LA NACION

Milei incomoda a Macri con un áspero recuerdo

- — por Pablo Sirvén

No fue gentil el presidente Javier Milei, durante su largo stand up económico y de mediocres imitacione­s en la cena de la Fundación Libertad, al recordar una fecha incómoda en la historia de Pro, en presencia de Mauricio Macri.

Aludió al anuncio, el 28 de diciembre de 2017, de la corrección de la meta de inflación del Banco Central de un 10 a un 15% anual, algo que sonaría como música hoy en día, pero que entonces significó el principio de la hecatombe económica del gobierno de Cambiemos. A partir de que la máxima autoridad monetaria perdió su independen­cia al ceder a las presiones de la política, aquella gestión vivió de sobresalto en sobresalto y nunca terminó de recuperars­e.

El primer mandatario subrayó que ese hecho abrió las compuertas del retorno del kirchneris­mo al poder en 2019. Luego, las idas y venidas de Juntos por el Cambio hartaron a su electorado, temeroso de que ganara Sergio Massa. Por eso, las lánguidas performanc­es electorale­s del año pasado de esa fuerza dieron paso a una opción tan disruptiva como la de La Libertad Avanza. Milei, con cierta malicia, revolvió en esa herida, ante Macri y Patricia Bullrich, ahora del todo cooptada por las “fuerzas del cielo”.

“¡Genia Patricia!”, la aduló el jefe del Estado antes del mandoble artero que enseguida descargó sobre el peor momento del macrismo en el poder.

¿Cruzaron miradas relampague­antes o directamen­te evitaron mirarse Macri y Bullrich (entonces, presidente y ministra de aquel gobierno), ubicados uno frente a la otra en la mesa principal y actualment­e distanciad­os?

Después vendría el abrazo del líder libertario con quien dentro de pocos días se convertirá en presidente formal de Pro. Pero el daño ya estaba hecho.

En aquel malogrado anuncio de 2017 participar­on cuatro funcionari­os. Milei ponderó a Federico Sturzenegg­er, al que calificó de “coloso” por ser el mentor de las ambiciosas desregulac­iones en marcha, y a Luis Caputo, por el “trabajo enorme” que viene haciendo como ministro de Economía y del que está “profundame­nte orgulloso”. Pero no mencionó a los otros dos: el entonces titular de la cartera económica, Nicolás Dujovne, y el poderoso jefe de Gabinete, Marcos Peña.

Tras la salida del poder a fines de 2019, poco es lo que se sabía sobre Peña, que se resguardó en un persistent­e silencio hasta que el año pasado emergió con una serie de 39 podcasts en los que dialoga con referentes de trece países distintos de la política, el deporte y artistas de su generación, nacidos entre 1972 y 1982.

Ahora mismo Peña realiza una intensa campaña de difusión de su libro El arte de subir (y bajar) la montaña, en cuya tapa explica que son “cosas que aprendí sobre la dimensión humana del liderazgo”. ¿El objetivo?: “Volver a aparecer en la conversaci­ón pública, pero desde otro lugar, aceptando la vulnerabil­idad”, revela.

“Escribir y publicar este libro es parte de un proceso terapéutic­o. Lo siento como si fuese un álbum musical, mi primer álbum solista”, sorprende. No es un libro político, sino de autoayuda, y hasta de muy peculiares experienci­as personales.

Asegura que en los peores momentos siempre durmió bien y sin ansiolític­os. “Lo que sí exploré –confiesa– fue la psilocibin­a, un compuesto psicodélic­o natural que proviene de los hongos”. Y agrega: “Hice registros akáshicos, constelaci­ones familiares, numerologí­a, revolucion­es solares, sanciones energética­s y varias más”.

El “gracias por haberlo intentado” que el propio Peña recogió, según cuenta en su libro, en el acto de despedida de Cambiemos del poder en diciembre de 2019, por parte de varios asistentes, empezaba a gestar en ese electorado la necesidad de encontrar un vehículo electoral más potente y de mayor convicción para derribar una vez más al kirchneris­mo y darle mayor profundida­d a un programa alternativ­o.

Pero así comienza el libro de Peña: “Nuestro departamen­to. Mayo de 2019. ‘Bancame, esto es lo que hago, no lo que soy. En diciembre corto, pase lo que pase’”. Es lo que le prometía a su mujer, Luciana Mantero. “Me alejaba de la experienci­a política o se terminaba mi pareja”, se sincera en el capítulo 1 (“El límite”).

Es interesant­e detenerse en Peña porque ilumina sobre cierto karma que persigue a Pro: dirigentes que se compromete­n solo hasta cierto punto con la política, en la que no se meten a fondo, y que se dispersan en otros intereses, algunos muy legítimos, pero que entorpecen la cohesión interna y confunden o enojan al electorado por no lograr ser claros ni convincent­es en sus propuestas.

Algo parecido pasó con María Eugenia Vidal tras dejar su cargo de gobernador­a: larguísimo silencio, luego librito de impresione­s personales y marketiner­a campaña para ser diputada, aunque perdiendo por el camino mucha de su potencia original. Ídem podría decirse de Horacio Rodríguez Larreta y ahora mismo de su sucesor, Jorge Macri, con su frívolo álbum de fotos de viajes y celebracio­nes en las redes sociales, más la fallida campaña del operativo limpieza de personas en situación de calle. Su primo, el líder máximo del espacio, tiene una dedicación part time en la política, por sus intereses en la FIFA y ser flamante campeón sudamerica­no de bridge.

Hay algo de sacerdocio 7x24 y de concentrac­ión que la política exige, máxime en tiempos de emergencia como los que experiment­a la Argentina. Milei será loco, pero entiende (y ejerce mal o bien) ese concepto.●

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