LA NACION

Saltar la banca. Creó un método para ganar a la ruleta y amasó una fortuna

Gonzalo García-pelayo es un director de cine español que ideó un sistema de probabilid­ades que aplicó junto a su familia y lo convirtió en el terror de las salas de juego

- Germán Wille

Texto

Gonzalo García-pelayo, español, de 76 años, actual residente de la ciudad de Buenos Aires, es un hombre polifacéti­co. “Si hablamos de profesión, mi profesión primera es director de cine”, asegura cuando se le pregunta cómo se definiría. En esa faceta, estuvo en estos días presentand­o siete de sus películas más recientes en el Bafici. Sin embargo, Garcíapela­yo, a lo largo de su vida, se dedicó a otras tantas actividade­s: fue productor musical (se dice que es el padre del rock andaluz), conductor radial, presentado­r televisivo, escritor, productor cinematogr­áfico, especialis­ta en criptomone­das y mánager de toreros.

Más allá de todos los rubros en los que se destaca, hay una distinción especial que este sevillano de espíritu inquieto lleva consigo como uno de los mayores sucesos de su vida. Es que Gonzalo García-pelayo logró cumplir con un imposible: ganarle al casino. Y más de una vez. Lo hizo de manera legal, ya que creó su propio sistema para vencer a la ruleta. De este modo, a comienzo de la década del 90, junto a integrante­s de su familia que se convirtier­on en su equipo, García-pelayo hizo saltar la banca en varias ocasiones en las salas de juego más importante­s del planeta.

El nacimiento de un método

García-pelayo recibe a la nacion en su departamen­to del sur porteño. Español de nacimiento, pero ciudadano del mundo, el hombre se encuentra viviendo en Buenos Aires en estos tiempos por su carrera cinematogr­áfica. De hecho, es una de las figuras estelares del Festival de Cine Independie­nte de Buenos Aires (Bafici), donde presentó sus últimos films. García-pelayo habla de algunas de sus películas, pero sabe, inexorable­mente, que la charla va a ir por la senda de su hazaña familiar en el casino. Y lo admite con sinceridad: “Películas hace mucha gente. Ganar a la ruleta, nada más hemos ganado nosotros. Sé que despierta interés porque es único”.

–Gonzalo, ¿cómo fue el momento en que supo que se podía vencer a la ruleta?

–Bueno, yo iba al casino de manera aficionada. Entonces hago la cuenta de que la ventaja del casino no es tan grande en la ruleta. Cada bola tiene una oportunida­d en 37 de salir y ahí está la ganancia del casino, ya que el casino paga 36. Esa falta, eso de que te paguen una ficha de menos, es la probabilid­ad del casino, su ventaja, que es exactament­e de 2,7 por ciento. Que es poco. En la lotería de España, por ejemplo, la ventaja es de 35 por ciento.

–Es decir, como era de esperar, el casino siempre lleva la ventaja, ¿o no?

–Sí, pero en la ruleta, como puede pasar en otros juegos, no se requiere habilidad, pero sí conocerla e intentar revertir esa desventaja que existe contra el jugador. ¿Cómo es esto? Que si el casino te paga 36 de 37, si algún casillero de la ruleta tiene una probabilid­ad, en lugar de uno en 37, de uno en 35, que es posible, eso puede revertir la ventaja.

–¿Y cómo sabemos cuál es ese casillero que puede revertir la ventaja?

–La ventaja es saber que la ruleta no es perfecta. Si ponemos 37 relojes en hora, en la semana alguno habrá atrasado y otro, adelantado. Entonces, los casilleros de la ruleta tampoco van a ser todos iguales. Habrá alguna desviación física, simplement­e, por la circunstan­cia de que el casillero sea un poquito más grande o más pequeño. O las paredes pueden estar más duras. No es lo mismo tirar la bola aquí en la madera que en el mármol, rebotará distinto. Todas las circunstan­cias físicas pueden influir. Supuse eso. Me organicé y vi que efectivame­nte ocurría.

–¿Cómo se organizó?

–Empecé a tomar estadístic­as. Pero para ello tenía que ver jugar unas 5000 bolas en la ruleta y anotar los números que salían. Para eso hay que estar como 15 días en el casino, que es una tarea que requiere de seis a siete horas diarias, para seguir el ritmo. Eso te da la posibilida­d de ver el alma de la ruleta, y ves que hay números que salen más de lo que les permite la suerte. Llegué a encontrar casilleros que salían una vez de 28.

–¿Eso significa revertir la ventaja?

–Sí. Quiere decir que en 28 bolas que juegues, debes de percibir una vez un premio de 36. Es decir, hay ocho puntos de ventaja. Son los casilleros maravillos­os. No digo que todos sean así, pero si se hace una mezcla de los que tienen uno en 28 y los que tienen uno en 35, si sabemos de verdad identifica­rlos, nos da una ventaja del seis por ciento neto. Más del doble de la que tiene el casino.

Todo listo para actuar

Tras la estricta observació­n de las ruletas del casino Gran Madrid, de Torrelodon­es, estadístic­as en mano, había llegado el momento de actuar. Para ello, Gonzalo se rodeó de gente en la que sabía que podía confiar: su propia familia. De esta forma, el líder del clan junto a sus cinco hijos, sus sobrinos y otros parientes formaron el grupo que más adelante pasaría a la historia como “los Pelayos”. Era el mes de septiembre de 1991 cuando empezó a escribirse la leyenda del hombre que supo, a fuerza de ingenio y constancia, torcerle el brazo al azar.

Para comenzar con la aventura en la sala de juegos madrileña se necesitaba una inversión inicial. Para ello, el cineasta e ideólogo del plan vendió los derechos de un documental sobre animales salvajes que había filmado en África. Aproximada­mente US$2200 fue la cifra con la que iniciarían su recorrido los Pelayos. Un número que no pararía de crecer. En Madrid y luego en otros casinos.

–¿Cómo era el abordaje de los casinos?

–Formamos un equipo dirigido por Iván, mi hijo mayor, y por su primo Jaime para organizarn­os y jugar en varios casinos al mismo tiempo. Había, en tiempos de los Juegos Olímpicos de Barcelona, por ejemplo, un equipo en Madrid y otro en Barcelona. Siempre hablamos de casinos grandes, que tienen seis mesas de ruleta, no vale para cualquier casino. Hay un grupo que está los 15 días de estudios, de análisis. Ese equipo que ha tomado las bolas se va para que no los identifiqu­en y llegan caras nuevas.

–Llega el momento de apostar, ¿cómo lo hacen?

–El nuevo equipo se pone a jugar los números que hemos detectado como los que más salen, los que tienen una posibilida­d de 35 o menos. si hay seis mesas, lo ideal es que haya seis jugadores. Se ponen a jugar de manera fija. Las jornadas son de unas seis o siete horas, seis noches por semana. En cada bola se apuestan entre nueve y doce números. Cuando la ruleta está mal (bien para nosotros) tiene un desequilib­rio compensado. es decir, tiene una tercera o cuarta parte de números que son mejores.

Saltar la banca

Los Pelayos fueron recorriend­o con su método de la ruleta distintos casinos europeos. Y ganaron dinero en casi todos. De acuerdo con el documental Desafiando a las Vegas, de History Channel, sobre las peripecias del juego de esta familia, el clan había obtenido con su sistema medio millón de dólares solo en el casino de Madrid. A eso hay que sumarle las salas de juegos, de, entre otras ciudades, Copenhague, París, Ámsterdam y Viena. En estos dos últimos lugares llegaron a tener dos de las noches más espectacul­ares de todo su raid de ganancias.

–¿Hicieron saltar la banca muchas veces?

–Sí, bueno, saltar la banca es un mito que se inventó en Montecarlo para darle el gusto al aristócrat­a que cerraba una mesa, porque el casino tiene una especie de reserva legal que cada mesa tiene que tener una cantidad de fichas para responder al juego. Si creen que hay una anomalía después de perder, ellos tienen derecho a cerrar la mesa para ver si ocurrió algo ilegal y le ponen una manta negra a la mesa. Eso no lo he visto, lo he leído. Era una cosa mítica, pero sí hicimos saltar la banca. Con nosotros tuvieron que reponer las fichas iniciales más de una vez. Es el caso de Viena, por ejemplo.

–¿Cuál es la sensación que se tiene luego de ganarle al casino de esa manera?

–Es una sensación de mucha plenitud, que se repite en grandes triunfos de la vida de una persona. Esa es la mejor palabra, plenitud.

–¿Cuánto estuvieron con este sistema?

–Unos tres o cuatro años.

–¿Y por qué terminaron?

–Bueno, empezaban a complicars­e mucho las cosas. Empezaron los casinos a darse informació­n. Una vez llegamos a Róterdam y alguien que entendía el idioma escuchó: ‘Ya están aquí’. Para contarlo está muy bonito, pero ya no nos gustaba que tuvieran tan claro quiénes éramos nosotros.

–¿En Madrid también les prohibiero­n entrar?

–También. Pero luchamos judicialme­nte y ganamos. No pueden ofrecerte juego y luego decirte que no. Solamente les interesa que jueguen cuando pierdes. Es anticonsti­tucional. Además, lo nuestro es totalmente limpio. El Tribunal Superior de Justicia de España dijo que nuestro juego no solamente era limpio, sino inteligent­e. Yo solo miro la ruleta, saco las conclusion­es y las aplico. No pueden oponerse a eso. Faltaba más.

–Además de todos los casinos que mencionamo­s, no podía faltar la visita a Las Vegas ¿Resultó adecuado el método allí?

–Sí, el problema es que allí las ruletas tienen doble cero. Significa que te pagan 36 de 38. Se nota mucho que es muy difícil. A Las Vegas hemos ido un par de veces con el plan de pagarnos el viaje. Teníamos miedo por las películas de una cierta violencia, que creo que no la había. Allí te pueden decir que no entres al casino, tienen el derecho legal porque es la principal entrada económica del estado de Nevada. Entonces lo protegen de esa manera, que es casi anticonsti­tucional. Pero nos pagamos la estancia allí. Una vez con la ruleta y una con el póker. Aprendimos a jugar póker en Las Vegas.

–¿Alguna vez pusieron el ojo en un casino argentino?

–Nunca jugamos en la Argentina aunque visité casinos como Mar del Plata, por supuesto, y también Neuquén. Ahora visité el casino del barco, en Buenos Aires, pero he ido a reconocerl­o, a tomar nota. En plan de amigos.

En total, en todas sus incursione­s por los casinos del mundo, los Pelayos pudieron alzarse con cerca de un millón y medio de dólares de ganancias.

El libro y la película

Una historia tan rica como la de esta familia que descubrió hacia dónde saltaba la bola de la ruleta no podía pasar desapercib­ida. Además del mencionado documental sobre el clan que se convirtió en el terror de los casinos, también hay un libro, escrito por Gonzalo y su hijo Iván, que explica los pormenores de esta epopeya lúdica. La fabulosa historia de los Pelayos, se llama esa obra, que inspiró también una película española de 2012, dirigida por Eduardo Cortés.

–Gonzalo, ¿es cierto que ahora los casinos tienen ruletas anti-pelayos?

–Es así. Son ruletas que pueden girarse internamen­te. Entonces en el casillero donde antes estaba en el tres, mañana puede aparecer en el 22. Por eso, como se necesitan 15 días de tomar números para encontrar una tendencia, si te cambian en el medio la ruleta hay que volver a empezar. Es una ruleta de una marca inglesa que se crea especialme­nte contra nosotros.

–Tantos años después de esta aventura, ¿la familia Pelayo sigue unida?

–Sí, muy unida. Ahora estamos muy contentos porque cuatro de nosotros venimos a rodar con Lucía Seles (cineasta argentina) una película que empezamos el próximo 1° de mayo, en La Plata.

–Además del dinero y la plenitud por las victorias, ¿qué le dejó esta experienci­a?

–Fui un buen alumno en el bachillera­to. Tenía las matemática­s normales frescas, pero cuando empecé a pensar en la ruleta me reforcé y me metí en el mundo de las probabilid­ades. Allí descubrí cosas muy interesant­es que me han cambiado la manera de ver no solo el juego, sino la vida. Saber que la suerte tiene un límite, por ejemplo, que es una cuestión de filosofía, me ha cambiado la manera de ver el mundo. La probabilid­ad te lo cuenta y te lo dice, solo tengo que aplicarlo, en el juego y en cuestiones vitales que tienen que ver con eso: la suerte tiene límites.

–También en el terreno filosófico, usted tiene una frase que asegura que se aprende cuando se pierde

–Eso es claro. la única ventaja que tiene perder, que no es agradable nunca, es que sea prende.ß

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Gonzalo García-pelayo hoy vive en Buenos Aires y se dedica al cine
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Los Pelayo volcaron su historia en un libro

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