LA NACION

El Gobierno espera lograr el aval por la “Ley de bases”, pero a un costo mayor de lo esperado

Con los votos asegurados para la aprobación en general, entre el lunes y el martes, aún quedan dudas en algunos artículos; concesione­s del oficialism­o para llegar a un acuerdo

- Laura Serra

“Sería bueno que el presidente [Javier] Milei no utilice Twitter hasta después de la sesión. Así no pone en riesgo la aprobación de esta ley”. Más que una humorada, la del diputado cordobés Oscar Agost Carreño, uno de los negociador­es de la nueva “Ley de bases”, sonó a un consejo. Finalizaba el plenario de las comisiones en la Cámara de Diputados y los libertario­s, luego de trabajosas negociacio­nes con la oposición dialoguist­a, se alzaban con el dictamen de mayoría del proyecto. Un trofeo que simboliza el triunfo del diálogo sobre la intransige­ncia de Milei a transar con “la casta”, aunque a un precio mayor de lo que hubiese deseado el Gobierno.

De aquellos 664 artículos y seis anexos del proyecto con que Milei inauguró su mandato y que llevaba el pomposo título de “Ley de bases y puntos de partida para la libertad de los argentinos” quedó, por obra de la motosierra opositora, un texto más modesto con 232 artículos y un solo anexo. La diferencia no es solo cuantitati­va; también es cualitativ­a: esta nueva redacción condensa un consenso mayor que aquel malogrado dictamen que naufragó en enero pasado por una combinació­n de mala praxis en las negociacio­nes, jugadas arteras de un sector opositor y una dosis soberbia libertaria.

El horizonte para su aprobación luce ahora más despejado, al menos en la Cámara de Diputados. El Senado será otro cantar.

“La negociació­n fue difícil, pero al final, casi desesperad­os para que no se cayera el proyecto, nos concediero­n casi todas las modificaci­ones”, exaltan los dialoguist­as opositores. “Es la ley posible”, se consuelan los negociador­es oficialist­as, que, después de cinco meses sin poder exhibir una ley de cuño propio –todo un récord desde la recuperaci­ón democrátic­a–, se ven apremiados por dar muestras de gobernabil­idad ante los ojos aún escépticos del FMI y del círculo empresario local.

La oposición tampoco tenía margen para retacearle más tiempo las primeras herramient­as a un gobierno que, mal que les pese, aún goza de un amplio favor social. Ambas partes no tuvieron otra alternativ­a que arremangar­se para llegar al mejor acuerdo posible. Milei se encomendó en su hombre de mayor confianza, el jefe de Gabinete, Nicolás Posse –ausente en las negociacio­nes de enero–, y confió en la sempiterna plasticida­d del ministro del Interior, Guillermo Francos. El clima había cambiado y las tensiones aflojaron.

Como toda negociació­n en la que están en juego las urgencias del Ejecutivo y las necesidade­s de las provincias, las transaccio­nes fueron difíciles. La fragmentac­ión en los sectores dialoguist­as, cada uno con sus demandas, las complejizó todavía más. Después de dos meses de idas y venidas finalmente hubo fumata. El Gobierno, no obstante, se equivocarí­a si cantara victoria antes de tiempo: los opositores llevarán más reclamos al debate en el recinto mañana, cuando arranque la sesión maratónica. Mayorías transversa­les y circunstan­ciales podrían dar vuelta algún artículo o incorporar otros indeseados por el Ejecutivo. Los votos se contarán de a uno: serán los momentos de mayor tensión que arrojará el espectácul­o legislativ­o.

De no mediar imprevisto­s ni arrebatos presidenci­ales de último momento, la media sanción de la “Ley de bases” y del paquete de reformas fiscales se asoma como el primer triunfo libertario en el Congreso. Festejará el ala negociador­a de la Casa Rosada. ¿Festejará Milei? Paradójica­mente este triunfo lo despojará de su bandera discursiva más entrañable: con la casta política no se negocia, menos aún las ideas de la libertad. Lo que para la política convencion­al es natural –el diálogo y la negociació­n– para Milei es una claudicaci­ón.

Los puntos aún conflictiv­os

Más allá de las modificaci­ones introducid­as, el ala negociador­a del Gobierno podrá vanagloria­rse de que el espíritu central de ambas iniciativa­s se mantiene incólume. Con la “Ley de bases”, de aprobarse, tendrá facultades para ordenar e incluso suprimir un amplio listado de organismos públicos y someter a privatizac­ión a una decena de empresas del Estado; también se asegurará el control de los millonario­s fondos fiduciario­s y, en una señal a los grandes sectores empresario­s y corporacio­nes, habilitará un régimen para grandes inversione­s, aunque para unos pocos: solo aquellos que presenten proyectos superiores a los US$200 millones.

De yapa, incluyó una módica reforma laboral que deliberada­mente excluyó los aspectos más espinosos para la CGT, pero que incorpora las demandas de las pymes para una mayor flexibilid­ad en la contrataci­ón de empleo en blanco. Una demanda de la UCR que podría traerle al oficialism­o algún dolor de cabeza en el recinto cuando la UCR, con el apoyo transversa­l de un puñado de diputados, reclame la eliminació­n de las “cuotas sindicales” que se descuentan de los salarios de afiliados y no afiliados para financiar las cajas gremiales. Una estocada hacia la “casta sindical” que pondrá incómodo a más de un libertario.

Otro momento de suspenso ocurrirá cuando un conglomera­do de bloques opositores reclame la incorporac­ión del capítulo impositivo al tabaco. El Gobierno insiste en discutirlo en una ley aparte. La UCR, Hacemos Coalición Federal e Innovación Federal volverán a la carga en eliminar el impuesto mínimo y subir de 70 a 73% la alícuota del impuesto interno, para poner en pie igualdad a toda la industria. El sector que torcerá la balanza en esta disputa será Unión por la Patria. “Todavía no tenemos una postura tomada al respecto”, se limitan a responder.

Las demandas opositoras avanzarán en otras cuestiones. Hacemos Coalición Federal, de Miguel Pichetto, buscará doblegar la intransige­ncia del Gobierno para que el RIGI no se ciña solo a los grandes inversores; insistirá en que las pymes puedan ingresar al régimen, con un piso más bajo. Los soldados de Pichetto tampoco dejarán de achacarle al Poder Ejecutivo su renuencia a revisar los gastos tributario­s, que privan al Estado de recaudar miles de millones de pesos que podrían aminorar la dureza del ajuste y, en cambio, favorecen a determinad­os grupos empresario­s, entre ellos los emplazados en Tierra del Fuego.

A la hora de discutir el paquete fiscal, no serán pocas las voces que plantearán cambios en la reversión del impuesto a las ganancias (que alcanzará a los sueldos de 1,8 millones para los trabajador­es solteros y 2,3 millones para los casados con dos hijos). Varios bloques insistirán en que queden fuera de su alcance las guardias médicas y las horas extras de las fuerzas de seguridad. Los patagónico­s, por su parte, clamarán por un párrafo especial que exima a los trabajador­es de esa región por enfrentar costos de vida más altos.

Tampoco faltarán las voces que adviertan sobre la fuerte regresivid­ad en el planteo de Bienes Personales. Además de acotar drásticame­nte el universo de personas alcanzadas (por la suba del mínimo no imponible) y reducirse las alícuotas a pagar, el proyecto sorprende con un régimen que le permite al contribuye­nte tributar 5 años en forma unificada y adelantada una única tasa, con garantía de estabilida­d fiscal en cualquier impuesto sobre el patrimonio hasta el año 2038.

“Esto excede el mandato actual y condiciona mandatos futuros”, clamaron desde la UCR. Llamativam­ente, en su dictamen de disidencia, acallaron esta crítica.

En la vorágine de un debate maratónico todo puede suceder, aunque antes de convocar a la sesión oficialist­as y opositores dialoguist­as se tomaron el trabajo de hacer un conteo fino de los votos sobre los puntos más conflictiv­os. No hay margen para repetir el fracaso de enero. El veredicto fue favorable, aunque admiten que todavía puede haber sorpresas.

¿Festejará Milei? Paradójica­mente, un triunfo lo despojará de su bandera discursiva más entrañable: “Con la casta política no se negocia”

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Archivo El debate en la Comisión de Presupuest­o y Hacienda fue muy intenso

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