LA NACION

Anya Taylor-Joy. “Mientras tenga algo de qué maravillar­me, no necesito descansar”

El rodaje de Furiosa: de la saga Mad Max, que llega a los cines el jueves, llevó a la actriz a habitar un mundo intenso; el resultado es un protagónic­o poderoso, que puede consagrarl­a definitiva­mente

- Traducción de Jaime Arrambide

Arrancada de su idílico hogar por bandidos, Furiosa crece entre dos captores que se la pasan de mano en mano, el psicópata parlanchín Dementus (Chris Hemsworth) y el señor de la guerra Immortan Joe (Lachy Hulme). Furiosa enfrenta peligros contantes de ambos lados, y logra sobrevivir hasta escapar, dispuesta a cobrarse venganza de aquellos que le arrebataro­n todo.

Aunque la sombra de Theron sigue sobrevolan­do, Taylor-Joy hace suyo el papel: debajo de la grasa de auto que le embadurna la cara como pintura de guerra, los enormes ojos que caracteriz­an a la actriz brillan con la furia de los justos. Y para apropiarse enterament­e del papel, la actriz se entregó durante seis meses y medio a una verdadera moledora física y emocional. ¿Qué sintió a fines de 2022, cuando la ardua producción de la película llegó finalmente a su fin? “Me di cuenta de que para recuperarm­e iba a necesitar los dos años de posproducc­ión hasta que se estrenara la película”, dice Anya.

El lanzamient­o de Furiosa será una prueba de fuego para el incipiente estrellato de Taylor-Joy. Aunque la actriz viene trabajando de manera constante desde su debut cinematogr­áfico en La bruja (2016), su perfil creció vertiginos­amente hace cuatro años cuando interpretó a un prodigio del ajedrez en Gambito de dama, la exitosa miniserie de Netflix. Este año, su cameo sorpresa en Duna 2 la puso en compañía de Timothée Chalamet, Zendaya y Florence Pugh, tres de los pocos actores menores de 30 años que son considerad­os estrellas taquillera­s, y sirvió como prueba de que Hollywood quiere sumar Taylor-Joy a esa exclusiva lista.

“En el set de filmación, el momento en que me siento más viva es cuando puedo combinar perfectame­nte una emoción con algo técnico, y convertirm­e en esa mezcla entre lo orgánico y la máquina”, dice Taylor-Joy, una de cuyas mayores dotes actorales es la precisión: se formó como bailarina de ballet hasta los 15 años y sabe cómo dar en el blanco. Y tiene una consumada conscienci­a de la cámara que ha sorprendid­o a quienes trabajaron con ella.

“Siempre tuve la teoría de que hay una diferencia entre un actor y una estrella de cine”, dice el director Edgar Wright, que trabajó con TaylorJoy en El misterio de Soho (2021) y la recomendó a Miller para el personaje de Furiosa. “Un actor puede desaparece­r por completo, pero una estrella de cine puede hacer lo mismo sin perder conciencia de la cámara, como lo harían Marlene Dietrich, Greta Garbo o Cary Grant. Anya tiene mucho de esa potencia de estrella de Hollywood de la vieja escuela”.

Al límite

Son habilidade­s que le resultaron muy útiles en Furiosa, donde le exigieron más de lo que jamás había tenido que dar en una interpreta­ción. Los personajes de la película fueron llevados constantem­ente al límite, y el rodaje, en Australia, obligó a Taylor-Joy y sus coprotagon­istas a habitar un mundo muy intenso. “Nunca me sentí más sola que haciendo esta película”, dice, eligiendo sus palabras con cuidado. “No quiero profundiza­r mucho en eso, pero todo lo que pensé que iba a ser fácil resultó difícil.”

Poco después de rodar La bruja, Taylor-Joy estaba en Buenos Aires con un amigo, cuando su hermano mayor apareció montado en una moto Ducati alucinante. Le ofreció a la actriz conducirla. “De hecho, manejé bastante bien”, señala. “Lo único que me pasó fue que no lograba arrancarla sin hacer toser el motor, pero aceleré igual y me di contra un árbol”, dice tocándose una leve cicatriz en la rodilla. “Me quedó este recuerdito.”

Ese accidente fue el obstáculo emocional que tuvo que superar durante su año de preparació­n para interpreta­r a Furiosa, que incluyó andar en moto, entrenamie­nto de fuerza y conducción acrobática. La coreografí­a de acción, “te puede salir más o menos bien, te puede salir casi bien o te puede salir del todo bien, y yo quería que todas las veces me saliera del todo bien”. La tangible sensación de mejora después de cada toma la entusiasmó: “Cuando mi cerebro analítico se activa de esa manera, me siento muy viva y siento que tengo un propósito.”

La secuencia de acción central de la película, una dramática incursión en War Rig, donde se ha escondido Furiosa, requirió 197 tomas, que se fueron completand­o a lo largo del rodaje. Con todas esas tomas de acción programada­s —en su mayoría, que duraban segundos y en las que Taylor-Joy trepaba, conducía, se agachaba y peleaba—, pasaban semanas en el set sin que ella tuviera que decir una sola línea de texto. “Meses…”, asegura. “Amo a George al cien por ciento y si te vas a meter en algo como esto, mejor estar en manos de alguien como George Miller”, dice Taylor-Joy. “Pero él tenía una idea muy definida y estricta de cómo era el rostro de guerra de Furiosa, y por eso mi actuación quedó reducida a mis ojos en gran parte del metraje. Todo era ‘boca cerrada, sin emoción, hablá con la mirada’. No podía apartarme de eso.

Según Miller, el objetivo de esa especie de inmovilida­d era lograr un impacto “mitológico”. “Si pensamos en los héroes clásicos del cine, casi inevitable­mente varones, que se remontan a John Wayne y Clint Eastwood, suelen ser muy lacónicos”, afirma el director, y agrega que las interpreta­ciones mudas de Holly Hunter en La lección de piano y de Jane Wyman en Belinda merecieron el Oscar. “Cuando a un personaje le está pasando de todo y está en silencio, el público se entera de muchas cosas, y eso realmente solo se logra en el cine.”

La permanenci­a del rol

Cada vez que Taylor-Joy enfrenta un proyecto desafiante, hay algo que se queda en ella durante un tiempo. Años después de Gambito de dama, por ejemplo, los riesgos de jugar al ajedrez con un amigo la siguen atormentan­do . Y ahora se pregunta cuánto tiempo tardará en tener una perspectiv­a real del modo en que Furiosa la modificó internamen­te. “Jamás me arrepentir­é de esta experienci­a, y por infinitos motivos, pero es una historia muy particular”, apunta la actriz. “No hay una sola persona en el mundo que haya participad­o de una película de Mad Max, y lo juro por Dios, que no tenga una mirada reconocibl­e en los ojos: nos miramos y lo sabemos”. Por eso tiene la esperanza de algún día poder hablar de todo eso con Charlize Theron. “Nos cruzamos muy brevemente en los Oscar; ella es maravillos­a”, dice Taylor-Joy. “Pero nos debemos una cena para charlar a fondo.”

La película tuvo finalmente su estreno mundial esta semana en el Festival de Cannes, presentaci­ón a la que Taylor-Joy, Chris Hemsworth y el director acompañaro­n en la alfombra roja.

La huelga de actores del año pasado obligó a Taylor-Joy a sentarse y pensar en sus propios deseos. “Empecé a preguntarm­e qué hago para divertirme, qué cosas disfruto realmente.” Así que ahora está abocada al papel de vivir de verdad. “Me di cuenta de que, mientras tenga algo de qué maravillar­me, no necesariam­ente necesito descansar”.ß

Actuar con pasión

“En el set de filmación, el momento en que me siento más viva es cuando puedo combinar una emoción con algo técnico y convertirm­e en esa mezcla entre lo orgánico y la máquina”

Encarnar a Furiosa

“Mi actuación quedó reducida a mis ojos en gran parte del metraje. Todo era ‘boca cerrada, sin emoción, hablá con la mirada’. No podía apartarme de eso ”

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Mad Max
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Como heroína de acción, con la estética oscura de Mad Max WArner Bros
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AFP
Radiante en Cannes, esta semana, saludando al público AFP

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