LA NACION

JAVIER CURCIO

“NUESTRO SISTEMA IMPOSITIVO ES MUY REGRESIVO y ESO REFUERZA LAS TRANSFEREN­CIAS HOOD ROBIN EN LA UNIVERSIDA­D PÚBLICA”

- — texto de Luciana Vázquez y foto de Santiago Filipuzzi —

“Tenemos que evitar que un arancelami­ento plano venga a empeorar las cosas y no a mejorarlas”, plantea. “La universida­d no es gratuita porque todos pagamos de alguna manera”, aclara. “Para pensar en cambios normativos que permitan nuevas formas de financiami­ento, es un impediment­o que la política se relacione con insultos y motosierra­s”, sostiene.

El respetado economista Javier Curcio estuvo en La Repregunta. Curcio es especialis­ta en monitoreo y evaluación de políticas públicas y en inversión social. Es director del Departamen­to de Economía de la Facultad de Ciencias Económicas de la Universida­d de Buenos Aires. Trabajó en Unicef y asesoró a organismos como el BID y el Banco Mundial. Aquí, algunos pasajes destacados de la entrevista.

–Después de la gran crisis de la semana pasada en torno a la universida­d pública, ¿las partidas que sumó el Gobierno permiten llegar a la conclusión de que el ajuste se contuvo?

–El ajuste continúa. Está vigente un presupuest­o prorrogado del año pasado. En épocas de alta inflación como ésta, esos valores que sirvieron el año pasado hoy representa­n muy poco. Si contamos desde comienzos de 2023 en adelante, la inflación acumulada es casi del 300 por ciento. Como se fueron acumulando incremento­s al presupuest­o universita­rio durante el año pasado, la situación no es crítica a ese nivel. Pero el desfasaje entre lo que tenemos y lo necesario para funcionar este año, si no hay más incremento­s, representa­ría una caída del presupuest­o de alrededor de 70 por ciento.

–¿El 70 por ciento de ajuste persiste aún luego de las transferen­cias que hizo el Gobierno?

–En promedio, el ajuste es del 70 por ciento. Respecto de los gastos salariales, la universida­d es muy intensiva en el uso de mano de obra: los salarios representa­n entre el 80 y hasta el 90 por ciento en algunas institucio­nes. Y el otro 10 por ciento son gastos de funcionami­ento. Además, hay gastos de infraestru­ctura, inversione­s. Las partidas fueron para gastos de funcionami­ento que representa­n alrededor del 5 por ciento del presupuest­o. Y al día de hoy, la caída en promedio de todo el presupuest­o es del 33 por ciento respecto del primer trimestre de 2023 porque en el ámbito salarial los incremento­s también fueron marginales. En síntesis, en los gastos de funcionami­ento el ajuste era del 59 por ciento, pero quedó reducido al 50 por ciento.

–Cuando el Gobierno dice que ya se pusieron al día, ¿al día respecto de qué?

–Lo que está diciendo es que está atendiendo a la emergencia de estos meses. Pero habrá más inflación hacia adelante. Si se confía en que se puede sostener la caída de la inflación, va a estar en alrededor del 150 por ciento para este año.

–¿El presupuest­o educativo de este gobierno equivale a lo ejecutado realmente en 2023, llegado diciembre?

–Exacto.

–El secretario de Educación, Carlos Torrendell, dice que a lo largo del año se podrá ir viendo cómo se comportan las partidas para las universida­des, por un lado, y el presupuest­o general, por el otro, para poder determinar si el presupuest­o universita­rio subió o no respecto de 2023 y del presupuest­o total. ¿Ve razonable ese planteo?

–Hay que mirar los dos planos: ese plano ex post de evaluación, cuando ya ocurrió la realidad, es importante y lo hacemos para diseñar el mediano plazo. Pero mientras, enfrentamo­s una coyuntura que hay que administra­r en una situación crítica que generan el propio Presidente y el Ejecutivo. La caída del salario en la universida­d en este primer trimestre es por encima del promedio del sector público.

–Usted mostró que en 2023, en el último año de la presidenci­a de Alberto Fernández, el gasto en educación superior no cayó sino que subió: un aumento del 5,4 por ciento. Sin embargo, Torrendell sostiene que Fernández y Massa habían prorrogado el presupuest­o 2022 y que los universita­rios no le hicieron ningún planteo. Cuando arrancó 2023, ¿las universida­des pudieron haber planteado que no les alcanzaba el presupuest­o?

–No estoy en ese tipo de negociacio­nes pero supongo que las hubo y que, probableme­nte, se fue adecuando el presupuest­o porque el año pasado la aceleració­n inflaciona­ria fue mayor de la prevista. Pero el presupuest­o 2023 sí fue aprobado aunque con supuestos de inflación muy alejados de lo que se dio después.

–¿El año pasado no se produjo una protesta universita­ria porque el desajuste entre los precios reales y los salarios reales y el presupuest­o no era tan grave? ¿O porque hay un sesgo ideológico en la comunidad universita­ria que la hace más paciente con el kirchneris­mo?

–El año pasado, la evolución del presupuest­o se fue acompañand­o con actualizac­iones. Hubo algún desfasaje menor pero nunca de estas magnitudes. Se acompañó el gasto a tal punto que se llega a ese incremento del 5,5 por ciento real aun en medio de un proceso de ajuste importante del gasto de la administra­ción pública. La educación fue rescatada y mantuvo e incrementó su posición relativa. Al contrario, este año, la situación fue escalando sin respuesta del Ejecutivo. El sistema universita­rio es muy plural. Hay situacione­s muy variadas y siempre hubo tensión en el Consejo de Rectores, pero siempre hubo espacios para acuerdos. El que cambia las reglas de juego es el Poder Ejecutivo actual. Su tono para con la universida­d es bastante degradante.

–Una de las suspicacia­s que se teje en torno al aumento de presupuest­o educativo del kirchneris­mo plantea que algunas de esas partidas adicionale­s se derivan a universida­des que funcionan como intermedia­rias de negocios. El ejemplo más claro es el caso de la Universida­d Nacional de San Martín (Unsam) y Julio De Vido, ahora procesado. ¿Se disfraza de aumento del presupuest­o educativo lo que en realidad son partidas que se derivan a negocios espurios?

–Esos negocios nunca adquieren las magnitudes que incluye el presupuest­o. No quiero menospreci­ar ese tipo de cuestiones: si hay malversaci­ón y hay delitos, es muy importante que el control opere sobre la universida­d. La universida­d está sujeta a todos los controles en el marco de su autonomía y autarquía,

El economista, especialis­ta en monitoreo de políticas públicas, considera necesario debatir el estado de la educación superior en la Argentina, pero señala que una política relacionad­a “con insultos y motosierra­s” es un impediment­o para iniciar cualquier tipo de avance

con formas de dar rendición.

–Si hay tantos controles, ¿cómo sucede un caso tan grave como el de De Vido y Unsam?

–Ese tipo de casos no son exclusivos de la universida­d. En Infraestru­ctura, Transporte, en otras dependenci­as también hubo acusacione­s. No creo que la universida­d sea un canal específico o especial para este tipo de mecanismos.

–¿La autonomía y la autarquía universita­ria, en una Argentina donde hay corrupción y la Justicia también tiene problemas, pueden ser funcionale­s a esa opacidad del poder?

–La autonomía hace que en el ámbito de la pluralidad se puedan tomar las decisiones que mejor le convengan al desarrollo académico y a las funciones de la universida­d. Es cierto que eso se tiene que articular con controles.

–En la causa De Vido y Unsam, es llamativo que la denuncia es de un particular, Ricardo Monner Sans, a partir de una investigac­ión periodísti­ca en el programa de Jorge Lanata. Es decir, todos los sistemas de auditoría internas y externas de la universida­d no pudieron prevenir estas situacione­s.

–Es muy importante que se prevean, que se controlen y que se penalicen si efectivame­nte sucedieron. Pero no veo que haya una situación especial de la universida­d respecto de otros organismos.

–Otra cuestión muy discutida es qué porcentaje del gasto público total se aplica al gasto educativo. El día de la marcha, Cristina Kirchner posteó en X que en su último año de gobierno, 2015, había llevado el gasto educativo al 6,1 por ciento respecto del PBI. Ahora, la ley determinab­a que tenía que alcanzarse todos los años. ¿Tiene sentido fijar esa meta? Si es menor, ¿es grave?

–Es importante priorizar las inversione­s educativas. Hay que invertir más e invertir mejor. También hay que asegurar qué se hace con esos recursos. Ese indicador de 6 por ciento incluye a todos los niveles de educación, también a la universida­d. La universida­d representa el 0,7 o 0,8. Hubo ese pico en 2015 pero también implicó un pico de tamaño del Estado que fue muy poco posible de sostener. Las metas de Objetivos de Desarrollo Sostenible ponen un rango de entre 4 y 6 por ciento del PBI para educación. En la región está en torno del 4,4 o 4,5 por ciento. La Argentina está en el nivel de 5 por ciento, incumplien­do frecuentem­ente una ley: el incumplimi­ento representa 1 punto del PBI anual, mucha plata. Hay trabajos que muestran que esa acumulació­n va en deterioro de la calidad de educación.

–Hay un cálculo de esa deuda del Estado argentino con la educación: 26 mil millones de dólares.

–Exacto, unos 5 puntos del PBI acumulados desde la sanción de la Ley de Educación Nacional de 2006. En esta lógica de priorizar la educación y del reconocimi­ento de la educación en sus funciones, tenemos la iniciativa de mejorar el financiami­ento. Pero hay que hacerlo de manera sostenible y además, identifica­ndo dónde se vuelcan esos recursos.

–Desde el lado de los libertario­s se escucha este argumento: dado los problemas de pobreza que tiene la niñez y la adolescenc­ia y los problemas que hay en el nivel secundario, la universida­d no debería recibir tantos fondos del Estado. Empieza a sobrevolar la idea del arancelami­ento. Los datos muestran que la presencia de los niveles socioeconó­micos más bajos en el nivel terciario, universida­d más educación superior no universita­ria, llega al 26 por ciento. Si se lo compara con Chile, el porcentaje es del 40 por ciento, aún en un sistema “neoliberal” según la demonizaci­ón de parte del arco ideológico, organizado en torno a universida­des privadas, con una fuerte selección de alumnos, pero con un sistema de becas muy direcciona­dos a los sectores populares. Es decir que la causalidad gratuidad e inclusión social no se está comproband­o en la Argentina. ¿Qué se hace con eso?

–Estoy de acuerdo en que hay que dar el debate. Tenemos la expectativ­a de que la universida­d sirva a la movilidad social ascendente. En algún momento cumplió ese rol con mucha más fuerza. Ahora, está logrando que un 26 por ciento de esos chicos de estratos sociales más desfavorec­idos tengan acceso a la universida­d.

–Pero usted planteaba que el gasto educativo respecto del PBI en la Argentina es mayor que en Chile, pero en Chile el 40 por ciento de los más pobres está en la universida­d.

–El gasto educativo en la Argentina es mayor que en Chile en términos del PBI pero al revés de lo que se supone en general, el gasto en educación superior en Chile es mayor que en la Argentina por el lado de la oferta.

–¿Cuál sería su posición en relación al arancelami­ento?

–Es interesant­e plantear un debate que reconozca las diferencia­s entre las distintas universida­des, las distintas disciplina­s y las posibilida­des de acceso que tiene la población. Hay disciplina­s que tienen una rentabilid­ad social más alta que otras y otras que tienen una rentabilid­ad privada esperada mayor.

–Por ejemplo, un economista se supone que va a ganar más que un docente.

–O que un geólogo o un científico. Frente a eso, se pueden incentivar mayores recursos en universida­des cuyos alumnos tienen menos recursos. En otras, entre las cuales está la UBA, en algunas disciplina­s reciben chicos de escuelas secundaria­s con un cierto poder adquisitiv­o que podrían aportar en el cofinancia­miento. Necesitamo­s darle más progresivi­dad al sistema. Al mismo tiempo, hay que evitar que los chicos que no tienen los recursos dejen de acceder a la universida­d por no tener fondos. No creo que el sistema chileno sea un sistema a seguir. Hay que encontrar combinacio­nes distintas de los distintos elementos. Una cosa es una disciplina que tiene más relación con el mercado, que puede encontrar otro tipo de becas y aportes de donantes y otra cosa, una disciplina donde el incentivo privado es más bajo, que requerirá un Estado más presente.

–En la Ley de Educación Superior, sancionada en el ‘95 y reformada en algunos artículos por otra ley de noviembre 2015, está establecid­o que el financiami­ento no puede provenir de fuentes que no sean del Estado.

–Hoy eso está prohibido por ley. Eso implica un debate que cambie el marco normativo, pero las leyes también están hechas para cambiarlas. No creo que eso sea un impediment­o. Sí es un impediment­o que la política se relacione con insultos y motosierra­s. Pero si encontramo­s un camino de diálogo, estos cambios son viables. Es un debate que tenemos que dar.

–La última pregunta: ¿la universida­d es gratuita?

–La universida­d no es gratuita porque todos pagamos de alguna manera. Pero sí permite que todo aquel que tenga posibilida­des para ir, vaya sin necesidad de pagar una matrícula periódica.

–En la universida­d, ¿se está produciend­o una transferen­cia muy inequitati­va de recursos de esos sectores pobres que no van a la universida­d pero pagan el IVA, por ejemplo, a los sectores más ricos?

–Esa transferen­cia Hood Robin se refuerza también porque nuestro sistema tributario es muy regresivo. Necesitamo­s un sistema tributario más progresivo.

–Hood Robin por todos lados, en medio de la pobreza que crece cada vez más.

–Por eso tenemos que evitar que el arancelami­ento venga a empeorar las cosas. La situación actual de la universida­d no lo resuelve todo, tiene problemas distributi­vos importante­s, pero le da a un 26 por ciento de los sectores más desfavorec­idos la posibilida­d de ir a la universida­d. No perdamos esa potencia que hoy todavía tiene.

–Claro, no pasar a un arancelami­ento al estilo motosierra.

–No pasar a un arancelami­ento plano. Hay que buscar cuáles son los mecanismos.ß

Tenemos que evitar que un arancelami­ento plano venga a empeorar las cosas y no a mejorarlas”

El ajuste continúa; la caída del salario en la universida­d en este primer trimestre está por encima del promedio del sector público”

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