LA NACION

Datos útiles

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◗ Picalagart­os Sky Bar. Hotel NH Gran Vía, Gran Vía 21

◗ La Terraza del Urban. Carrera de San Jerónimo 34

◗ Nota Alta Rooftop. Teatro Albéniz, Calle de la Paz 11

◗ Azotea del Círculo. Calle del Marqués de Casa Riera 2

◗ Mercado San Miguel. Plaza de San Miguel. Abierto de martes a domingo de 10 a medianoche.

◗ Chocolater­ía San Ginés. Pasadizo San Ginés 5, con horario extendido.

En la “Broadway madrileña”, la Gran Vía, una larga fila de jóvenes espera en la vereda y pasan de a dos con el visto bueno de un portero musculoso. No entran a una disco o a ver un show, sino al Picalagart­os, el sky bar del hotel NH Gran Vía, uno de los más requeridos. Desde allí se ve la actividad frenética de la avenida y sus tiendas iluminadas, y el cartel de neón de El tío Pepe, en la Puerta del Sol, donde cada 31 de diciembre, los madrileños realizan su ritual de Año Nuevo.

Azotea del Círculo, en el Círculo de Bellas Artes, sobre la calle de Alcalá en su confluenci­a con Gran Vía, es el lugar para el picoteo con un cóctel o probar platos de la cocina de Manuel Berganza, bajo la custodia de una enorme estatua de la diosa griega Minerva, de tres toneladas y casi ocho metros de altura.

Entre boquerones marinados en vinagre de Jerez o un brioche de guiso de rabo de toro, se aprecia una vista panorámica de 360 grados imponente. En frente, el edificio Metrópolis en la intersecci­ón con Gran Vía, culmina en una gran cúpula de pizarra adornada con 30.000 panes de oro de 24 kilates y una gran Victoria Alada.

La calle de Alcalá supo ser sede de numerosos bancos a principios de siglo XX, como el Banco Español de Crédito, también llamado Palacio de la Equitativa, de 1890, que termina en un torreón de cobre y un reloj y hoy es sede del hotel Four Seasons. Frente a él, un edificio de fachada curva culmina con dos colosales esculturas de cuatro caballos cada una, La Cuadriga.

La galería Canalejas, contigua al Palacio de la Equitativa, es parte de un conjunto de siete edificios históricos y de gran valor arquitectó­nico, que alberga un shopping de lujo.

A pocas cuadras, sobre la calle Paz, Nota Alta es el rooftop bar del teatro Albéniz, preferido por la comunidad LGTB y los amantes del teatro. Su propuesta es casi un sacrilegio: propone al sushi como una forma moderna de tapa, que maridan con coctelería de autor.

Sin dudas, el más elegante y sofisticad­o es la Terraza del Urban al que se accede por una impactante escalera recubierta en venecitas de oro. La carta está acorde, con bocados originales como el mini hot dog de pulpo con kimchi o las gyozas de langostino y con la colección de arte de la planta baja. El Urban es el hotel de Jordi Clos, uno de los coleccioni­stas de arte más importante­s de España.

Así en el cielo como en la tierra

Y si bien comer en las alturas es furor en Madrid, en planta baja el Mercado de San Miguel bate récords: más de ocho millones de visitantes al año entran a este elegante edificio de hierro y vidrio construido en 1916. Recorrer sus puestos y degustar el mejor jamón ibérico, mariscos que llegan diariament­e de Galicia, quesos de Castilla, Asturias y del País Vasco, que se sirven en tapas y raciones, es la mejor postal madrileña para llevarse puesta. Y si bien muchos son turistas, los locales siguen yendo sobre todo entre semana a cortar el trabajo y dar una lección de tapeo: la cosa es circular y comer un bocado en cada puesto.

Otra tradición madrileñís­ima es el chocolate con churros. Hay algunas chocolater­ías legendaria­s, como la San Ginés, ubicada en un pasaje muy cerca de la Puerta del Sol. Inaugurada en 1894 permanece abierta las 24 horas de jueves a domingo por una razón muy especial: la noche en Madrid termina casi de mañana y qué mejor que tomar una taza caliente de chocolate con crocantes churros antes de ir a dormir. Para los madrileños los churros pueden ser desayuno, merienda, postre y un buen after.

Tal fue el éxito de San Ginés, que abrió sucursales en Miami, Bogotá, Shangai, Tokio, México y en 2022 en el Pasaje de los Carruajes en Buenos Aires.

Y si San Ginés se caracteriz­a por las paredes azulejadas y las mesas de mármol blanco servido en tazas de loza, recienteme­nte surgieron las churrerías modernas donde entregan el chocolate para llevar en botellitas, como Chocolat Madrid o el pequeño local de La Andaluza que hacen “churros lazo”. La competenci­a directa de San Ginés es Los Artesanos 1902, que van por la quinta generación de maestros churreros.

Dulce o salado, en las alturas o al ras de la tierra, comer es una auténtica pasión madrileña y una buena razón para volver siempre.ß

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