Desafíos pendientes. Carreras largas, abandono y los “nuevos adolescentes”
La crisis por los fondos presupuestarios para las universidades nacionales, que tuvo su punto cúlmine la semana pasada, abre la puerta para analizar los problemas de la educación superior
“El abandono”. Ante la pregunta sobre cuál es el principal desafío de la universidad pública en la Argentina hoy y hacia el futuro, esa respuesta, alumnos que no logran terminar sus estudios, se repite entre especialistas en educación superior y protagonistas del sistema universitario. En medio de la crisis que llegó a su punto culminante la semana pasada, ¿surge una ventana de oportunidad para plantear los problemas, fortalezas y posibilidades futuras de la universidad pública en la Argentina? La democratización del acceso a la universidad tiene pendiente reforzar las chances de los más pobres. Y en el egreso, esa democratización tarda en llegar: los más pobres abandonan antes y se gradúan menos. También son los que suelen convertirse en “estudiantes crónicos”.
Un dato elocuente para sintetizar el panorama. Entre 2006 y 2017, a pesar del crecimiento de la matrícula universitaria, casi no hubo cambios en la proporción de argentinos con educación superior completa: “Un primer dato que alerta sobre el problema de la graduación entre los jóvenes”, según plantea en un trabajo de investigación la especialista Ana García de Fanelli. En Chile, en cambio, esa proporción aumentó 14 puntos porcentuales en el mismo período.
¿Más universidades, como las polémicas universidades del conurbano, es la mejor solución? ¿O el foco debería estar en las tecnicaturas de los institutos terciarios? Exponer mejor los datos del sistema universitario ¿puede ayudar a elegir una carrera? ¿Permite encarar el primer año con expectativas más ajustadas a la realidad y mejor preparados? La mirada de expertos en el campo de la educación superior y de sus protagonistas, de la vida universitaria y la terciaria no universitaria, confluye en el punteo de algunas de las transformaciones pendientes. Hay coincidencias en el diagnóstico: puertas afuera, la escuela secundaria y sus deudas. Puertas adentro, la duración de las carreras, su diseño, que también impacta en las clases medias más o menos altas que van a la universidad, y los mecanismos de ingreso en general y de los “nuevos adolescentes” en particular. El CBC, ¿un “modelo agotado”?
Universidad pública: ¿democrática en su acceso, pero restringida en su egreso?
Los datos duros muestran que la masividad está asegurada y que la expansión de la matrícula es un hecho. En la actualidad, las 65 universidades e institutos universitarios públicos tienen una matrícula de 2.162.947 estudiantes, sumando carreras de grado, las más masivas, además del pregrado y el posgrado: representa el 80% del total de los 2.714.277 estudiantes de todo el sistema de universitario público y privado del país.
No todas son buenas noticias. Los datos también demuestran que no está resuelta la síntesis de masividad con eficiencia para graduar a las mayorías en tiempo y forma. El dato más preocupante es la graduación en el tiempo teórico de duración de las carreras de grado: en 2021-2022, el mismo informe muestra que en las universidades públicas solo se graduó el 23,7%. En las privadas, llegó al 40,8%. Así consta en la “Síntesis de información. Estadísticas universitarias. 2021-2022”, del Ministerio de Educación en 2023.
La evidencia deja expuestos los problemas de la universidad pública. La comparación con el sistema privado encuentra una salvedad atendible: las lógicas de funcionamiento opuestas entre las públicas y las privadas predeterminan, en parte, sus resultados. El arancelamiento y los exámenes de selección en el ingreso, muy arduos en aquellas universidades que privilegian la excelencia académica, implican una restricción a la cantidad de alumnos del mundo universitario privado.
Pero ese solo factor no alcanza para explicar los resultados de la universidad pública, sobre todo en estudiantes de nivel socioeconómico más bajo. La comparación con países vecinos, más efectivos graduando, pero también incluyendo a los más pobres en la universidad.
Con un porcentaje del 13,2%, la Argentina lidera sobre Chile y Uruguay en el porcentaje de población que cursó estudios superiores, pero no los completó. En esos dos países, respectivamente, ese porcentaje se reduce al 8,5% y 8,4%.
De la desigualdad y secundario en deuda. ¿Qué puede hacer la universidad pública?
“Un tema de preocupación general es la dificultad para permanecer en la universidad: el abandono se produce ya desde el primer año de la carrera, cuando se da la tasa más alta de deserción”: lo explica Fanelli, una de las expertas más destacadas en educación superior y en estudios comparativos internacionales. Es investigador a del centro de estudios de Estado y Sociedad (Cedes). Los más afectados en ese primer año, que llegan con menos recursos educativos del secundario, coinciden con los de menor nivel socioeconómico.
Mientras que en el primer año de la carrera los estudiantes del primer decil, los más pobres, representan el 7,9% de los alumnos matriculados y los del décimo decil, los de mejores ingresos, el 5,3%, llegado el quinto año de la carrera, esas proporciones cambian dramáticamente: los más ricos son el 12,7% del estudiantado a expensas de una pérdida contundente de alumnos del decil más pobre. Llegado el quinto año, los más vulnerables son el 1% de la población universitaria. El quinto decil mantiene una proporción relativamente estable, entre un 10% y 12%, a lo largo de los cinco años.
Las deudas pendientes de la escuela media condicionan el camino a la universidad. “La universidad no ha encontrado las herramientas para tratar el impacto del secundario en el problema de la permanencia y el abandono. Y eso no está desligado del tema del costo”, plantea Fanelli. Cualquier opción para acompañar a los estudiantes con menor caudal de aprendizaje, lasque pro ponen cursos de nivelación, pruebas diagnóstico, tu to ría sobe caspa ralos más vulnerables, requieren financiamiento. Todo para compensarlos déficitsd el secundario .“Chile es más exitoso en la graduación universitaria porque tiene más logros en la escuela media”, dice.
La UBA, ¿entre la masividad y el CBC como filtro culposo?
“El modelo CBC está agotado”, afirma Danya Tavela, diputada nacional por la provincia de Buenos Aires, dirigente radical de Evolución Radical, el partido de Emiliano Yacobitti, el polémico vicerrector de la UBA, que se convirtió en el actor principal de la pelea contra el ajuste del Gobierno a las universidades. Tavela fue rectora de la Universidad Nacional del Noroeste de la PBA (Unnoba) y secretaria de Políticas Universitarias en la presidencia de Cambiemos.
“Hace 15 o 20 años que el CBC tiene el mismo problema. Es como la ruedita del hámster: un 30% lo sutexto
pera y sigue en carrera;, otro 30% lo deja y el otro 30% se queda dando vueltas en el mismo lugar sin poder avanzar”, grafica.
“Se está dando un nuevo perfil: ‘el alumno adolescente’, muy inmaduro. Cuando entra en un medio como el CBC, muy competitivo, y si son de sectores más bajos, peor, no está en condiciones de afrontar el CBC”, señala Tavela.
La UBA es la universidad más masiva y, al mismo tiempo, la más prestigiosa del sistema público: su matrícula tiene 385.048 alumnos; de lejos, le sigue la Universidad de Córdoba, con 179.667. En el plan de estudios, el CBC es parte de la carrera en las facultades de la UBA. Se presenta como un año de nivelación de los aprendizajes para seguir los estudios en cada área. En la práctica, es un fuerte filtro que no cambia el destino de los sectores menos equipados del secundario, que quedan en el camino. “Deberían ponerle ‘curso de ingreso’ y listo”, plantea un estudiante, que prefiere el anonimato.
El ingreso masivo en el CBC perjudica las cifras de egreso de la UBA, que parece entonces menos eficiente. Por eso, la semana pasada, Yacobitti planteó públicamente que el CBC no es “la carrera”, sino un “año de nivelación”. En su ejemplo, la Facultad de Ciencias Sociales, la tasa de egreso es del 35% si se incluye el CBC, pero del 52% si se lo deja afuera. El vicerrector de la UBA reconoció tácitamente la falta de eficiencia del CBC para nivelar conocimientos y permitir a los alumnos avanzar hasta la graduación.
Según cifras de la Secretaría Académica de la UBA, la tasa de egreso sobre los ingresantes del CBC cinco años después, a 2019, era apenas del 33%. La tasa de egreso sobre ingresantes a las facultades, los que ya aprobaron el CBC, era del 62%, por encima de la tasa de egreso de las privadas.
Por su parte, Fanelli destaca una herramienta argentina para alentar los estudios universitarios de los más vulnerables. “Las Becas Progresar son muy interesantes, pero por los montos los estudiantes no pueden dejar de trabajar. Sí pueden resultar un estímulo”, explica. Ese punto es central: los estudiantes argentinos de nivel socioeconómico más bajo, que llegan peor surtidos del secundario, son los que necesitarían una inmersión full time en la vida universitaria. El CBC no les alcanza.
“Necesitan más tiempo para poder compensar el mal secundario que tuvieron. Una buena beca les permitiría no trabajar o trabajar menos”, sintetiza Fanelli. Pero, precisamente, son los que más tienen que dividir su tiempo entre los estudios y el trabajo.
¿Más universidades en el conurbano o más flexibilidad y carreras más cortas?
“El bajo nivel de la secundaria no depende de las universidades, pero sí el tipo de oferta académica: se sigue ofreciendo lo mismo de siempre a alumnos que están cambiando de perfil, que trabajan y estudian y no solo por necesidad. Eso desincentiva seguir estudiando”, plantea la doctora en Educación Mónica Marquina, miembro de la Coneau.
Marquina plantea una distinción. Por un lado, sostener las carreras tradicionales largas, aquellas de cinco o seis años teóricos que habilitan profesionalmente como Medicina, Derecho, Ingeniería, entre otras. Por el otro, un sistema universitario flexible que funcione como “puerta giratoria”, con pasajes del nivel terciario al universitario, más títulos intermedios e incluso, certificación de conocimientos para los que dejan las carreras antes de terminar.
El caso testigo son los estudiantes de Ciencias de la Computación, que suelen abandonar tentados por un mercado laboral que los demanda y paga bien: después de cursar varios años, dejan la Facultad de Ciencias Exactas sin llevarse ninguna certificación.
También insiste en un sistema de créditos. La gestión educativa de Jaime Perczyk avanzó en esa posibilidad, aunque Marquina no está de acuerdo con el formato decidido, que puso un tope. Según Perczyk, el desafío de la universidad pública también pasa por ahí, por aumentar la graduación mejorando la oferta, con carreras intermedias y más vinculación con el mundo del trabajo.
“La Argentina debería empezar a pensar el sistema universitario como un canal de ingreso y, luego, de transferencia de créditos del sistema superior no universitario al universitario”, plantea el doctor en Educación y profesor full time de la Universidad Di Tella, Marcelo Rabossi, especialista reconocido en educación superior.
Para Rabossi hay que volver a poner el foco en las 2275 instituciones de educación superior no universitarias que dependen de las provincias. “Los pregrados universitarios y las universidades del conurbano compiten muchas veces innecesariamente con esas instituciones que hay que aprovechar mejor”, propone. De hecho, entre 2010 y 2022, la matrícula de los pregrados de las universidades públicas creció un 133,36%.
El tema de las universidades del conurbano despierta polémicas. La cuestión es si crear y construir universidades en cada distrito más desaventajado acerca la universidad a los más pobres. La primera universidad del conurbano es la Universidad de Lomas de Zamora, creada en 1972. La política universitaria nacional confía en esa idea de la expansión territorial desde entonces, y se intensificó desde la década del 90, cuando se crearon seis universidades en el conurbano, las de más trayectoria: La Matanza y Quilmes, en 1989; San Martín, 1992; General Sarmiento, en 1993; Lanús y Tres de Febrero, en 1995.
¿Alcanza la cercanía geográfica para aumentar la inclusión y graduación? ¿O el secundario disminuye ese atajo? Las pruebas Aprender 2016, con resultados por distrito en cada provincia, mostró que en La Matanza, por ejemplo, el 38% de los estudiantes del último año estaba en niveles básicos o por debajo del básico en matemática.
¿O hay estrategias mejores, como información más clara sobre la exigencia de los cursos de ingreso o la salida laboral? “Soy fanática de la tasa de abandono y de graduación”, afirma Fanelli. En Chile, ejemplifica, el sitio “Mi futuro laboral” permite conocer la tasa de graduación universitaria de las carreras, salarios promedios, tasa de ocupación. “Todo el sistema universitario tiene que mejorar su información y mostrarlo mejor a las familias”, sintetiza.ß
El ingreso masivo en el CBC perjudica las cifras de egreso de la UBA
El tema de las universidades del conurbano despierta polémicas