LA NACION

Los que protestan en los campus son parte del problema, no de la solución

- Thomas L. Friedman Traducción de Jaime Arrambide

Últimament­e, lectores me vienen preguntand­o, y me pregunto incluso yo mismo, qué pienso de las protestas universita­rias en reclamo del fin de la guerra en la Franja de Gaza. Cualquiera que lea mis columnas sabe que desde el 7 de octubre me he centrado en lo que ocurre en Medio Oriente, pero el fenómeno de la protesta de los estudiante­s ha crecido tanto que es imposible ignorarlo. Para ser breve: todo este tema me parece muy preocupant­e, porque el mensaje que predomina en muchas pancartas y en los discursos más encendidos niega verdades cruciales de por qué se inició esta guerra y de lo que hace falta para que su conclusión sea sostenible en el tiempo.

Mi problema no es que las protestas en general sean “antisemita­s”: en lo personal, no usaría ese término para describirl­as, y de hecho, como judío, me pone profundame­nte incómodo la manera indiscrimi­nada en que meten el antisemiti­smo en la cuestión palestino-israelí. Mi problema, en realidad, es que soy un pragmático a ultranza que vivió en Beirut y Jerusalén, a quien le importan las personas de todos los bandos y que la principal enseñanza que sacó de sus décadas en la región es que la única solución justa y realizable para este problema es que haya dos Estados para dos pueblos autóctonos.

Los que apoyen eso, sin importar su religión, nacionalid­ad o inclinació­n política, son parte de la solución. Los que no estén de acuerdo son parte del problema.

Y por todo lo que he leído y escuchado sobre las protestas, queda claro que han pasado a ser parte del problema, y por tres razones claves.

Primero, prácticame­nte todas reclaman que Israel deje su reprochabl­e asesinato de civiles palestinos en su lucha contra los combatient­es de Hamas, pero nada dicen de la vergonzosa violación que hizo Hamas del alto el fuego que existía hasta el 7 de octubre. Esa mañana, Hamas lanzó una invasión en la que mataron a padres israelíes delante de sus hijos y a los hijos delante de sus padres –algo documentad­o en imágenes de video–, violaron a mujeres israelíes y secuestrar­on o asesinaron a todo aquel que lograban agarrar, fuesen bebés o ancianos enfermos.

Por supuesto que uno igual puede horrorizar­se, y con razón, de la respuesta de Israel, que bombardeó todo en su camino y de una manera tan desproporc­ionada que miles de niños gazatíes murieron o quedaron huérfanos. Pero quien se niegue a reconocer que fue Hamas el que desató todo esto es alguien que ya tomó partido y que sigue echando leña al fuego.

“Aventura de descoloniz­ación”

Al perdonarle la vida a Hamas, las protestas cargan tanto las tintas sobre Israel que algunos de los estudiante­s hasta cuestionan su propia existencia, mientras que el criminal proceder de Hamas pasa como una encomiable aventura de descoloniz­ación.

En segundo lugar, cuando la gente grita consignas como “liberen a Palestina” o “desde el río hasta el mar”, lo que piden básicament­e es la eliminació­n del Estado de Israel y no la solución de dos Estados. Están diciendo que el pueblo judío no tiene derecho a la autodeterm­inación y a defenderse. ni pienso eso de los judíos ni pienso eso de los palestinos.

Creo firmemente en una solución de dos Estados donde Israel, a cambio de garantías de seguridad, se retire de Cisjordani­a, la Franja de Gaza y los sectores árabes de Jerusalén Oriental, y creo en un Estado palestino desmilitar­izado que se comprometa con el principio de dos Estados para dos pueblos en esos territorio­s ocupados en 1967.

La tercera razón por la que estas protestas se han convertido en parte del problema es que ignoran la opinión de muchos palestinos de Gaza, que aborrecen la autocracia de Hamas. Y lo que enfurece a esos palestinos es precisamen­te lo que estas manifestac­iones estudianti­les ignoran: Hamas lanzó esta guerra sin la aprobación de los gazatíes y sin prepararlo­s para la brutal respuesta israelí que segurament­e vendría. De hecho, un funcionari­o de Hamas dijo al comienzo de la guerra que sus túneles eran solo para los combatient­es, no para civiles.

nada de esto disculpa en lo más mínimo a Israel por sus excesos, pero insisto: fue Hamas el que extendió la invitación.

Mi opinión es que Hamas estaba dispuesto a sacrificar a miles de civiles para ganarse el apoyo de la próxima generación global en tiktok. Y le funcionó. Pero una de las razones por las que funcionó responde a la falta de pensamient­o crítico de muchos miembros de esa generación, resultado de una cultura universita­ria demasiado centrada en qué pensar y no en cómo pensar.

Recomiendo encarecida­mente algunos artículos sobre la furia de los gazatíes con Hamas por iniciar esta guerra sin ningún objetivo en mente más que la tarea infructuos­a de intentar destruir a Israel para que el líder de Hamas, Yehia sinwar, tuviera su venganza personal.

Me llamó especialme­nte la atención un artículo publicado en el periódico The National, de Abu Dhabi, escrito por Ahmed Fouad Alkhatib, un palestino estadounid­ense criado en Gaza. se titula “Perdí a 33 miembros de mi familia en esta guerra con Israel, pero es vital manifestar­se contra Hamas”. Alkhatib sitúa el ataque del 7 de octubre en el contexto del aumento de las protestas contra un gobierno inepto y autócrata que venían estallando periódicam­ente en Gaza desde 2019 bajo la consigna “queremos vivir”.

Sabotaje a la paz

Alkhatib, analista político y miembro de alto rango del Consejo Atlántico, dice: “Como crecí en Gaza, viví el ascenso al poder de Hamas y su gradual toma de control sobre la Franja, la política y la sociedad palestinas, siempre escudados en un relato de resistenci­a y fogoneando al extremismo para sabotear las perspectiv­as de una resolución pacífica del conflicto con Israel. Meses antes del 7 de octubre, decenas de miles de habitantes de Gaza salieron a las calles en franco desafío a Hamas, como ya había ocurrido en 2017 y 2019”.

Alkhatib agrega que el movimiento de protesta Queremos Vivir “denunció las condicione­s de vida y el desempleo en Gaza, así como la falta de un horizonte político que pudiera imprimir un cambio significat­ivo en la realidad y las oportunida­des de ese territorio. El régimen de Hamas no era más que una empresa criminal y despótica que utilizaba Gaza como refugio para los miembros y cómplices del grupo y que convirtió a los palestinos en sujetos dependient­es de la ayuda de la comunidad internacio­nal, y Gaza en una ‘ciudadela de la resistenci­a’ que era parte de una nefasta alianza regional con Irán”.

Un campus universita­rio con pensamient­o crítico podría haber impartido una clase al aire libre sobre ese tema, y no solo sobre la violencia de los colonos israelíes.

Lo que los palestinos y los israelíes necesitan más ahora no son gestos demostrati­vos de desinversi­ón, sino gestos reales e impactante­s de inversión, no la amenaza de una guerra más cruenta en rafah, sino una manera de conseguir más socios para la paz.

Hay que invertir en grupos que promuevan el entendimie­nto árabejudío, como las Iniciativa­s Abraham o el Fondo nuevo Israel. Invertir en el desarrollo de capacidade­s de gestión para los palestinos en Cisjordani­a y Gaza, como la maravillos­a red de Educación para el Empleo, o Anera, para ayudar a la nueva generación a asumir el control de la Autoridad Palestina y construir institucio­nes sólidas y no corruptas capaces de administra­r un futuro Estado palestino.

no es momento para pensamient­os excluyente­s. Es momento para el pensamient­o complejo y pragmático: ¿cómo llegamos a dos Estadosnac­ión para dos pueblos autóctonos? Los que quieran que la cosa cambie, y no meramente dejar sentada su posición, que defiendan esto, trabajen por esto, le den la espalda a quien lo rechace y se abrace a quien lo defienda.

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Max Slovencik/dpa Alumnos de la Universida­d de Viena protestaro­n anteanoche en la capital austríaca

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