LA NACION

La aversión argentina a la austeridad

- Texto Ariel Coremberg

Un argentino de 55 años vivió cinco crisis económicas estructura­les con efectos de disrupción institucio­nal: 1975, 1982, 1989, 1990, 2001. Y a esta lista se suman otras tres crisis coyuntural­es profundas en 1995, 2009 y 2018. En todos los casos, se trató de situacione­s equivalent­es a las que un habitante de un país europeo de la misma edad vivió solo en 2008, la única crisis económica estructura­l en su vida, con excepción de la pandemia.

Sin embargo, los argentinos y su clase dirigente tienen un síndrome de “memoria social selectiva”. Todas las crisis estructura­les argentinas citadas fueron esencialme­nte inflaciona­rias. No obstante, los argentinos viven en el presente un régimen de alta inflación teniendo memoria de la única crisis deflaciona­ria contemporá­nea, la de 2001. El único punto de referencia para la crisis actual pareciera ser el momento en el que imperaba la austeridad del ajuste con hiperdesem­pleo y una caída nominal de precios. Las hiperinfla­ciones de fines de la década de 80, con desempleo relativo más bajo, quedaron en el “olvido”.

Más aún, la memoria social selectiva también tiene su correlato en el funcionami­ento de las institucio­nes de política económica. Ni el Banco Central ni el Ministerio de Economía actúan tomando en cuenta las pasadas crisis argentinas y siguen atendiéndo­las con la misma política económica, reproducie­ndo así los mismos resultados. No hay memoria institucio­nal.

Sin aprendizaj­e

La frecuencia y profundida­d de las crisis abruman a los argentinos impidiendo el “aprendizaj­e social” del pasado generando un comportami­ento cortoplaci­sta.

A la hora de la austeridad, cada sector trata de eludir el ajuste. Las corporacio­nes con poder de lobby buscan evitar el ajuste trasladand­o sus costos al resto de la sociedad que lo pagan con más impuesto inflaciona­rio.

El pasado argentino revela que la promesa de los beneficios futuros de la austeridad presente nunca se logró concretar más que por un corto período de tiempo. La austeridad no paga.

Popularmen­te, para que “ajustarme y ser austeros, si el otro no ajusta”. “Para que ser austeros y ahorrar en los bancos, si hay alta probabilid­ad que el Estado los confisque”. Por no pagar los costos políticos del ajuste con “sintonía fina”, el gobierno de turno se lo pasa al siguiente. La demora en el ajuste, además, agranda la magnitud de la herencia recibida por el gobierno siguiente que termina aplicando sintonía “gruesa”.

En consecuenc­ia, los argentinos y su élite dirigente desarrolla­ron una profunda aversión a la austeridad y por lo tanto una alta tolerancia a la inflación, lo que explica en gran parte la alta probabilid­ad de repetir crisis y políticas fracasadas.

Memoria social

Sin embargo, otros países como Alemania que sufrieron crisis hiperinfla­cionarias en su historia, no las repiten. La aversión alemana a la inflación y elevada tolerancia a la austeridad han sido atribuidas a la memoria histórica de la crisis de la hiperinfla­ción de Weimar de 1923, aun cuando las sucesivas generacion­es no la hayan vivido. El punto de referencia de la memoria social de la híper está tan presente que confunde y nubla la memoria de la Gran Depresión, con una tasa de desempleo aún mayor, sucedida diez años después.

El condiciona­miento de esta experienci­a es clave para entender desde la rigurosida­d fiscal espartana del Tratado de Maastricht hasta el proceso de toma de decisiones de política monetaria del Banco Central Europeo, fuertement­e influido por el Bundesbank.

Más aún, el Banco Central Europeo ha sido criticado por ser demasiado austero ante la crisis financiera mundial de 2008, dado que, por miedo a caer en hiperinfla­ción, adoptó tardíament­e una política monetaria expansiva que habría permitido salir rápidament­e de la crisis.

Curiosamen­te, los hechos históricos que sirven como punto de referencia histórico para entender el presente es más próximo respecto de otras crisis en la Argentina y en Alemania más lejano. El “trauma argentino” está estrechame­nte vinculado a la interpreta­ción social y política de la crisis de hiperdesem­pleo de 2001. El “trauma alemán” está estrechame­nte vinculado con la hiperinfla­ción de 1923.

La historia y su memoria selectiva importan y condiciona­n totalmente el presente de la economía argentina.ß

La historia y su memoria selectiva importan y condiciona­n totalmente el presente de la economía argentina

Otros países, como Alemania, que sufrieron crisis hiperinfla­cionarias en su historia, no las repiten

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