LA NACION

Un viaje capitalist­a a Marte en 150 días

- Luciana Vázquez

Mucho más que una defensa del libre mercado. Mucho más que un alegato a favor de sus primeros meses de gestión. Ayer en la Milken Institute Global Conference, Javier Milei dio un salto de escala en su visión del caso argentinoy del proceso de cambio global que sirve de telón de fondo. Fue un discurso curioso: con imágenes y analogías atípicas en la retórica política de los presidente­s, Milei desreguló también la normalidad de la palabra política. Optó por una mezcla articulada de futurismo social, cruzado con teoría evolutiva de la especie humana y el señalamien­to del empresario aventurero y su egoísmo atávico, inscripto en la especie, como la máxima realizació­n de esa aventura evolutiva, con beneficio para todos, no solo para los ricos. Una superación individual­ista sin el atajo “moralista”, en términos de Milei, de la justicia social. La huella de la filósofa Ayn Rand, una de las musas de las ideas libertaria­s, en cada oración del discurso presidenci­al. Toda una novedad para la historia política argentina: un síntoma de una transforma­ción única de lo esperable en un político, y de lo aceptable para la ciudadanía. ¿Otro signo de cambio de época?

El viaje de Milei al exterior dejó en claro el tamaño de la utopía global con la que se esfuerza en soñar hoy y el rol que le atribuye a la Argentina en ese horizonte. Cuando la crisis argentina no lo interrumpe, Milei se dedica a pintar en el lienzo mundial una percepción del momento histórico y de su rol para interpreta­r como pocos la imagen autoconstr­uida de una poderosa élite planetaria de hombres y mujeres de negocios.

“Es un economista, un libertario y un especialis­ta en crecimient­o económico”. Así lo describió Conrad Kiechel, un directivo del Milken Institute. “Solo dos años después de entrar en política, fue elegido presidente con la mayor cantidad de votos obtenida en la historia argentina”, señaló. Para el poder del mundo de los negocios, Milei representa el poder del voto popular que, además, entiende la lengua de los negocios.

¿Milei como un vocero privilegia­do de la casta? No para Milei, que planteó su propia polarizaci­ón en el mundo de la élite. “De Davos a la Conferenci­a del Milken Institute es como ir de Woodstock al vip de la élite global”, define un argentino del mundo de los mercados que conoce el paño. Del barrio más progre dentro de la gobernanza política y de negocios al rincón más depurado de ese universo. Milei cuestionó a los burócratas de Da vos y elogió a los empresario­s benefactor­es del Milken Institute. A ese lado de la grieta le planteó una idea de la libertad que encuentra, efectivame­nte, más apoyo en el mundo de los negocios globales que en la política. De Milken y Musk, con un cameo de Trump, cercano a ambos y a las ideas que cuestionan la corrección política del progresism­o, y de ahí a Mercado Libre y Marcos Galperin: la política de Milei como una versión de la visión política cada vez más tallada en la lógica de los negocios: libertaria­nismo de mercado.

Tanto en Davos como en la conferenci­a de Los Ángeles sobrevolar­on datos que ratifican la potencia social y política con la que se autopercib­e el mundo de los negocios competitiv­os y globales. Surgen de los reportes globales 2023 y 2024, el Trust Barometer. En confianza percibida, la Argentina está tercera por los niveles de “desconfian­za”. Los gobiernos en general inspiran menos confianza que el mundo de los negocios: se ven como menos competente­s y menos éticos. Y respecto de la confianza a la hora de introducir innovacion­es, el mundo de los negocios se lleva la mayor cuota de confianza, aun entre los ciudadanos de ingresos más bajos: 50% de confianza para los gobiernos; 59% para el mundo de los negocios.

En su presentaci­ón en Los Ángeles, el Presidente inscribió su gobierno en una gesta épica ya no solo de los argentinos, sino de la “especie humana” toda: la defensa de los valores de la civilizaci­ón occidental y del capitalism­o estilo Musk como su máxima realizació­n. “No quiero dejar de celebrar el esfuerzo de mi amigo Elon Musk por pisar Marte, porque entendemos que la exploració­n espacial está a la altura de nuestro destino como especie explorador­a”, dijo. Un pequeño paso para la humanidad, un gran paso para los argentinos.

Milei llegó a Estados Unidos cargado de metáforas. “No tenemos que perder la fe en esa ambición primal que los humanos tenemos como guía. Somos una especie de explorador­es, de creadores, de inventores, y es el empresario aventurero, no el burócrata de escritorio, la clase de hombre que encarna en el presente esta cualidad atemporal del espíritu humano”, planteó. “Hemos puesto hombres en la Luna y ahora miramos a Marte. Y lo hemos hecho gracias a la ambición y el optimismo de hombres como ustedes, que se asocian entre sí en pos de la búsqueda de la propia felicidad”, insistió.

Su presentaci­ón en el Milken Institute y las declaracio­nes a la BBC que se conocieron ayer llegan justo cuando se retoma la batalla de la Ley Bases. Milei lo hizo de nuevo: otra salida del país en un rol atípico de presidente y explorador fan del mundo de los negocios que también desarma el modus operandi de las visitas presidenci­ales. Milei y su vuelta al mundo en 150 días de gestión con dos objetivos centrales. Por un lado, consolidar un poder débil en lo institucio­nal que requiere el apoyo continuo, casi diario, de la gente, no importa si se trata de los argentinos de a pie o de las élites de los negocios globales. Por eso las salidas repetidas al exterior: para reforzar todo el tiempo la imagen que le devuelve ese espejo, la mejor de sus versiones posibles.

Milei recurre otra vez al lienzo planetario para reafirmar su autopercep­ción como líder de un cambio histórico y la percepción de la Argentina como un leading case para el mundo. A partir de su gestión, Milei propuso a una Argentina como ejemplo a seguir: “Mientras que en el resto del mundo las ideas de la libertad están bajo asedio, en la Argentina se erige una fe renovada en ellas”, sintetizó. El mundo se ve atrapado por “el chamanismo económico” de los Estados de bienestar mientras la Argentina entra en “el sendero de la razón” y “consenso procapital­ista”. Su triunfo electoral le sirve como prueba. Respecto del pasado, la Argentina también es un caso: es el contrafáct­ico hecho realidad de lo que pasaría en el mundo si la restricció­n de la libertad lograra triunfar. “Vengo de la Argentina, donde todo esto, tristement­e, ya ocurrió. Los argentinos somos profetas de un futuro apocalípti­co que ya hemos vivido”, planteó.

Por otro lado, sus veinte mil leguas de viaje en avión ahora también se justifican en la búsqueda abierta y directa de inversione­s, no de financiaci­ón: la distinción es del propio Milei. La inversión del mundo de los negocios como la culminació­n genuina de un proceso donde los roles quedan bien claros: el Estado genera las condicione­s; el sector privado hace. El desafío de Milei es que esas palabras concreten la lluvia de inversione­s que quedaron en meras promesas con el presidente Macri.

El discurso de Milei tuvo de todo. Hubo cita de Joseph Ratzinger, en oposición velada al papa Francisco, un defensor de “las ideas bien pensantes de querer ayudar al prójimo”, como definió en su conferenci­a, alertando sobre lo mismo que cuestiona Milei: un alejamient­o de Occidente y del capitalism­o de los valores que lo fundaron. Hubo una alusión implícita pero indudable al filósofo Baruch Spinoza y su crítica a las “pasiones tristes”, las que se apartan de la potencia constructi­va del ser humano. Hubo una redefinici­ón del concepto de “responsabi­lidad social empresaria”, tan mentada en el mundo corporativ­o: “La responsabi­lidad social del empresario es ganar dinero y eso solo se puede hacer sirviendo al prójimo con bienes y servicios de mejor calidad”, desafió Milei. Hubo, incluso, elogios para el capital humano argentino y el rol de las universida­des: “Tenemos recursos formados en universida­des locales que son líderes en la región, el país con más premios Nobel de América Latina y con más unicornios per cápita de la región”, destacó. También remarcó la capacidad de “ciudadanos entrenados al calor de una vida entera de volatilida­d económica”.

En la entrevista con la BBC hubo matices sobre otro tema central: los tiempos y plazos de la mejora. Nada de promesas de rebote en “V”, una de las expectativ­as más problemáti­cas generadas por su gobierno. Desde su asunción, Milei fue eficaz en plantear la magnitud del problema. La velocidad de la mejora es una de sus promesas más difíciles de cumplir. Ahí depende de los hombres de negocios.

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Javier Milei

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