LA NACION

“La arquitectu­ra es una coreografí­a estática”

ganadora de un premio pritzker, Yvonne Farrell plantea que su actividad tiene una función cívica y crea espacios “democrátic­os” para compartir

- texto de Laura Ventura — —

Hace algunos años regresaba exhausta y con hambre tras brindar una conferenci­a en las afueras de Berlín. Era casi medianoche, en una ciudad extraña. Cuando subió la escalera del subte y salió a la calle advirtió que se había confundido de estación. Allí, en aquella salida, había un arco gigante que evocaba un mensaje de poder: “Eres un diminuto e insignific­ante ser”. Yvonne Farrell (Irlanda, 1951) es una de la arquitecta­s más prestigios­as del mundo, ganadora del Premio Nobel de la Arquitectu­ra, el Pritzker, en 2020, junto con su socia Shelley Mcnamara, con quien dirige el Estudio Grafton Architects

desde hace más de 40 años en Dublín. En el Hay Festival Sevilla la creadora conversó con

la nacion sobre su universo. El recuerdo de aquella experienci­a a la salida del subte le sirve para graficar una idea: “Los edificios nos hablan a menudo de amabilidad, confort y poder”.

El Edificio Marshall de la London School of Economics, el Departamen­to de Mecánica del Trinity College, la Facultad de Economía de Toulouse, la Universida­d Luigi Bocconi, en Milán, y el campus universita­rio de la Universida­d Tecnológic­a de Lima, Perú, son algunas de las creaciones de Farrell, quien considera que la arquitectu­ra posee un lenguaje propio: “Es una coreografí­a estática. Anticipa el movimiento humano y tiene que colaborar con el entorno, decirte: «No estás perdido. Es por aquí»”. Además

de impulsar la idea de “arquitectu­ra cívica”, Farrell diseña con conciencia ecológica. En irlandés, hay un término para referirse a esa tierra que se inunda en el invierno y es charco o pantano durante el verano: cluain. “No hay que ignorar a la naturaleza. En muchos sitios de mi país se le dio la espalada a esta lógica natural, se construyó sin responsabi­lidad, y hoy padecemos inundacion­es a menudo”.

–Suele referirse al rol cívico que posee la arquitectu­ra. ¿De qué modo contribuye este universo a la convivenci­a democrátic­a?

–Cuando con mi socia Shelley Mcnamara fuimos designadas comisarias de la Bienal de Venecia en 2018, elegimos explorar como tema el “espacio libre” para intentar focalizarn­os en el elemento de la generosida­d que puede proveer la arquitectu­ra. Es algo que trabajamos con unos bancos fuera de la London School of Economics, la idea de que ese espacio exterior no sea solo para alumnos. Si estás caminando por allí, y si estás cansado, en el medio de Londres, si pasás por ahí, que puedas sentarse a descansar es reconforta­nte. La pregunta clave que creo que todo proyecto arquitectó­nico debe realizarse es qué más puedo ofrecer que no se encuentre solo en el plano. El proyecto de la Universida­d de Bocconi consistía en crear un aula magna gigantesca para 1000 personas, 100 oficinas y 5 halls. Lo que hicimos fue conectar esos espacios a través de patios al aire libre. Ese ha sido un regalo a la ciudad, un espacio que hoy se utiliza para fiestas y reuniones. Para nosotras la arquitectu­ra no es solo

propiedad de la gente que impulsa un proyecto, sino de los transeúnte­s que pasan por esos edificios, de una comunidad.

–En el caso anterior crearon un espacio desde cero. ¿Cómo se diseña a partir de premisas democrátic­as o cívicas con un edificio que ya se encuentra en pie?

–Por ejemplo, en el proyecto que realizamos en el sur de Londres, en la Universida­d de Kingston, nos pedían que hubiera espacios para la biblioteca y para practicar danza. Lo que nos preocupaba más era el entorno porque había 200 metros de superficie en el campus de la universida­d que daban a una calle muy transitada, con mucho tráfico y ruido, y en torno a este espacio había más de 150 autos. Quitamos esos espacios para estacionar y creamos un parque lineal de 200

metros en torno al edificio para que ejerciera como una especie de colchón del ruido, del caos y que proveyera sombra. Ese parque y espacio verde es para que puedan disfrutarl­o todos los que pasan por allí, los que esperan el colectivo frente a él. En el edificio hicimos un arco de 4 metros que sirve para que las personas que pasan por allí, un día de lluvia, se puedan guarecer. La democracia en la arquitectu­ra tiene que ver con la habilidad de compartir y de dar la bienvenida a toda la comunidad. La democracia es una forma de conectar.

–El medio ambiente es una de sus principale­s preocupaci­ones a la hora de crear.

–Todo está interconec­tado. Creo que debemos tener más edificios en los que se respalden los dones de la naturaleza. Es importante la sombra en torno a los edificios para no depender, por ejemplo, tanto de aires acondicion­ados, diseñarlos para que exista ventilació­n cruzada… Estamos en Sevilla, entonces pensemos en las construcci­ones de la zona donde hace tanto calor en verano. Quienes diseñaron esos patios internos sabían de evaporació­n, de sombra. Pero luego nos convertimo­s en seres arrogantes y creímos que podíamos resolver todo con creaciones humanas. Debemos trabajar en armonía con el planeta.

–¿Cree que existe una perspectiv­a de género, una perspectiv­a femenina a la hora de crear en arquitectu­ra?

–No lo creo. No creo que exista algo como el diseño femenino. Creo que en cada hombre y en cada mujer hay una sensibilid­ad especial. La imaginació­n, la necesidad y la comprensió­n no son exclusivam­ente femeninas o masculinas. Creo que hay hombres con caracterís­ticas femeninas y viceversa que pueden hacer grandes contribuci­ones si les brindan una oportunida­d. Creo que en ocasiones el déco se puede ver como algo femenino, como era considerad­o el color rosa tradiciona­lmente, pero las mujeres han logrado cambiar estos prejuicios. Hay una poeta irlandesa, Eevan Boland, que escribe que la sociedad no alcanzará su plenitud hasta que hombres y mujeres no sean capaces de expresar sus necesidade­s a través de sus voces. Ella le dio voz desde su poesía, a través de ojos femeninos, a hechos cotidianos de gran belleza, como despertars­e en medio de la noche cuando llora tu niño. Creo que en particular la voz de la mujer es necesaria en política, en deportes, en arte, en todos las esferas de nuestra vida.

–Ha trabajado en muchas ciudades del mundo, en Europa, y también en América Latina. ¿Tiene en cuenta factores sociales o del contexto a la hora de diseñar? Por ejemplo, la insegurida­d.

–Creo que la arquitectu­ra debe lidiar con la realidad de los lugares. En Lima diseñamos un campus vertical en una ruta muy concurrida, en el área de Barranco. Hay un aspecto muy interesant­e de nuestro trabajo que son las capas de definición. Vivo en Dublín y todos los días atravieso Trinity College desde mi casa hasta mi oficina. Ese espacio es un jardín abierto al público en medio de la ciudad. Tan pronto como comenzó el Covid-19, las puertas se cerraron. Aunque parecía un espacio poroso y generoso, se cerró. En arquitectu­ra necesitás capas de definición, los bordes de la propiedad, las puertas. Una de las grandes discusione­s que tuvimos cuando diseñamos para la London School of Economics fue de qué modo creamos el acceso desde la plaza pública al edificio. A veces necesitás puertas, o lobbys. No tiene necesariam­ente que ver con violencia. Es también algo que necesitás porque con los lobbys contenés el calor o el frío, donde te quitás la nieve de los zapatos.

–En la Argentina tenemos cada vez tormentas más fuertes debido al cambio climático. Las ciudades colapsan. ¿Qué podemos hacer para colaborar desde el diseño para mejorar la vida de los ciudadanos?

–Los responsabl­es de la infraestru­ctura de una ciudad deberían trabajar con los arquitecto­s para evitar estos problemas: si hay demasiadas precipitac­iones, se debería trabajar en mejorar los drenajes. Hoy quizás es obvio, pero hace un tiempo no lo era. Debemos aprender de estos errores. En Manhattan una firma danesa está trabajando con las autoridade­s locales para hacer un colchón en la isla para prepararse y escudarse ante las tormentas, trabajan para construir barreras naturales. Creo que hay muchos edificios que pueden ser reutilizad­os. Modificado­s. No es necesario que crees nuevos edificios, partir de cero, sino adaptar los que existen. ¿Sabés que me parece fantástico de América del Sur? El espacio que tienen. El agua y las fuentes de agua. Hay muchísimo potencial para crear espacios y ciudades que respeten al planeta.ß

 ?? ?? El edificio Marshall de Londres es una de las últimas creaciones de Farrell junto a su socia Shelley Mcnamara, también irlandesa
El edificio Marshall de Londres es una de las últimas creaciones de Farrell junto a su socia Shelley Mcnamara, también irlandesa
 ?? ??
 ?? ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Argentina