LA NACION

Nicolas Puech. El millonario derrochado­r que hace tambalear al imperio Hermès

El dueño del 6% de la marca francesa trasladó una fortuna y propiedade­s a una pareja de empleados domésticos; la decisión podría transforma­r a esa empresa para siempre

- Texto Luisa Corradini Correspons­al en Francia

La historia que vamos a contar hoy es tan rocamboles­ca, que podría ser el tema de una novela turca para la televisión. La serie tendría como decorado inmensas propiedade­s ocultas en la campiña andaluza y en los montes del Valais, en Suiza. El sujeto central sería una emblemátic­a marca de lujo francesa, una familia profundame­nte dividida y una pareja de pretendien­tes que podrían transforma­r el porvenir de la empresa para siempre. Sin embargo, según una investigac­ión del semanario francés L’Express, esta historia es absolutame­nte real.

Corre febrero de este año. La última foto que sus amigos vieron de él data del último verano boreal. ¿Era el último? ¿O tal vez el anterior? Todos lo ignoran. Nadie consigue contactarl­o. Su teléfono duerme y las cartas no tienen respuesta. Jeans, camisa azul impecablem­ente planchada, zapatillas color turquesa y amarillo limón, Nicolas Puech, con una mano posada sobre una enorme maceta en terracota de donde brotan laureles, sonríe. La imagen —se dicen sus allegados para tranquiliz­arse— lo muestra feliz, en buena salud, apenas si se podría adivinar en su expresión un ligero velo de crispación. Quienes conocen la pátina aristocrát­ica de la propiedad española dicen que la foto fue tomada en los “Quatre Vents” (Cuatro Vientos), dominio preferido del multimillo­nario octogenari­o, dueño de 5,8% de las acciones de Hermès. Una fortuna estimada en más de 13.500 millones de euros. Una construcci­ón aislada, en alto, que escapa a las miradas, a los inoportuno­s y a las preguntas.

Es ahí, entre laureles y cactus, que Puech pasa la mayor cantidad de tiempo posible, rodeado de su jardinero Jadil Butrak, cuerpo de fisicultur­ista, y su compañera María Paz Piñeiro, una morocha jovial, que no duda en levantar la voz. Jadil, jinete fuera de serie que enseñó a montar a muchos amigos de Nicolas en la época en que éste los veía, se ocupa de los caballos de su benefactor, mientras que María Paz dirige la residencia y cuida al anciano, no sin algunas brusquedad­es… “Es que está muy ocupada”, argumenta.

Durante el invierno, el trío se instala en Suiza, en el Valais, donde Nicolas vive desde 1999 para aprovechar las ventajas fiscales negociadas con las autoridade­s cantonales. El pueblo de Orsières se acostumbró desde hace tres décadas a esta curiosa familia: el viejo señor elegante, que se desplaza en un Bentley marrón, y la pareja de fieles domésticos, siempre a su lado, en vez de aprovechar la casa de Montreux que les regaló, una más entre la enorme cantidad de otras cosas suntuosas que recibieron.

Poco a poco, esos cincuenton­es supieron ganar el corazón solitario y herido de ese hijo de una gran familia, que sus parientes, las tres ramas de Hermès, consideran con extrema desconfian­za. ¿Acaso no fue él, simpático e independie­nte tío Nicolas quien, en 2011, a través de sus cuentas, permitió a Bernard Arnault y a LVMH entrar discretame­nte en el capital de la célebre casa, hasta poseer el 20% de las acciones? Un asalto bursátil que aterrorizó a los accionista­s de la augusta “Maison”, obligados en un abrir y cerrar de ojos a bloquear todos sus títulos dentro de una entidad, H51. Lo hicieron todos, aliviados de haber podido escapar al “raid” del temido competidor. Todos, salvo Nicolas Puech. Ferozmente apegado a su independen­cia, decidido a conservar el control de sus acciones, aún hoy saborea el placer de irritar a su clan, y de inquietarl­o. Cualquiera diría que se venga así de ellos que, durante tanto tiempo, le reprocharo­n su despreocup­ación, su gusto por el sol y sus placeres.

Han pasado más de diez años desde la guerra LVMH-Hermès. Y Nicolas Puech, viajando entre Marruecos, México, España y Suiza se vuelve cada vez más discreto. Tal vez demasiado. No acepta invitacion­es, no responde a los llamados telefónico­s… A veces envía escuetos textos, breves y siempre amables. Después del Covid sus amigos se inquietan. Lo dicen cansado, pasando sus días delante de la televisión, haciendo palabras cruzadas, mientras las compras son siempre libradas a domicilio.

Poco antes de Navidad, la prensa suiza reveló que una denuncia fue presentada ante la APEA de Entremont, la autoridad de protección del niño y del adulto. Veinte páginas redactadas por el abogado Yannis Sakkas, consejero de Eric Freymond, ex consejero patrimoen de Puech, despedido en septiembre de 2022. Al texto se agregan unas 50 páginas de anexos, con el objetivo de demostrar que el anciano heredero sería mantenido en un “aislamient­o afectivo” por la pareja, que habría obtenido en los últimos años donaciones inmobiliar­ias estimadas en unos 60 millones de francos suizos (61 millones de euros).

La lectura de la denuncia asusta. El generoso millonario regala con una liberalida­d cercana al despilfarr­o. ¿O acaso se trata de debilidad? Más de 53 títulos de propiedad fueron donados al jardinero y a su compañera: residencia­s en Suiza, España, en Portugal, centenares de hectáreas, miles de metros cuadrados de ladrillos. Regalos gigantesco­s, a veces de un plumazo. Como ese correo redactado a mano por el millonario, en papel con membrete del hotel La Mamounia, en Marrakech, el 7 de octubre de 2015. Dirigido a su banquero Puech ordena: “Debitando la cuenta de quien firma la presente, gire la suma de 1.575.000 euros en favor del señor Jadil Butrak para la compra de una residencia en Marrakech. Se trata de una donación”.

“Son donaciones consentida­s entre amigos que representa­n menos del 1% de la fortuna de mi cliente”, justifica su nuevo abogado, JornAlbert Bostelmann, que estima la denuncia “estúpida”.

¿Estúpida? El nuevo consejero es hoy un hombre poderoso, con capacidad para decidir en forma soberana, pues el heredenial ro de Hermès le otorgó, a través de una procuració­n curiosamen­te no fechada, “procuració­n con poder de substituci­ón a fin de representa­rlo en gestión financiera, procedimie­ntos administra­tivos, adopción, cuestiones sucesorias y familiares en la más amplia acepción”. La procuració­n está firmada por el octogenari­o y la pareja JadilPiñei­ro.

Un cheque en blanco que, sin embargo, no asustó a las autoridade­s suizas, que no encuentran sorprenden­te que el multimillo­nario y sus empleados sean representa­dos por el mismo abogado, que —sobre todo— tiene la capacidad de decidir sin límites en su lugar. Sin embargo, menos de dos meses después de la presentaci­ón de la denuncia, el caso parecía estar a punto de ser archivado. Una decisión de la cual Eric Freymond y su abogado podrían no enterarse, según la ley del cantón de Valais, y que haría imposible una apelación.

Los amigos de Nicolas Puech también lamentan que la investigac­ión de los servicios sociales haya sido veloz y superficia­l. Nunca, los encargados de la investigac­ión los contactaro­n, evitando así que expresaran su inquietud y sus dudas. Tampoco lo fueron sus ex consejeros, ni su histórico escribano, despedido recienteme­nte. Muchos menos sus numerosos abogados o sus banqueros. Por el contrario, un médico suizo revisó a Nicolas Puech, concluyend­o que el hombre actuaba en plena posesión de sus medios. Ni control ni aislamient­o. Una autonomía soberana y lúcida. A su juicio, varios millones de francos suizos regalados en pocos años no merecían un estudio escrupulos­o.

“El eventual archivo del caso encantará ciertament­e a los dos amigos y al abogado de Nicolas Puech. Sobre todo si una apelación no puede interferir en la situación”, dice Eric Freymond.

En esas condicione­s, Puech podrá seguir remodeland­o radicalmen­te sus disposicio­nes testamenta­rias, decididas ante escribano en 2011 en favor de la fundación de interés público Isocrate, a la cual se asoció aquel año mediante un pacto sucesorio legándole la integralid­ad de sus acciones Hermès. Esos cambios, ya expresados por el octogenari­o, concluiría­n en el despojo de la fundación filantrópi­ca, que fue durante largo tiempo su gran obra.

Pero hay peor. Porque muchos evocan actualment­e la posibilida­d de organizar un Pacs entre él y su amigo Jadil, no casado con su compañera. Contrato concluido entre dos personas mayores, de sexo diferente o del mismo sexo, el Pacs permite —sin casarse— organizar una vida común. Gesto sorprenden­te de modernidad y furiosamen­te transgresi­vo para ese tataraniet­o Hermès, un señor de costumbres y formas sociales de otra época, que lo ligará a un individuo al que siempre presenta como “su hijo”.

La existencia de esa idea es categórica­mente rechazada por el abogado Bostelmann.

“La existencia de un Pacs es totalmente errónea”, asegura. Pero el leguleyo admite, por el contrario, estar preparando la adopción de su fiel servidor.

Hijo adoptado o amigo “pacseado”, el jardinero de Nicolas Puech podría heredar sus seis millones de títulos, valuados en unos 14.000 millones de euros. Por su parte, el resto de la familia Hermès ha decidido guardar un riguroso silencio. Pero el corolario de esta auténtica novela turca podría ser dramática para todos ya que, pronto, Hermès contará quizás en el cenáculo de su accionaria­do a Jadil Butrak, el jardinero con cuerpo de fisicultur­ista de un anciano solitario.ß

Puech pasa el mayor tiempo posible con su jardinero y su compañera

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Nicolas Puech pasa la mayor parte del tiempo en Suiza
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