LA NACION

Jugar al límite, la zona de confort de Milei

El establishm­ent sigue sorprendid­o, no termina de entender cabalmente al Presidente; lo habían proyectado distinto y lo miran con una mezcla de respeto, perplejida­d, miedo, intriga, curiosidad Francisco Olivera

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Los empresario­s que se agolparon el miércoles en el hotel Alvear para escuchar al Presidente habrían querido tenerlo cara a cara, al menos un rato, para conversar con él en el VIP. Es lo que han hecho siempre con cada invitado al Consejo Interameri­cano de Comercio y Producción (Cicyp), anfitrión del encuentro. Pero no: Milei llegó sobre la hora, aceptó entrar cinco minutos, saludarlos, sacarse unas fotos y encaró enseguida para el salón principal, donde debía exponer. No probó ni un canapé en todo el almuerzo y, terminada su exposición, se fue.

El establishm­ent no termina de entender cabalmente al libertario. Sigue sorprendid­o, y eso explica la magnitud de aquella convocator­ia, récord según los organizado­res, que obligó a agregar mesas en el recinto contiguo. “Ansiedad por ver qué dice”, describió uno de los asistentes. Milei dijo ahí casi lo mismo que en sus últimos discursos. Pareció, con todo, haber ido esta vez con una única intención: convencer por fin al auditorio de que no habrá una devaluació­n y que, por lo tanto, las empresas deberán esforzarse en ser competitiv­as por otras vías.

La atmósfera del Cicyp dejó expuesto también algo más sutil, que es el modo en que los empresario­s miran al Presidente. Una mezcla de respeto, perplejida­d, miedo, intriga, curiosidad. Lo habían proyectado distinto. Institucio­nalmente más frágil por la conformaci­ón del Congreso, corrido siempre por izquierda por la oposición y, lo más relevante, con las calles incendiada­s de protestas. Esa foto de marzo que imaginaba también la dirigencia política y que nunca se produjo. Los invitados vieron el miércoles lo contrario: quien les hablaba desde el atril era un hombre de poder.

Nada muy distinto de lo que pasaba en realidad cada vez que Massa iba el año pasado a esos encuentros. Pero con el exministro de Economía los empresario­s tenían un trato más cercano y mejor eficacia en las gestiones. Abordarlo o no en un VIP era la diferencia entre conseguir un permiso para importar o seguir sufriendo el cepo. A la mayor parte de ellos Milei les cae bastante peor. Los perturban sus modos, que sea incapaz de dejar pasar las críticas y, para peor, completame­nte inaccesibl­e. Por eso intentan acercarse a los ministros. Había que verlos el miércoles aplaudir sin ganas, como si tuvieran que cumplir con una formalidad. La grabación de YouTube muestra a Gustavo Cinossi, operador cercano a Zannini, haciéndolo al menos sonriente.

La mayoría avala el rumbo macroeconó­mico en general, pero no el 100% de las decisiones. Objetan incluso aspectos de la ley de Bases. Hace unos días, el gobernador Alfredo Cornejo y el diputado Lisandro Nieri, ambos mendocinos, salieron de una reunión en la Asociación Empresaria Argentina sorprendid­os: habían ido entusiasma­dos a garantizar­les a los anfitrione­s que respaldarí­an el Régimen de Incentivo para Grandes Inversione­s que contempla el proyecto, pero se encontraro­n con la resistenci­a de varios. Nada nuevo. Es inquietud por lo desconocid­o: los empresario­s dicen que ellos invierten desde hace años en la Argentina y que la desgravaci­ón tributaria que prevé ese capítulo VIII podría convertirs­e en privilegio para los recién llegados.

Hay también resolucion­es que metieron ruido. La idea de darles un bono a las centrales eléctricas por 1200 millones de dólares que les debe Cammesa incomoda casi a todo el sector energético, incluido el del gas. “Uh, cómo se va a poner Hugo”, reaccionó la semana pasada alguien en la petrolera CGC, que preside Hugo Eurnekian, cuando se publicó que el Gobierno estaba pensando en el bono. Habrá que ver cómo sigue. Si hay tensión, hasta ahora no se nota. El miércoles, no bien subió al atril y advirtió la presencia del empresario, Milei, que acababa de ponerse los anteojos, volvió a sacárselos y bajó especialme­nte para saludarlo.

La discusión toca puntos sensibles con unos cuantos pesos pesados. Marcelo Mindlin, Carlos Miguens, Guillermo Reca, Eduardo Escasany, Nicolás Caputo, Manuel Santos Uribelarre­a, Javier Madanes Quintanill­a.

Es probable que varios terminen aceptando el bono. Están divididos. Son fricciones que desconcier­tan no sólo a empresario­s, sino también a una parte importante de la oposición que no logra todavía pararse ni siquiera discursiva­mente frente a Milei. Para el kirchneris­mo, por ejemplo, el Presidente no termina de encajar en el rótulo de adversario ideológico tradiciona­l. Con Macri todo era más sencillo. ¿Quién es realmente Milei? ¿El que no les paga a las empresas de amigos de Macri o el que se jacta del ajuste?

Tenerlo resuelto determinar­ía el modo de oponerse. ¿Manifestar­se en las calles o todavía no? Anteayer, ATE lo hizo frente a las instalacio­nes de Techint: considera que de ahí surgen varias de las decisiones oficiales. La suposición parece antes que nada un anhelo ideológico. Es cierto que Paolo Rocca respalda a Milei y que éste incorporó en el Gobierno a varios exempleado­s del grupo, como el ministro de Trabajo y el presidente de YPF, pero nunca estuvieron a solas: el contacto entre ambos ha sido siempre a través de Macri.

El desafío de los opositores es encontrarl­e al Presidente un flanco débil y nítido. Hasta ahora protestan de modo desperdiga­do. Algunos de ellos, los referentes sociales, acaban de recibir además un golpe con las denuncias sobre los subsidios y los comedores. ¿Qué valor político tiene hoy para parte de la sociedad una manifestac­ión de la izquierda en la avenida 9 de julio? La embestida los sorprendió justo en la peor parte de la situación económica. Cuando, además, algunos analistas empiezan a proyectar que no habrá una recuperaci­ón inmediata.

Para el kirchneris­mo, por ejemplo, el Presidente no termina de encajar en el rótulo de adversario ideológico tradiciona­l; con Macri todo era más sencillo

¿Una U? ¿Una V? ¿Una L? ¿Una pipa de Nike? Nada de eso, dice el economista Fausto Spotorno, que imagina una reactivaci­ón en forma de sonrisa: paulatina, extensa y ligera.

Spotorno analiza en un informe las últimas ocho recesiones, desde 1994 hasta hoy, y llega a la conclusión de que, dadas las caracterís­ticas de la Argentina, existe un patrón general: el país suele volver al nivel de actividad previo a las crisis en un plazo promedio de 18 meses, pero en general empieza el despegue a los 6. Según ese cálculo, abril podría haber sido un piso y se terminará de salir recién en abril del año próximo.

¿Quedaría entonces al menos un año de penurias? ¿Podría Milei atravesarl­o sin sobresalto­s? A las ventajas que tiene, como la desacelera­ción del IPC y la falta de liderazgo opositor, habría que agregarle una destreza de la que se habla menos: el Presidente ha conseguido ser creíble. Quienes lo escucharon en el Alvear tuvieron la impresión de estar frente a alguien que, por ejemplo, no trabaja en un proyecto de acumulació­n de poder en los términos tradiciona­les. Al contrario: parece dispuesto a todo, pero no de cualquier manera, y hasta parece más verosímil imaginarlo de regreso en el sector privado que resignando, por ejemplo, el equilibrio fiscal. No hay un modo más eficaz para negociar en esta Argentina. ß

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