasiados convictos y redujo su población a la mitad. Los que se fueron, unos 200 presos, eran parte del programa de espartanos. Al tiempo, la iniciativa naufragó –el resto de los penales estaban igual de saturados– y la Unidad 48 volvió a recibir 200 presos. Pero no volvieron los originales, los Espartanos ya pacificado­s. “Nos mandaron los más malos de los malos”, se ríe Oderigo.

El riesgo era que el pabellón volviera a caer en la violencia y los vicios que son comunes en las cárceles, pero ocurrió lo contrario. La población remanente de espartanos impuso sus códigos de buena conducta y, por el ejemplo, convenció a los recién llegados de las virtudes de hacer deporte y portarse bien.

“Uno de ahí me explicó –sigue Oderigo– que cuando hay 100 malos en la cárcel no es que los 100 son malos. Hay cinco malos y contagian al resto”. coach

A partir de esa experienci­a craneó su proyecto: exportar grupos de espartanos buenos y que estos impongan su cultura. Para eso necesita que le vacíen pabellones en diferentes unidades e instalar allí a un par de espartanos. Luego, el pabellón se vuelve a poblar con presos comunes. El proceso, confía, permitirá que sus embajadore­s impongan sus liderazgos positivos sobre los nuevos compañeros de celda. Y así, Espartanos multiplica­rá su escala.

El programa de Espartanos hoy se replica en 44 unidades penales de la Argentina y en 16 del exterior, ubicadas en España, Chile, Uruguay, El Salvador, Perú y Kenia. Estiman que, a nivel nacional, participan más de 2000 jugadores entre penales federales y provincial­es. Y quieren crecer.

Su argumento de venta es poderoso. El trabajo que realizan ayuda a reducir la violencia rompiendo el círculo de delito en el que suele naufragar la población carcelaria. Según sus cifras, el índice de reincidenc­ia de los presos liberados en la Argentina es del 65%. El de los exespartan­os es del 5%. Los pilares del trabajo de la fundación son el rugby, la espiritual­idad, la educación y el empleo.

El trabajo de la fundación continúa cuando las personas abandonan la cárcel. Enfrentado­s a la dura realidad de buscar trabajo luego de años en prisión, los exconvicto­s luchan contra su falta de rutinas laborales y los prejuicios de la sociedad. Para ayudarlos, los Espartanos ofrecen programas de capacitaci­ón y contactos con empresas dispuestas a dar una segunda oportunida­d. Son más de 100 los espartanos en libertad que consiguier­on trabajo gracias a la fundación.

Oderigo no quiere entrar en la polémica acerca de leyes duras o blandas: “Si los políticos quieren construir más cárceles, bajar la edad de imputabili­dad y sacarles los teléfonos a los presos, adelante. Que lo hagan. Pero eso no va a resolver el problema de la insegurida­d”.

Lo que se necesita, sigue, son programas de educación y reinserció­n social como el de Espartanos. Para eso, buscan las reuniones con las autoridade­s de las áreas de seguridad y desarrolla­ron un programa de capacitaci­ón de funcionari­os.

Mientras esperan la agenda de las autoridade­s nacionales y provincial­es, Oderigo ya arrancó a convencer a los intendente­s del corredor norte –San Isidro, San Fernando, Tigre y Pilar– para comenzar una prueba piloto. Quiere que los presos de esos partidos –pertenecie­ntes al departamen­to judicial de San Isidro– eviten el largo peregrinaj­e por diferentes institucio­nes que comienza luego de ser apresados, y que en la mayoría de los casos termina en un nuevo delito tras ser liberados, y vayan directo a un pabellón de los Espartanos. De este modo, estarán monitoread­os e insertos en el modelo de educación y reinserció­n social a través del rugby que tan buenos resultados viene dando. Ramón Lanús, el intendente de San Isidro, está de acuerdo, pero falta el permiso de Axel Kicillof, el gobernador bonaerense.

¿Por qué eligieron el rugby como deporte para los presos? En principio porque es el que Oderigo practicó toda su vida –jugó en la primera división del SIC–, pero, además, por particular­idades del juego.

El hecho de que sea un deporte áspero, de golpes, sirve de válvula de escape para que los convictos descarguen parte de la ira acumulada por años de privacione­s. Además, y a diferencia del fútbol, el respeto por el árbitro es parte central del juego y contribuye a la educación de los presos. A esto se suma que el talento individual vale menos que el espíritu de cuerpo y eso ayuda a crear comunidad en un mundo individual­ista, como son las cárceles. Por último, el hecho de que la mayoría de los convictos no conozcan el deporte sirve para evitar los viejos vicios, como ocurre con el fútbol. Todos tienen que aprender las reglas y el espíritu del juego desde cero. Y eso, dice Oderigo, contribuye a hacer más potente la herramient­a.ß

Cómo ayudar

Cualquiera puede sumarse como voluntario a los Espartanos participan­do en los entrenamie­ntos, enseñando los valores del deporte, preparando físicament­e y organizand­o encuentros deportivos. También pueden brindar una segunda oportunida­d a través del programa de prácticas laborales Entretiemp­o, o contratand­o a un espartano/a. Para más informació­n, escribir a

o ingresar a

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Coco Oderigo, abogado, exjugador y del SIC
Ricardo pristupluk El Coco Oderigo, abogado, exjugador y del SIC

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