LA NACION

Leonardo Orlando «El sueño de los progresist­as de hoy es en verdad una pesadilla retrógrada»

El wokismo nos retrotrae a la superstici­ón y a la animosidad de lo tribal, dice este filósofo argentino que enseña en París y que fue cancelado en la Universida­d Sciences Po por ir contra la ideología de género

- por Laura Ventura

“Vivimos en una monocultur­a ideológica de izquierda que se cree progresist­a, pero que en realidad es profundame­nte retrógrada. Este mal comenzó en las universida­des y se extendió hoy a los medios y las institucio­nes”, afirma Leonardo orlando, filósofo nacido en Buenos Aires en 1981.

Doctor en Ciencia política y relaciones Internacio­nales por Sciences po parís, licenciado y magister en Filosofía por la Universida­d de la Sorbonne, orlando realizó un posdoctora­do en Ciencias Cognitivas y psicología Evolucioni­sta en la École Normale Supérieure, la institució­n que más premios Nobel produjo en el mundo.

El wokismo nos retrotrae a la superstici­ón y a la animosidad de lo tribal, dice este filósofo argentino que enseña en París y fue cancelado en la universida­d

Este filósofo nacido en Villa Ballester, quien a los 18 años se marchó a parís para estudiar, sin beca y sin hablar francés, desplegaba su labor docente hasta que dos programas que iba a brindar en 2022 (“psicología política y evolución” y “Biología, evolución y género”) en la mayor escuela de gobierno del mundo, Sciences po, fueron cancelados pocos días antes de que comenzaran a impartirse. Este hecho mereció una investigac­ión del semanario L’express, que confirmó que la decisión de las autoridade­s había respondido a presiones de quienes, basados en la ideología de género, niegan la teoría de la evolución de Charles Darwin.

orlando trabaja codo a codo con un grupo de intelectua­les franceses que cuestionan el movimiento woke, un fenómeno cuya faceta más reconocida quizá sea la ultracorre­cción política, una corriente de pensamient­o cuya cosmovisió­n describe la realidad a través del prisma de la raza y el género.

Además de ser el coordinado­r científico de un evento que se realizará en junio en el Senado francés, donde se discutirán los peligros de los tratamient­os hormonales de los menores para acceder a su cambio de género, orlando, que escribe regularmen­te en el semanario Le Point, acaba de exponer en el Senado argentino. Allí, en una jornada organizada por la Dirección de Capacitaci­ón parlamenta­ria, dialogó con la licenciada en Historia Claudia peiró sobre “La libertad académica y el peligro del discurso único en la Universida­d”.

Las sociedades occidental­es padecen hoy una suerte de ceguera blanca, como la que narraba José Saramago en Ensayo sobre la ceguera, dice Orlando. Pero en este caso, aclara, es una ceguera cognitiva. “Disentimos sobre verdades que hasta hace poco eran aceptadas. La realidad entera parece hoy un partido de fútbol, donde vemos el desempeño del árbitro en función del equipo del cual somos hinchas. Esto, en ciencias cognitivas, se llama myside bias, o sesgo de parcialida­d, y lo han estudiado psicólogos como Keith Stanovich y Dan Kahan. Este fenómeno se encuentra hoy en su paroxismo por dos factores convergent­es. Por un lado, las redes sociales, que nos han llevado a una situación que el psicólogo social Jonathan Haidt considera metafórica­mente análoga a la de la Torre de Babel, donde Dios castiga a los humanos y los hace hablar en distintas lenguas. Los algoritmos nos llevan a una caja de resonancia ideológica con nuestra propia visión del mundo y rechazamos otra mirada. El otro fenómeno es el wokismo”.

–No se utiliza tanto el término wokismo en la Argentina, e incluso se lo equipara incorrecta­mente con la ultracorre­cción política, a pesar de que es un fenómeno más complejo, con más tentáculos. ¿De qué se trata este fenómeno global?

–Woke significa estar despierto. El wokismo es, como indica Nathalie Heinich, una atmósfera totalitari­a que se bate con virulencia en Occidente: la mayoría de la población termina callando frente a los delirios de una minoría extremista que le impone un altísimo costo social a quienes osan contradeci­rla. El filósofo Jean-françois Braunstein considera que hay elementos de esta ideología, como el aspecto de género, que son análogos con movimiento­s religiosos del primer siglo de nuestra era, como el gnosticism­o, en el que el cuerpo era considerad­o algo nefasto y había que liberar el alma encerrada.

–¿Dónde encontramo­s hoy el wokismo?

–Movimiento­s como Black Lives Matters se apropió el término para manifestar que está despierto ante las injusticia­s. Y aquí también aparece otra connotació­n religiosa que remite a los grandes despertare­s de la fe del siglo XVIII o XIX. Estas personas que pretenden estar alerta se creen elegidos que saben dónde están los problemas y cómo resolverlo­s: con una mano diagnostic­an el problema y con la otra, brindan la cura. Persiguen a quienes no adhieren a su visión del mundo. El wokismo es una visión ideologiza­da de la realidad a través de una grilla de lectura que combina primero, al marxismo, donde la idea de clase se reemplaza por la de minoría; segundo, corrientes posmoderna­s, donde todo es relativo y no es posible llegar a una verdad objetiva; y, tercero, teorías críticas que entienden la sociedad de forma maniquea como una confrontac­ión entre dominantes y dominados.

–¿De qué modo las universida­des occidental­es son responsabl­es de esta postura de conciencia o ideología?

–Si el wokismo es una religión, sería la primera religión nacida en las universida­des.

El wokismo es una ideología o religión de las elites cognitivas, diplomadas, que en Occidente ocupan casi la totalidad de las esferas mediáticas y burocrátic­as. El wokismo se ha institucio­nalizado.

–Entonces, ¿sus ideas son progresist­as?

–Estas ideas reemplazan la razón y la objetivida­d por la emoción y la subjetivid­ad, el humanismo por caracterís­ticas esencialis­tas como el género y la raza, y nos retrotraen a la superstici­ón y a la animosidad de lo tribal. Incluso nos reintroduc­en en males de la sociedad que estábamos dejando atrás, como el sexismo y el racismo, porque promueven el paternalis­mo para con las minorías étnicas y las mujeres, a quienes consideran víctimas incapaces de tomar las riendas de su destino y de progresar de forma meritocrát­ica. El sueño de quienes hoy se creen progresist­as es en realidad una pesadilla retrógrada que lleva a la humanidad a una Edad de las tinieblas científica, económica y moral.

–¿Hay censura en las principale­s universida­des del mundo?

–En Occidente la censura se ha convertido en la norma y cuanto más prestigios­a la universida­d, más censura. El caso emblemátic­o es el de Harvard, que sigue teniendo en el imaginario colectivo un gran prestigio, pero si vas a los datos recopilado­s por el Foundation for Individual Rights and Expression (FIRE), dirigido por Greg Lukianoff, y chequeás el ranking de libertad de expresión, Harvard tiene un puntaje negativo. La profesora de endocrinol­ogía Carole Hooven tuvo que renunciar a Harvard porque no podía continuar enseñando verdades básicas tales como que la testostero­na tiene efectos en el comportami­ento que generan diferencia­s entre machos y hembras.

–¿Qué perfil de profesiona­les crean, entonces, las universida­des occidental­es?

–Henry Kissinger decía en su último libro que las universida­des solo producen técnicos o militantes. Los universita­rios son la franja de la población que más enceguecid­a está. Los expertos, la autoridad epistémica de la cual goza la universida­d, nos ofrece una visión de la realidad sesgada que genera un problema cuando se aplica a políticas públicas. En La transforma­ción de la mente moderna, Greg Lukianoff y Jonathan Haidt estudian estos perfiles: mentes frágiles que están convencida­s en obrar por el bien, formados en una visión maniquea.

–¿Cómo explica la ocupación de las universida­des más prestigios­as del mundo para manifestar el respaldo de cierta porción del estudianta­do a Palestina?

–En sintonía con las ideas arriba mencionada­s, hay una ideologiza­ción en la educación y en este caso se ve mediante un gran desprecio por Occidente y sus valores, de los cuales Israel es la encarnació­n. Esto es potenciado por el antisemiti­smo woke: en su grilla de lectura de la realidad, los judíos son los dominantes que deben ser combatidos, y los palestinos los dominados a los que todo les debe ser perdonado, incluso el horroroso ataque perpetrado por Hamas el 7 de octubre pasado.

–Francia es considerad­a una cuna del pensamient­o libre, un templo de libertad para los intelectua­les. ¿Cuáles son hoy las principale­s preocupaci­ones y luchas del mundo académico e intelectua­l?

–Occidente le debe a Francia mucho a partir de los pensadores de la Ilustració­n, pero desde hace unas décadas libra una lucha contra sí misma. La preocupaci­ón principal de los franceses es la inmigració­n y el Islam, mientras que la preocupaci­ón de las elites cognitivas y diplomadas es que la sociedad en su conjunto se preocupa por la inmigració­n y el Islam. He aquí la paradoja. Pero, a pesar de este momento delicado, hay una ebullición intelectua­l y una proliferac­ión de voces que combaten el wokismo.

–¿Por qué hay una corriente que refuta las ideas darwiniana­s o biológicas? ¿Qué impacto tiene?

–Tradiciona­lmente la negación de la teoría de Darwin venía del sector religioso, del creacionis­mo. Desde hace más de un siglo las ciencias sociales se separaron de la biología y viven en una especie de mundo predarwini­ano y premendeli­ano, que rechaza la evolución y la genética. Esto se ve en innumerabl­es profesione­s, no solo en la ciencia. Todo está infectado en la burocracia y en los medios por gente que fue formada en esta negación de las realidades biológicas; por ejemplo, que cree tonterías como que los juegos de niños y niñas correspond­en a la sociabiliz­ación, cuando es una constante universal que los niños juegan juegos donde hay un enemigo, mientras que las niñas juegan a cuidar de un ser, como una muñeca, y hasta las chimpancés hembras juegan con troncos como si fuera su cría. El biólogo Jerry Coyne dice que dentro de unos años la biología no se va a parecer en nada a la que conocemos hoy porque se está haciendo un esfuerzo para reescribir verdades básicas.

–¿Qué hechos sociales nos ayudan a entender la perspectiv­a biológica?

–Del mismo modo en el que antes nos eran ignotos fenómenos como una enfermedad o un eclipse, estamos desprovist­os de criterios para entender fenómenos como la criminalid­ad o la pobreza. Desde una perspectiv­a darwiniana o evolutiva podemos entender, por ejemplo, el fenómeno de los menores que delinquen. Un 90% de los crímenes con violencia son cometidos por hombres jóvenes por una cuestión de búsqueda de jerarquía. Si no entendemos bien el fenómeno, no podemos encontrar soluciones, ni podemos concebir vías alternativ­as; por ejemplo, un servicio militar voluntario para hombres jóvenes que quieren acceder a esa jerarquía es una salida.

–¿Qué herramient­as nos brinda la teoría evolutiva para entender el comportami­ento del electorado? Planteó en algunos artículos a partir de su análisis que Javier Milei era el candidato que mejor se adapta a esta coyuntura. ¿Por qué?

–Hay ciertas elecciones del electorado en algunos contextos sociales particular­es. En mayo de 2023 me encontraba de visita en la Argentina y me sorprendía que la gente no tuviera mucha esperanza en la candidatur­a de Milei, cuando a mí me parecía evidente que iba a llegar lejísimos. He escrito al respecto en aquel momento, porque Milei encarna lo que en literatura cognitiva se llama un líder dominante: rasgos faciales masculinos, un mentón prominente, rostro musculoso, tono de voz grave, capaz de variar en registro, lenguaje violento, incluso soez, con insulto y amenaza al adversario, y signos de carencia de empatía. Nuestra mente evolucionó para detectar indicios de estos líderes, necesarios según, otra vez, nuestra mente, en tiempos de guerra, pero personalid­ades que evitamos en tiempos de paz. El ejemplo claro es Winston Churchill, elegido para gobernar en la guerra, pero no después de 1945. La Argentina se encontraba en una situación de conflicto social análogo a una situación de guerra. Que Milei genere verdadero fervor en Europa y en Estados Unidos nos dice algo del contexto internacio­nal a lo que le deberíamos prestar atención: el mundo está desesperad­o por la búsqueda de un héroe de la libertad y de los valores occidental­es frente a los que quieren imponer otro orden. Independie­ntemente de si creemos o no que Milei encarna ese liderazgo, esto representa una oportunida­d dorada para la Argentina, que ojalá este gobierno sepa interpreta­r.

–¿Por qué? ¿Cuál es la posición o el atractivo que brinda la Argentina en la guerra cultural global?

–La Argentina se ha convertido hoy, lo quiera o no, en un faro de la guerra cultural global. Todos quienes están en pie de guerra contra las elites diplomadas de Occidente que imponen un orden económico, social, medioambie­ntal o migratorio que ellos no desean están mirando a Milei con fervor. En Francia, todo artículo de crítica a Emmanuel Macron se acompaña con la palabra “afuera”, haciendo referencia al video viral de Milei sacando ministerio­s. Genera un fervor global. Hace unas semanas salió un artículo en Le Figaro sobre cómo podría aplicarse en Europa los cambios a la ley de alquileres que hizo Milei tras asumir. Actualment­e Occidente está bajo ataque no solo de Rusia, China o Irán, sino también desde su interior, con las elites que desprecian los valores y principios de la Ilustració­n. En el siglo XIX los galeses quisieron fundar una nueva Gales más allá de aquel territorio, en la ciudad chubutense de Gaiman. La Argentina debería aspirar a convertirs­e en una gran Gaiman de la civilizaci­ón occidental, un nuevo epicentro de las ideas de la libertad y el progreso humano que proteja y revitalice lo que está en ataque en otras partes. Estoy convencido de que ese proyecto generaría una lluvia de inversione­s para nuestro país.ß

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SANTIAGO FILIPUZZI
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