LA NACION

“Acá cambiamos la historia”: el pueblo que frenó la invasión rusa de Kiev

ucrania. Las cicatrices de la guerra son visibles en localidade­s cercanas a la capital que sufrieron la brutalidad de Moscú

- Guillermo Idiart

MOSHCHUN, Ucrania.– Poco antes del fin de 2021, la ucraniana Iryna Kabalska, residente de Moshchun, una apacible localidad en medio del bosque en las afueras de Kiev, compró su primer dron. “Era casi como un juguete”, cuenta. No sabía que solo dos meses después sería el dispositiv­o clave que le salvaría la vida cuando estalló la invasión rusa, el 24 de febrero de 2022, con el asalto al aeropuerto de Hostomel, justo al otro lado del río Irpin.

“Us amos losd ron es con una estrategia creativa y con efecto máximo, como guía para el escape. Veíamos por dónde se movían los rusos: estos aparatos son como ojos para la larga distancia. Fue una habilidad crítica saber manejarlos”, señala Kabalska, cuyo antiguo trabajo en la industria farmacéuti­ca la llevó a vivir en Buenos Aires durante un año, en 2019.

Casi dos años y tres meses después de aquel fatídico día, los cerca de 1000 habitantes de Moshchun aún se enorgullec­en de ser considerad­os la “zona cero” de la defensa para impedir la llegada de los rusos a Kiev. “Acá cambiamos la historia, porque de haber caído el pueblo, desde aquí los rusos hubieran entrado en la capital”, dice Kabalska.

Después de que las fuerzas rusas tomaran el control del aeropuerto de Hostomel el 25 de febrero de 2022, lanzaron una ofensiva masiva contra Kiev desde Bielorrusi­a a través de la zona de exclusión de la planta nuclear de Chernobyl. En un rápido avance, las tropas del Kremlin tomaron Chernobyl, Ivankiv, Dymer y Borodyanka. También llegaron a las afueras de Bucha, donde se produjo una masacre. Muy cerca quedó el intento de tomar Moshchun, pueblo al que los rusos pudieron cruzar con un puente móvil, relata el alcalde Vadim Zherdytsky, que estaba allí durante el ataque.

“Se cortaron las señales, bloqueamos mapas virtuales y hasta pusimos señalizaci­ones falsas para confundir a los rusos”, dice Zherdytsky a un grupo de periodista­s de medios sudamerica­nos, entre ellos

nacion, que recorriero­n distintas localidade­s de esta zona.

Para disuadir el avance ruso, las tropas ucranianas volaron los puentes que cruzaban el río Irpin. Los bombardeos y los combates continuaro­n a lo largo del río durante varios días. Se enviaron refuerzos para for ti ficarMosh ch un: OleksandrS­yrskyi, el comandante que supervisó la defensa de Kiev, mostró especial interés en proteger esa localidad, puerta de entrada a la capital.

Kabalska, de 35 años, logró escapar del infierno, pero casi la totalidad de su pueblo quedó en ruinas tras un mes de batallas. Las paredes de casas con impactos de la munición rusa, y otras sin techos, son el testimonio del horror que está latente. Según recuentos oficiales, 126 militares y 15 civiles murieron allí.

Tras la expulsión delos rusos, Kabalsk ad ejósutr abajo, el que la había llevado a vivir en Recoleta. “Me encantaba estar en Buenos Aires. Los parques, la gente muy abierta, con predisposi­ción a ayudar. El estilo de vida con los cafés y los bares… pero ahora casi no hablo español. Tengo más Spanglish. Toda mi memoria cambió desde 2022”, confiesa.

Abandonó la industria farmacéuti­ca –por la que también vivió en otras ciudades de la región, como Medellín–, volvió para trabajar como voluntaria en Moshchun y, desde hace dos meses, es la encargada de inversione­s y desarrollo­s regionales de Hostomel. Su casa había sufrido daños por un misil que explotó a 10 metros, pero pudo reacondici­onarla. Cerca, en el bosque, se levanta un memorial por los caídos en esa batalla y un monumento con el número 2022, que recuerda cómo repelieron a los invasores.

Irpin fue otra de las ciudades asediadas por los rusos en su intento de rodear Kiev. Hasta allí se llega tras pasar retenes militares. Su actual alcalde, Oleksandr Markushyn, era en ese momento jefe del batallón de defensa territoria­l de la zona. Fueron 30 días de cruentas batallas y una dramática evacuación de 95.000 civiles, casi la totalidad de la población, recuerda. Fue la ciudad más dañada de la región de Kiev, con el 70% de las edificacio­nes destruidas y toda la infraestru­ctura civil.

“Sin la evacuación hubiera sido una masacre total: hubo 300 civiles muertos en ese mes”, resume, y recuerda que fue la primera gran victoria militar contra los rusos. Markushyn cuenta la historia de la defensa ante decenas de vehículos destruidos en los enfrentami­entos. Cerca de allí está el emblemátic­o puente de Irpin, destruido por las fuerzas ucranianas para evitar el avance de los tanques rusos.

Pegado a Irpin, Bucha fue uno de los lugares que más conmoviero­n al mundo, con imágenes espeluznan­tes tras el retiro ruso. El padre Andrew, de la iglesia ortodoxa ucraniana local, aún hoy recuerda el horror casi al borde de las lágrimas. Cuerpos atados y con balazos en la cabeza y las rodillas, algunos quemados e irreconoci­bles. “Muchos curas en Bucha fueron asesinados”, dice, y cuenta que por eso él vestía de civil.

A 25 kilómetros al oeste, Borodyanka fue tomada por los rusos. Abundan las historias de civiles muertos en bombardeos y ataques de artillería. “No había dónde esconderse”, dice Natalya, una residente local cuya familia fue evacuada. En medio de la destrucció­n de un complejo de edificios, donde aún viven 10 familias, está el grafiti del artista británico Banksy, titulado David y Goliat, de octubre de 2022 y que parodia a un chico volteando con una toma a un Putin vestido de judoca.

En un pequeño cuarto de un centro de rehabilita­ción vive Tetyana, de 69 años, junto con su nieta, Mylana, de 12. Sus padres fueron asesinados en la toma de la ciudad. En medio de dibujos pintados, junto a la cama cucheta, la mujer relata su historia al borde del llanto: “Así es como vivimos ahora por culpa de los rusos”.ß

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guillermo idiart El padre Andrew salvó su vida en Bucha por usar ropa de civil

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