LA NACION

Lucas González Vélez, el “Pacho Maturana” del fútbol argentino

El entrenador colombiano, de 42 años, sufrió con River y hoy recibe a Boca

- Ariel Ruya LA NACION

Hay que viajar en el tiempo para interpreta­r esta historia. Italia 1990, exactament­e. No se trata del himno más emocionant­e de todos los tiempos, ni de la proeza con Brasil, ni de la adrenalina con Italia. Ni el tobillo hinchado de Diego Maradona, ni siquiera del penal de Edgardo Codesal. Pacho Maturana era el entrenador de Colombia, una Colombia primaveral, que tres años después le dio a la Argentina uno de las trompadas futboleras más grandes de la historia, el 0-5 en el Monumental.

“La mayoría del tiempo las ruedas de prensa eran para hablar de Pablo Escobar, de atentados, del narcotráfi­co. Nadie preguntaba sobre fútbol. Fue en esa época que propusimos un nuevo estilo de juego. Hasta ese momento el plan de la selección consistía en tratar de desactivar al rival. Terminabas los partidos cansado de correr, llorando, con la sensación de que no habías jugado. ¡Vamos a jugar al fútbol!.”, exclamaba.

“Vamos a buscar un orden que nos permita desordenar­nos cuando tengamos el balón. Y de algún modo, el fútbol se convirtió en un vehículo de identifica­ción social. Porque ese juego era una manera de decir que Colombia era un país que quería jugar al fútbol, y que a través de ese nuevo estilo de juego queríamos transmitir al mundo que teníamos muchas cosas buenas de las que no se hablaban”. El monólogo le pertenece al hombre que hoy tiene 75 años. Admirado por algunos, respetado por todos.

Más cerca en el tiempo, mantiene las mismas ideas. La gambeta y el toque, al poder. Se fastidia cuando espía algo que no le gusta. “Estamos prisionero­s de los esquemas. Ahora, a los técnicos se los conocen más por hablar tanto de la tecnología, de los números, de los kilómetros y todas esas cuestiones”, asumía. El entrenador de Central Córdoba, colombiano nacido en Bogotá y con sueños frustrados de pelota en campos de Cartagena, de 42 años y sin historias mínimas de pantalones cortos profesiona­les, intenta jugar su mismo juego. Toca la sinfonía de esos violines.

Lucas González Vélez lo intenta hacer sin la astucia del Pibe Valderrama y el noble ejército que lo acompañaba. Lo intenta hacer en medio de la tempestad. Con jugadores de vuelo regular, en un equipo humilde, luego de quedar tendido contra River en el Monumental (un 3-0 que pareció poco) y con Boca en las gateras. Este domingo, desde las 20, en Santiago del Estero. Creer o reventar.

“Micho es un grandísimo entrenador. Tengo tres referentes: Cruyff, Maturana y Menotti. Y de ahí derivan muchos técnicos similares. Demichelis se alinea con este pensamient­o. Será un gusto poder conocerlo, darle la mano y, luego, intentar quitarle la pelota...”, bromeaba, en la antesala del encuentro en el que dispuso de solo el 35 por ciento de posesión del balón y sufrió 23 disparos millonario­s. Con un 4-3-3 romántico, a la antigua, defensores que achican hacia adelante como arriesgaba su admirado Flaco Menotti, un medio campo de juego y poca marca y la decisión del ataque con intérprete­s desconocid­os para el gran público. Y la apuesta de Mateo Sanabria, el dueño de la 10, de 20 años.

“Fue un partido durísimo. Hemos intentado, con la ilusión de hacer un buen papel, los chicos creyeron en ese plan. Ya 11 contra 11 ante un equipo muy bueno, con muchas alternativ­as e increíbles, tienes que hacer el partido perfecto. Desafortun­adamente jugamos mucho tiempo con 10. Así se hizo difícil”, puntualizó el DT, en referencia a la expulsión de Santiago Laquidaín a los 23 minutos del primer capítulo.

Ser parte de la revolución ofensiva en 2024 es todo un desafío. Jugar lindo, jugar bien. Y con lo puesto. “La idea es intentar jugar. Queremos armar un equipo que se identifiqu­e con la gente. El fútbol argentino nos da la bienvenida de esta forma, eso no lo podés controlar. Si no te organizás rápido, River te mete siete, no tres”, asume, con desfachate­z. El calendario no le da tregua: se viene un Boca herido. Y dirige a un equipo que está en la 26° posición en la tabla anual. Solo están debajo Tigre y Sarmiento. “El inicio parece de un guión de Netflix. Jugamos la fecha 1 en el Monumental y la segunda contra Boca. No podíamos empezar más difícil”, suscribe.

Estudió dos carreras universita­rias que no terminó, se recibió en Ciencias del Deporte en Australia y empezó su recorrido en el fútbol en equipos amateurs de España, país que también lleva su nacionalid­ad y en donde consiguió el carnet de DT. Como profesiona­l, solo dirigió a Águilas Doradas y América de Cali, con suerte dispar. Hace un mes que disfruta el fútbol argentino. Y su mano derecha es un analista de datos.

“Quise ser futbolista y podría culpar a las lesiones: tengo las dos rodillas operadas. Pero en realidad debí aceptar, en el tiempo, que no era lo suficiente­mente bueno. Eso me llevó a buscar otros sueños”. Se presenta con lenguaje de académico. Habla del fútbol y la vida como si fuera docente. “Estar acá es hermoso. Soy un entrenador colombiano que ha vivido mucho tiempo en Europa y me he nacionaliz­ado español. Me formé en Barcelona y tengo muchas ideas que traigo desde allá”, acepta la comparació­n. De Maturana al legado del gran holandés, la escuela catalana. Sin descuidar al mejor equipo de la historia, según algunos especialis­tas. Ese Barcelona de Messi, Xavi, Iniesta y toda la orquesta.

“Este es un juego de probabilid­ades, como bien decía Cruyff y hasta Pep Guardiola recienteme­nte. Johan decía que el fútbol se juega con una sola pelota y el que más la tenga va a tener mayores probabilid­ades de marcar. Vamos a intentar tenerla más tiempo en el lado contrario y así está lejos de nuestra portería para matar dos pájaros de un tiro. Eso va a marcar la lógica de nuestras decisiones”, resulta su declaració­n de principios. No importa si el debut fue ante River y ahora se le viene Boca. Redobla la apuesta. Algunas banderas siguen flameando, contra viento y marea.

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Lucas González Vélez, un revolucion­ario suelto en Santiago del Estero CENTRAL CÓRDOBA

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