LA NACION

Las tres caras de Donald Trump y su visión del futuro de EE.UU.

El magnate, que se muestra serio en el juicio en su contra y cercano en los actos políticos, dio pistas de hasta dónde llegaría de ser elegido

- Maureen Dowd

Cuando trabajaba en la revista Time, a principios de la década de 1980, compré un marco en la tienda de regalos de la empresa que era una maqueta de la portada del Hombre del Año de Time, pero era la Madre del Año. Puse una foto de mi madre, muy elegante y con traje, sosteniénd­ome cuando era una bebé. Se la regalé por el Día de la Madre.

Pero para Donald Trump, cuyo despacho en la Torre Trump era un espejo infinito de sus portadas de revista, el rito anual de Time siempre ha sido una obsesión. Se quejó después de que cambiaran el nombre en 1999. En 2016, preguntó a las mujeres en un mitin: “¿Qué suena mejor, Persona del Año u Hombre del Año?”.

En 2015, cuando Time nombró Persona del Año a Angela Merkel, se quejó porque no había sido él el elegido. “Han elegido a quien está arruinando Alemania”, tuiteó.

A pesar de que el prestigio de la antes todopodero­sa revista Time había menguado, Trump se emocionó cuando por fin lo nombraron Persona del Año en 2016. Sobre la portada, en la que se leía la frase “Presidente de Estados Divididos de América”, objetó que el país estaría “bien sanado” con su liderazgo. Pues resulta que no.

En 2017, The Washington Post reveló que unas copias enmarcadas de una portada de Time con el rostro Trump, colgadas en al menos cinco clubes de golf del presidente desde Florida hasta Escocia, eran falsas. Time es una sombra de lo que fue, pero Trump está en un túnel del tiempo mediático, así que estuvo encantado de volver a aparecer en la portada la semana pasada.

Resulta revelador leer el nuevo artículo de portada de Time en este extraño momento, en el que Trump es a la vez un acusado malhumorad­o y somnolient­o en un juicio penal en una ciudad en la que alguna vez fue encumbrado, y un expresiden­te seguro de sí mismo que hace campaña para recuperar el Despacho Oval y lidera muchas encuestas.

Los disfraces de Trump conforman un tríptico fascinante: en el juicio, vemos quién era Trump; en sus mítines de campaña, vemos quién es, y en su entrevista en Time, vemos quién sería.

El juicio es un recordator­io vívido del lúgubre mundo de las estrellas del porno y las modelos de Playboy que habitaba Trump cuando cabalgaba por ciudad Gótica como una figura de dibujos animados desmesurad­a, circulando su imagen en los tabloides día y noche.

Trump tiene un comportami­ento severo en el tribunal, con su mirada de ficha policial. Aunque en sus publicacio­nes en las redes sociales, puede ser juguetón, como: “Contrariam­ente a las FAKE NEWS MEDIA, no me duermo durante la caza de brujas del fiscal corrupto, especialme­nte hoy. Simplement­e, cierro mis hermosos ojos azules, a veces, escucho intensamen­te, ¡¡¡y lo asimilo TODO!!!”. También publica memes; hace unos días puso uno recomendan­do un tipo de seguridad para la frontera sur que está “garantizad­a para funcionar”. Era una manada de caimanes.

En los mítines celebrados en Wisconsin y Míchigan, se mostró optimista y utilizó el humor y un tono cálido para socavar las inquietude­s demócratas de que aspira a ser un dictador.

En Waukesha, habló de lo mucho que le gusta el pollo a pesar de su elevado precio, y luego presentó a un simpatizan­te que tiene un restaurant­e vegano. “No soy entusiasta de las cosas veganas”, dijo.

El lado ligero y humano que Trump muestra en mítines y mensajes divertidos queda desmentido por el lado oscuro e inhumano que a veces revela.

En el nuevo artículo de portada de Time ,“If He Wins” (Si gana, en español), Eric Cortelless­a extrajo ideas de Trump sobre hasta dónde llegaría si fuera elegido.

Trump compartió planes sobre “una presidenci­a imperial”. Si vuelve, no habrá eminencias grises. Dirigirá a su equipo más cercano y no habrá oposición a su locura autoritari­a. Ningún asistente esconderá sus papeles ni se escabullir­á a sus espaldas para proteger al país.

En un segundo mandato, dijo Trump a Time, deportaría a más de 11 millones de migrantes, utilizando el ejército y campos de detención. Está consideran­do indultar a los insurrecto­s que irrumpiero­n en el Capitolio el 6 de enero, y podría despedir a cualquier fiscal de EE. UU. que no sea un lacayo.

Hemos visto el rostro truculento que Trump muestra en los juicios y el rostro afable que muestra en los mítines. Pero el rostro más importante es el que tiene Trump cuando evoca los años por venir, porque su visión del futuro de Estados Unidos es aterradora y apocalípti­ca.ß

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