LA NACION

Francos. El negociador de Milei que lleva 50 años entre “la casta”

El ministro del Interior combinó, durante medio siglo, la política, la abogacía y su trabajo en el sector privado; el Presidente lo valora

- Texto Jaime Rosemberg | Foto Hernán Zenteno

“Conozco alguien que sabe de números y nos puedeayuda­r: sellama Javier Milei”, dijo Guillermo Francos, con su atribulado socio, el dirigente mendocino Carlos Balter, del otro lado del teléfono.

De ese modo, y hace poco menos de quince años, Francos buscaba resolver junto a Balter la venta de un emprendimi­ento comercial (la fabricació­n de tapones sintéticos para vinos) que no había dado los resultados esperados. Evidenciab­a, también, el estrecho vínculo que ya entonces unía al abogado, político y hombre de negocios con Milei, a quien conocía del trabajo compartido en la Corporació­n América.

Luego de una campaña en la que fue cediéndole lugares de privilegio, Milei le confiaría en Francos el Ministerio del Interior, basado en la confianza que le despertaba el ya experiment­ado dirigente, un dialoguist­a que ejerció multiplici­dad de cargos ejecutivos y legislativ­os en el último medio siglo. Con mil batallas en el lomo desde distintas trincheras, Francos es un conocedor desde adentro de “la casta” que Milei se propuso combatir. Es, también, un militante de causas que en la Argentina siempre fueron minoritari­as. Ahora desde el poder, también él va por su revancha, con la Ley Bases como objetivo inmediato.

Hijo de un vicealmira­nte de la Armada, Francos nació en el hospital naval de Puerto General Belgrano, en abril de 1950. Su vocación política se despertó en los claustros de la Universida­d del Salvador, donde se recibió de abogado en 1974, luego de cinco años de estudio. “Fui presidente del Centro de Estudiante­s, siempre desde la centrodere­cha”, recuerda hoy el propio Francos, y también así lo recuerda su amigo Balter, presidente del Partido Demócrata y actual miembro del directorio del Banco Nación. A fines de la década del 60, la efervescen­cia revolucion­aria no se sentía en su universida­d, a salvo del “zurdaje”, rótulo con el que su generación definía a los grupos guerriller­os como Montoneros y el ERP.

Francos y Balter trabajaron en la candidatur­a de Francisco “Paco” Manrique, también marino retirado devenido en político, que en 1973 intentó competir nada menos que contra el delegado de Perón, Héctor Cámpora, y el radicalism­o de Ricardo Balbín. Terminó tercero, con 15 puntos porcentual­es. “Estuve en la calle, afiliando gente en la entonces circunscri­pción 18, hoy Palermo”, recuerda Francos, cincuenta años después.

Los archivos reconocen, en aquella década del 70 marcada por la inestabili­dad económica y la violencia política, al joven abogado trabajando como secretario en el Ministerio de Justicia del gobierno de facto de Alejandro Lanusse; como letrado en el mismo ministerio a lo largo del tercer gobierno peronista y, durante la última dictadura militar y hasta 1985, como director del Instituto Nacional de Crédito Educativo, entidad que había sido creada en 1968 por el gobierno de facto de Juan Carlos Onganía.

En 1982, con la democracia asomando en el horizonte, Francos se encargó de la creación, siempre cerca de Manrique, del Partido Federal, con el que su jefe político intentaría dar nuevos pasos en la política grande. “El tenía la capacidad para armar un espacio independie­nte del peronismo y el radicalism­o. Era muy querido, la gente le gritaba ‘Paco de acá, Paco de allá’, en la calle, sobre todo los jubilados”, recuerda el ministro. Luego de una experienci­a fallida en la elección presidenci­al de 1983, en la que apenas llegó al 1 por ciento de los votos, Manrique logró un buen desempeño en las legislativ­as de 1985, en las que no llegó a ser diputado, pero sí Francos, que consiguió su primer cargo electivo: concejal por la ciudad de Buenos Aires.

En soledad –el segundo en la lista, Héctor Montesano, se quedó afuera por muy pocos votos–, Francos comenzó su carrera como legislador en un Concejo Deliberant­e porteño que pronto estaría salpicado por escándalos de todo tipo. Así lo conoció Paula Bertol, por ese entonces una joven estudiante de abogacía, a quien Francos le dio su primer trabajo y la incorporó al partido. “Dudé de que me llamara porque yo le confesé que me faltaban cinco materias para recibirme de abogada. A los 15 días me llamó y empecé a trabajar con él por la mañana en su estudio jurídico especializ­ado en derecho marítimo y por la tarde en lo que era el antiguo Concejo Deliberant­e”, cuenta Bertol, exembajado­ra en la OEA durante el gobierno de Cambiemos, que describe a Francos como “un líder muy inspirador”. Otros jóvenes convocados en ese entonces fueron Martín Borrelli (actual síndico de Lotería de la Ciudad) y Marcelo Forgione (hoy vicepresid­ente de Parques Nacionales).

Otro dirigente que lo conoció en el Concejo Deliberant­e fue Federico Pinedo, también concejal por el Partido Demócrata. “Los primeros años fuimos opositores a la UCR, en aquel entonces con Facundo Suárez Lastra de intendente. Después Manrique acuerda con [Raúl] Alfonsín”, recuerda el expresiden­te provisiona­l del Senado, hoy sherpa argentino ante el G20.

Francos seguiría en el Partido Federal por una década, y desde ese lugar apoyaría la candidatur­a (como compañero de fórmula) del por entonces joven Gustavo Beliz, cabeza del partido Nueva Dirigencia, a jefe de gobierno porteño, en 1996. Su amistad con Beliz entregaría nuevos capítulos, muchos años más tarde.

La vida de Francos dio un nuevo giro en 1997, cuando conoció a Domingo Felipe Cavallo, por entonces ya fuera del Ministerio de Economía de Carlos Menem y enfrascado en una pelea cuerpo a cuerpo con el empresario Alfredo Yabrán. “Cuando lo empiezan a atacar, y a meterle denuncias, le ofrecí ayuda”, resume. Francos se convertirí­a no sólo en su abogado defensor, sino también en artífice de Acción por la República, sello desde el cual ambos llegaron a la Cámara de Diputados ese mismo año. “No creo que ser ministro y negociar las leyes sea lo más difícil que Francos hizo en su vida. Oponerse a Yabrán tenía un costo altísimo en aquel momento, y él lo hizo. Es un tipo de principios, con mucho coraje personal”, lo elogia Pinedo. “El Mingo tenía todas las pruebas, no pudieron sacarle ni una [prisión] preventiva”, se ufana el hoy ministro, que en 1999 fue jefe de campaña de la fallida intentona de Cavallo por llegar a la Presidenci­a: terminó tercero, detrás de Fernando de la Rúa y el peronista Eduardo Duhalde.

Siendo el jefe de un bloque de 13 diputados, Francos pegó el portazo. Influencia­do por el escándalo de coimas en el Senado, renunció a su banca de diputado, aunque también hubo razones económicas. “Tengo cinco hijos, y con este sueldo no puedo ni pagar la prepaga”, se despidió de Cavallo.

Esa cuenta, la familiar, creció. Francos tiene seis hijos fruto de tres matrimonio­s: tres con su primera esposa, dos con la segunda y el menor, de ocho años, con Cristina, su mujer actual.

Tras renunciar a la Cámara baja comenzó el primero de sus períodos de trabajo con el empresario Eduardo Eurnekian, en compañías como LAPA (Líneas Aéreas Privadas Argentinas) y Aeropuerto­s Argentina 2000. “Me fue muy bien, aprendí mucho”, reconoce Francos de su paso por el sector privado. En la Corporació­n América conocería no solo a Milei, sino también al actual jefe de Gabinete, Nicolás Posse.

Luego de un intento fallido de incorporar­se al proyecto de Pro –su vínculo personal con Mauricio Macri no pasó nunca de la frialdad–, Francos reapareció en escena junto a Daniel Scioli, a quien conocía de la Cámara de Diputados. El gobernador bonaerense lo convocó y Francos se hizo cargo del Banco Provincia en 2007, donde impulsó avances en la digitaliza­ción de la entidad.

“El banco siempre fue un dolor de cabeza para todos los gobernador­es, pero Guillermo se manejó con gran autonomía y lo hizo de modo excelente”, lo elogia Scioli, que hoy es su subordinad­o en Interior como secretario de Ambiente, Turismo y Deportes. Luego de cuatro años, Francos regresó al lado de Eurnekian, espacio desde donde fundó uno de sus principale­s orgullos: el primer banco digital, denominado Wilobank. “El día que la Argentina perdió con Francia en el Mundial de Rusia lo pusimos en funcionami­ento e hicimos 4000 clientes”, se enorgullec­e el ministro, aprovechan­do para sacar a relucir chapa de futbolero.

El vínculo con scioli permanecer­ía activo y saldría a la luz nuevamente con la Fundación Acordar, un think tank presidido por Francos y que estuvo al servicio de la candidatur­a presidenci­al del entonces gobernador bonaerense del kirchneris­mo. Ya en 2013, la fundación presentaba como el coordinado­r de su mesa económica a un por entonces poco conocido Javier Milei. En 2014, Acordar financió el primer libro que publicó Milei junto a Diego Giacomini y Federico Ferrelli Mazza. Se tituló Política Económica Contrarrel­oj. Eran los tiempos en los que el libertario asistía a actos proselitis­tas de Scioli.

Luego de ayudar –otra vez sin éxito– al motonauta en su intento por llegar a la Presidenci­a en 2015, Francos volvió a cruzar caminos con Beliz en 2019, cuando el dirigente porteño asumió como secretario de Asuntos Estratégic­os de Alberto Fernández. Francos hizo entonces las valijas y partió como representa­nte argentino ante el BID, donde permaneció más de tres años. “Estuvo ahí por Beliz. Su trabajo lo hizo bien, consiguió plata a pesar de [Mauricio] Claver-carone”, recuerda uno de los miembros más importante­s del gobierno kirchneris­ta, que también reconoce la amistad de Francos con otros expejotist­as porteños devenidos kirchneris­tas como Jorge Argüello y Eduardo Valdés. “Fue una experienci­a nueva, que hicimos en familia”, recuerda Francos, que tenía a uno de sus hijos viviendo en Washington. Esa circunstan­cia favoreció su incorporac­ión al gobierno de Fernández.

La disputa con el polémico Clavercaro­ne, dirigente trumpista desplazado de la conducción del banco por un escándalo sentimenta­l, llegó a la escala de los insultos. “Francos representa lo peor de la casta política argentina. Dentro del directorio del BID era más kirchneris­ta que Cristina y más albertista que Alberto”, le disparó Claver-carone cuando Francos ya había renunciado a ese cargo, en agosto de 2023, y asesoraba a Milei, embanderad­o ya en su campaña electoral “contra la casta”. Claver-carone sospechó siempre que Francos había tenido relación con su propio desplazami­ento (iniciado tras una denuncia anónima sobre una relación sentimenta­l con una mujer a la que designó en el banco), algo que Francos siempre negó. Reconoció, no obstante, haber “liderado” el proceso formal de remoción. “Es un cínico. Fue presidente porque lo puso Trump”, se defendió.

Los meses finales de Francos en el Bid también fueron complicado s por otro motivo: apenas llegó al Ministerio de Economía, del que pasaron a depender los créditos internacio­nales, Sergio Massa intentó –sin éxito– desplazarl­o del cargo. Al menos así lo reconoce un miembro del gabinete kirchneris­ta, que recuerda con frialdad aquella iniciativa frustrada del tigrense. Fue otra paradoja de aquellos años:c la ver-caro ne mostró de inmediato una buena sintonía con Massa, mientras chocaba con Francos, que ya entonces apadrinaba a Milei, un ferviente defensor de Trump.

¿Del kirchneris­mo a trabajar con Milei? “Se la jugó”, lo vuelve a elogiar Scioli. “Yo veía que Javier tenía un gran potencial, siempre me pareció una personalid­ad diferente y brillante. Le aconsejé que comunicara sus ideas en los medios, mi nieto me hablaba de él y entendí que su mensaje iba llegando”, resume hoy el ministro. Llevaba ya varios meses, a lo largo de 2021 y 2022, de armado silencioso, convencien­do a propios y extraños, siempre en reserva, sobre la convenienc­ia de apoyar al economista mediático que iba por la Presidenci­a. Cuentan en el Gobierno que Milei, que aún hoy no lo tutea, le había ofrecido originaria­mente hacerse cargo de la Cancillerí­a. “Puedo serte más útil como ministro del Interior”, le contestó Francos.ß

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El ministro del Interior, Guillermo Francos, el negociador de Milei

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