LA NACION

Comercios abiertos y un escaso clima de protestas en la calle

Muchos empleados buscaron alternativ­as para llegar al trabajo

- Laura Ponasso y Luján Berardi

Supermerca­dos, farmacias, almacenes, cafeterías y tiendas de ropa, entre tantos otros locales, levantaron ayer las persianas, con la esperanza de que las ventas no siguieran en picada. Así, tal como pudo comprobar en recorridas LA NACION por barrios de la Capital y el conurbano, grandes cadenas y pequeños comerciant­es le dieron forma a un escenario que distó por mucho de lo que tradiciona­lmente muestra un paro general de la CGT.

“Acá trabajamos con normalidad. Hay mucha menos gente de lo habitual, en la calle y en el local, pero muchísimos más pedidos de delivery. Yo vine con auto, porque vivo a pocas cuadras, y mis compañeras llegaron con remises que pagó la empresa”, afirmó la encargada de una cafetería en la avenida Triunvirat­o, en Parque Chas.

En Villa Urquiza, el impacto del paro se sintió con mayor crudeza, especialme­nte cerca de las estaciones de trenes y del subte. “Trabajamos con normalidad. Yo soy empleado y vivo a unas cuadras. Hay un poco menos de gente de lo habitual, pero hay. Los proveedore­s no entregaron mercadería, pero estamos haciendo unos arreglos de pintura en el local y las personas de mantenimie­nto sí vinieron”, indicó el empleado de un comercio chino.

“Abro a las siete de la mañana por el colegio que está al lado, pero hoy está todo medio parado. Abrí porque soy el dueño y necesito juntar plata para pagar las deudas. La luz llegó bastante cara y tengo que pagar alquiler”, explicó el dueño de un kiosco sobre Monroe.

En la zona comercial de Belgrano, donde confluyen diferentes líneas de colectivo, la estación del ferrocarri­l Mitre y el subte D, se notó la baja en el tránsito. “Parece un domingo”, indicó uno de los empleados de una cadena de kioscos en Cabildo y Juramento. Uno de ellos llegó en bicicleta desde Floresta y otro, en el colectivo 108 desde Retiro, sin problemas.

Alrededor de Primera Junta, en Caballito, ninguna de las cinco grandes farmacias se tomó una pausa. “Hoy venimos casi todos; los que vivimos cerca, caminando, y algunos, en remises a cargo de la empresa”, aseguró la farmacéuti­ca de uno de estos puntos de venta.

El microcentr­o porteño fue otro termómetro del paro. “Muchos locales no abrieron porque la gente vive lejos. Yo abrí porque vivo cerca y porque tengo que comer, mantener a mis hijos y pagar cuentas”, explicó el dueño de un puesto de diarios sobre la calle Florida, a metros de la avenida Corrientes.

“Nosotros abrimos como todos los días. Los proveedore­s nos entregaron la mercadería programada y no notamos diferencia­s en las ventas, solo que algunos clientes habituales trabajan desde sus casas y aprovechar­on para hacer las compras temprano”, afirmó el dueño de un almacén en Villa Pueyrredón.

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